/ miércoles 7 de agosto de 2019

“En la esclavitud, muchas veces la víctima no se percibe así”

La activista, Circe López señaló que la organización que dirige atiende dos casos de explotación laboral, uno de ellos de una menor de edad y el otro de una extranjera

El problema de la trata de personas no es un asunto que se limite a la explotación sexual, existe una variante en términos de esclavitud o servidumbre en el que se violenta una serie de derechos humanos a las víctimas, quienes se ven afectadas por fenómenos de racismo y clasismo, consideró Circe López Riofrío, directora de la organización civil Humanas Sin Violencia.

“No es solamente un asunto de explotación sexual, algo que está como encubierto, que no es nota incluso, porque parece algo muy normalizado, es la explotación de trata en términos de esclavitud: porque explotan a la persona laboralmente, le quitan su dinero, la hacen que se endeude, hay incomunicación, maltratos físicos, toda una serie de violencias que se presentan, y muchas veces no necesariamente la víctima piensa, se cree, o considera víctima”, indicó.

La activista señaló que en esta variante de trata es común que las víctimas pertenezcan a grupos indígenas o que sean mismos familiares quienes se benefician de la explotación de personas. Detalló que actualmente Humanas Sin Violencia atiende dos casos de este tipo de trata relacionada a explotación laboral, uno de ellos de una menor de edad y el otro de una joven extranjera.

En el caso de la mayor de edad, detalló que se trata una víctima de explotación laboral en la que la familia de su agresor no le permite ver a su hijo y le hacen adquirir deudas que se volvieron impagables. Indicó que se trata de un caso complejo porque la forma como está configurado el delito de trata no permite que su familia interponga una denuncia y las autoridades no actúan sin ella; indicó que en los dos casos que atiende son familiares de las víctimas quienes ejercen la trata por esclavitud.

“Pareciera que tiene que darse todas las situaciones para que se trate jurídicamente el delito, hay una serie de complejidades, pero cuando uno revisa los casos de trata, por usurpación, por servidumbre, y lo que hemos observado es que es la familia del agresor o la familia directa de la víctima quien hace esta acción”, añadió.

“Es la familia quien explota, se traen a una sobrina de alguna comunidad, y le dicen a su familia que la van a atender y le van a dar trabajo, pero en realidad es un asunto de trata. Es un asunto superclaisista, de discriminación profunda, y también somos sociedad que tolera la discriminación, que tolera el clasismo. Entre más rasgos de pueblos originarios, hay más saña”, señaló.

Si bien reconoció que ha habido avances en el reconocimiento de los derechos de trabajadoras domésticas, subrayó que hay un sector de la población que está explotando y no se limita a personas de estratos sociales altos; también están las señoras que pareciera que viven en condiciones marginales y tienen una joven para que les realice el quehacer.

“Esa situación es un contexto naturalizado de violencia contra las mujeres, pensar que a las mujeres les gusta hacer el trabajo doméstico, que además se deben sentir agradecidas porque alguien les está haciendo el favor de darles un techo, comida tres veces al día. Es una situación que habla de un racismo arraigado, profundo e hipócrita de nuestra sociedad con respecto a quienes pareciera que tienen menos, que tienen pocos estudios, que vienen de comunidades”, agregó.


El problema de la trata de personas no es un asunto que se limite a la explotación sexual, existe una variante en términos de esclavitud o servidumbre en el que se violenta una serie de derechos humanos a las víctimas, quienes se ven afectadas por fenómenos de racismo y clasismo, consideró Circe López Riofrío, directora de la organización civil Humanas Sin Violencia.

“No es solamente un asunto de explotación sexual, algo que está como encubierto, que no es nota incluso, porque parece algo muy normalizado, es la explotación de trata en términos de esclavitud: porque explotan a la persona laboralmente, le quitan su dinero, la hacen que se endeude, hay incomunicación, maltratos físicos, toda una serie de violencias que se presentan, y muchas veces no necesariamente la víctima piensa, se cree, o considera víctima”, indicó.

La activista señaló que en esta variante de trata es común que las víctimas pertenezcan a grupos indígenas o que sean mismos familiares quienes se benefician de la explotación de personas. Detalló que actualmente Humanas Sin Violencia atiende dos casos de este tipo de trata relacionada a explotación laboral, uno de ellos de una menor de edad y el otro de una joven extranjera.

En el caso de la mayor de edad, detalló que se trata una víctima de explotación laboral en la que la familia de su agresor no le permite ver a su hijo y le hacen adquirir deudas que se volvieron impagables. Indicó que se trata de un caso complejo porque la forma como está configurado el delito de trata no permite que su familia interponga una denuncia y las autoridades no actúan sin ella; indicó que en los dos casos que atiende son familiares de las víctimas quienes ejercen la trata por esclavitud.

“Pareciera que tiene que darse todas las situaciones para que se trate jurídicamente el delito, hay una serie de complejidades, pero cuando uno revisa los casos de trata, por usurpación, por servidumbre, y lo que hemos observado es que es la familia del agresor o la familia directa de la víctima quien hace esta acción”, añadió.

“Es la familia quien explota, se traen a una sobrina de alguna comunidad, y le dicen a su familia que la van a atender y le van a dar trabajo, pero en realidad es un asunto de trata. Es un asunto superclaisista, de discriminación profunda, y también somos sociedad que tolera la discriminación, que tolera el clasismo. Entre más rasgos de pueblos originarios, hay más saña”, señaló.

Si bien reconoció que ha habido avances en el reconocimiento de los derechos de trabajadoras domésticas, subrayó que hay un sector de la población que está explotando y no se limita a personas de estratos sociales altos; también están las señoras que pareciera que viven en condiciones marginales y tienen una joven para que les realice el quehacer.

“Esa situación es un contexto naturalizado de violencia contra las mujeres, pensar que a las mujeres les gusta hacer el trabajo doméstico, que además se deben sentir agradecidas porque alguien les está haciendo el favor de darles un techo, comida tres veces al día. Es una situación que habla de un racismo arraigado, profundo e hipócrita de nuestra sociedad con respecto a quienes pareciera que tienen menos, que tienen pocos estudios, que vienen de comunidades”, agregó.


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