/ miércoles 10 de agosto de 2022

#LoMásVisto2022 | Dietas planetarias: Comer saludable y cuidar el medio ambiente

Su nombre viene del propósito que tienen: cuidar el planeta y nacen desde una mirada que cuestiona la relación que tenemos con la alimentación y sus efectos en el cambio climático

Para muchos el tema de la alimentación no necesariamente está relacionado con el cuidado del medio ambiente, aunque en realidad ambos están mucho más ligados de lo que podríamos imaginar.

Y es que con tantos tipos de alimentos y dietas extravagantes, la salud del planeta es una de las últimas cosas en las que pensamos.

Por ello han surgido las llamadas “dietas planetarias”, las cuales buscan aportar grandes beneficios para nuestra salud, al tiempo que nos ayudan a reducir nuestro impacto en el medio ambiente.

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¿Pero en qué se diferencian estas dietas de las otras que son más conocidas?

Su nombre viene precisamente del propósito que tienen: Cuidar el planeta, y nacen desde una mirada que cuestiona la relación que tenemos con la alimentación y sus efectos en el cambio climático.

“Lo que promueven las dietas planetarias es que la gente tenga acceso a una dieta saludable que realmente le provea un completo bienestar y sobre todo que sea amigable con el entorno, que respete la biodiversidad, consuma menos agua y emita menos emisiones de gases efecto invernadero”, dijo a El Sol de México la líder climática Claudia Mellado, quien es Coordinadora Social de la Fundación Biodiversidad Alimentaria.

Las dietas planetarias exploran y cuestionan todo lo que implica la alimentación, es decir; producción, distribución y costos.

Se trata de una propuesta que está basada mayormente en los alimentos de origen vegetal, como las frutas y verduras, aunque no excluye a los alimentos animales, como la carne, y giran en torno a cuatro ejes: La producción y consumo local, conciencia alimentaria, salud de las personas e identidad cultural e histórica de los territorios.

Su aspecto principal es el consumo local, el cual reduce el impacto ambiental que los alimentos pueden llegar a tener.

“El comercio local evita todo el arrastre de recursos y energía que conlleva la transportación de alimentos en grandes distancias”, agrega Claudia.

Este punto tiene una relación muy estrecha con el siguiente: la identidad cultural e histórica de los alimentos.

Según señala la especialista, los alimentos que vienen de otro lado no te están contando una historia, mientras que los locales tienen toda una vida, una historia y un legado por contar.

“Las semillas y los platillos originarios de cada lugar representan los antecedentes históricos de toda una cultura. Las semillas tradicionales son locales, territoriales y ancestrales”, expresó.

Es por ello que el consumo de productores locales enriquece la identidad cultural e histórica de cada región del mundo y sobre todo cuida el medio ambiente al eliminar la huella de carbono de muchos alimentos.

Además, las dietas planetarias se caracterizan por estar llenas de colores, los cuales aportan las frutas, vegetales y hortalizas.

Cada color dentro de estos grupos tiene diferentes propiedades y beneficios para la salud. Por ejemplo, los alimentos de color verde tienen magnesio, ácido fólico y vitaminas C y K, mientras que los de color amarillo y naranja fortalecen los dientes, la piel y los huesos.

“La alimentación es biodiversidad y está llena de colores y sabores, una dieta saludable sabe y se ve de muchos colores en un mismo platillo”, explicó Mellado.

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Una población que come pero no se nutre

Uno de los retos más grandes de la actualidad es el uso de agroquímicos en los cultivos o la producción de transgénicos, ya que estos amenazan la calidad nutricional de la comida que llega a las mesas de las personas.

“Estas dietas involucran alimentos que no están llenos de esos químicos, al contrario, buscan que la gente consuma alimentos que estén libres de ellos y por consiguiente su valor nutricional sea mucho más alto”, agrega.

La lucha contra el uso de estas sustancias en los cultivos viene desde los años sesenta, cuando la Revolución Verde irrumpió en todo el mundo en contra de estas sustancias.

Uno de los problemas que los agroquímicos pretenden resolver es la pobreza del mundo mediante la producción masiva de cierto tipo de alimentos, sin embargo, con este tipo de prácticas algunos recursos como el agua se acaban más rápido y sobre todo, la capacidad nutricional de los alimentos se reduce de manera considerable.

“Al usarlos en los alimentos lo único que se consigue es que estos no nutran a las personas, entonces ¿qué caso tiene tener una población que come pero no se nutre?”, cuestionó.

¿Y los orgánicos y transgénicos?

El sistema de producción de alimentos orgánicos se ha puesto de moda en los últimos años con la bandera de que cuidan el planeta. Sin embargo, sus costos no son accesibles para muchas personas, por lo que pocos pueden acceder a ellos.

