/ jueves 17 de noviembre de 2022

Celebrar la filosofía

¿Qué es la filosofía hoy? La formulación de la presente pregunta, tan fundamental para muchos de nosotros, ha sido objeto de burla por los no-filósofos, pues se acusa de tratarse de un conocimiento al que sólo accede un selecto grupo social.

Ciertamente, durante los últimos tiempos la filosofía ha estado relacionada con investigaciones académicas y con temas que al común de las personas no le suelen interesar. Se le ha señalado, en general, de ofrecer la suma de un saber especializado al que solo se llega por un rudo y sinuoso sendero.

Visto de esta forma, nos encontramos ante un escenario donde la filosofía aparece desacreditada por abandonar los asuntos abiertamente públicos y por constituirse en una “elitista ciencia secreta”.

Desde luego, impera la idea de que se trata de una disciplina académica que centra su interés en problemas estrictamente teóricos cada vez más alejados de los problemas cotidianos. Su influencia en la sociedad, evidentemente, ha venido a menos y se encuentra sino a la deriva en una especie de callejón sin salida.

Este diagnóstico preliminar nos conduce a plantearnos con seriedad un desafío -o un reto, si así se desea- sobre la necesidad de la reflexión o práctica filosófica tal y como surgió en la antigüedad, de no hacerlo, estaremos en un camino sin retorno donde el pensamiento crítico estará reservado a unos cuantos.

Hoy, con motivo del Día Internacional de la Filosofía, tendremos que asumir que su situación actual no es atribuible a “oscuros poderes”, sino más bien a la esterilidad de su producción académica, a su inmovilidad, a la falta de imaginación y, por su puesto, a su inexistente comunicación.

***

La UNESCO estableció celebrar el tercer jueves de noviembre de cada año y desde 2005 el Día Mundial de la Filosofía, subrayando que “la filosofía es una disciplina que fomenta el pensamiento crítico e independiente y es capaz de trabajar en pro de una mejor comprensión del mundo y de promover la tolerancia y la paz”, por lo que su institucionalización “ganaría reconocimiento y daría un fuerte impulso a la filosofía y, en particular, a la enseñanza de la filosofía en el mundo”.

¿Qué es la filosofía hoy? La formulación de la presente pregunta, tan fundamental para muchos de nosotros, ha sido objeto de burla por los no-filósofos, pues se acusa de tratarse de un conocimiento al que sólo accede un selecto grupo social.

Ciertamente, durante los últimos tiempos la filosofía ha estado relacionada con investigaciones académicas y con temas que al común de las personas no le suelen interesar. Se le ha señalado, en general, de ofrecer la suma de un saber especializado al que solo se llega por un rudo y sinuoso sendero.

Visto de esta forma, nos encontramos ante un escenario donde la filosofía aparece desacreditada por abandonar los asuntos abiertamente públicos y por constituirse en una “elitista ciencia secreta”.

Desde luego, impera la idea de que se trata de una disciplina académica que centra su interés en problemas estrictamente teóricos cada vez más alejados de los problemas cotidianos. Su influencia en la sociedad, evidentemente, ha venido a menos y se encuentra sino a la deriva en una especie de callejón sin salida.

Este diagnóstico preliminar nos conduce a plantearnos con seriedad un desafío -o un reto, si así se desea- sobre la necesidad de la reflexión o práctica filosófica tal y como surgió en la antigüedad, de no hacerlo, estaremos en un camino sin retorno donde el pensamiento crítico estará reservado a unos cuantos.

Hoy, con motivo del Día Internacional de la Filosofía, tendremos que asumir que su situación actual no es atribuible a “oscuros poderes”, sino más bien a la esterilidad de su producción académica, a su inmovilidad, a la falta de imaginación y, por su puesto, a su inexistente comunicación.

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La UNESCO estableció celebrar el tercer jueves de noviembre de cada año y desde 2005 el Día Mundial de la Filosofía, subrayando que “la filosofía es una disciplina que fomenta el pensamiento crítico e independiente y es capaz de trabajar en pro de una mejor comprensión del mundo y de promover la tolerancia y la paz”, por lo que su institucionalización “ganaría reconocimiento y daría un fuerte impulso a la filosofía y, en particular, a la enseñanza de la filosofía en el mundo”.

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