“Estos sistemas de élite lo que hacen es reducir el alcance de los buenos alimentos y los alejan de las personas que más lo necesitan. Es por eso que quienes tienen menor poder adquisitivo terminan recurriendo a comida que no es para nada saludable y mucho menos amigable con el medio ambiente”, dijo a este medio Victoria Bembibre, de Catalino Restaurant, un negocio basado en la agroecología y la soberanía alimentaria.

En otras palabras, los productos orgánicos cumplen con los lineamientos de sostenibilidad de las dietas alimentarias, pero no ofrecen productos al alcance de todos, por lo que no resuelven el problema.

Por su parte, los transgénicos resultan unos de los alimentos más riesgosos, tanto para el medio ambiente como para la diversidad alimentaria y la salud.

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Además, van en contra del quehacer de los productores locales, ya que para poder modificar genéticamente un alimento se requiere de maquinaria y dinero con el que los pequeños comerciantes no cuentan, lo que los deja doblemente fuera de las dietas planetarias.

“Estos también tienen un impacto social negativo porque hoy en día algunas empresas son dueñas de ciertas semillas, lo que hace que sólo algunas empresas puedan producir alimentos o vegetales con determinadas características y así es como algo tan simple y de dominio público como lo es un vegetal termina siendo sólo dinero. Unos pocos poderosos tienen el poder sobre alimentos de consumo masivo”, agregó Bembibre.

Por lo tanto, las especialistas señalan que los alimentos transgénicos no tienen nada que ver con las dietas planetarias ni con las dietas sustentables, por ningún lado que se les vea.

Hora de cuestionar la alimentación

La transición hacia una dieta planetaria no sólo es un voto de salud personal, sino también una estrategia para cuidar el medio ambiente y la seguridad alimentaria de las personas.

“Tenemos que comenzar a cuestionar el sistema de la alimentación actual, si bien puede resultar incómodo porque no estamos acostumbrados a hacernos preguntas sobre lo que comemos. Esa es la clave para empezar una dieta responsable con nosotros mismos, preguntar y no quedarnos sólo con lo que una persona o empresa nos diga”, puntualizó Bembibre.

Una manera de identificar los alimentos que forman parte de las dietas alimentarias es leer las etiquetas.

Mientras menos agregados artificiales contiene un alimento, tiene mayor capacidad nutrimental.

De acuerdo con Mayo Clinic, líder mundial de atención médica, investigación y educación, los azúcares agregados sabotean la alimentación de las personas.

Según señalan en una de sus publicaciones, los azúcares añadidos aportan calorías, pero no nutrientes y afirman que estos ingredientes están asociados con la obesidad, diabetes y enfermedades cardiacas.

“Evitar ingredientes como estos comienza desde que leemos las etiquetas y nos damos cuenta de que algunos de los alimentos que consideramos saludables y consumimos desde hace años realmente no lo son”, puntualizó Bembibre.

Por ello se recomienda preguntar en los restaurantes sobre los platillos e ingredientes que se utilizan, para comenzar a reconocer los alimentos que más nutren de acuerdo con cada temporada del año.

Por último, la conciencia alimentaria es el factor más importante para llevar a cabo una buena dieta sustentable. Es decir, ser conscientes de que no podemos consumir los mismos alimentos todo el año, porque no todo el año se producen de manera natural.

“Hay que voltear a ver las prácticas agroecológicas y la agricultura regenerativa para estar informados no sólo de lo que comemos, sino de todo lo que pasa en la industria alimentaria. Sí se puede comer saludable y cuidar el medio ambiente al mismo tiempo”, puntualizó Claudia Mellado.

Las especialistas hacen un llamado a las personas a intentar una dieta sostenible que proteja y sustente al medio ambiente, sin dejar de lado la salud.

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Para muchos el tema de la alimentación no necesariamente está relacionado con el cuidado del medio ambiente, aunque en realidad ambos están mucho más ligados de lo que podríamos imaginar.

Y es que con tantos tipos de alimentos y dietas extravagantes, la salud del planeta es una de las últimas cosas en las que pensamos.

Por ello han surgido las llamadas “dietas planetarias”, las cuales buscan aportar grandes beneficios para nuestra salud, al tiempo que nos ayudan a reducir nuestro impacto en el medio ambiente.

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¿Pero en qué se diferencian estas dietas de las otras que son más conocidas?

Su nombre viene precisamente del propósito que tienen: Cuidar el planeta, y nacen desde una mirada que cuestiona la relación que tenemos con la alimentación y sus efectos en el cambio climático.

“Lo que promueven las dietas planetarias es que la gente tenga acceso a una dieta saludable que realmente le provea un completo bienestar y sobre todo que sea amigable con el entorno, que respete la biodiversidad, consuma menos agua y emita menos emisiones de gases efecto invernadero”, dijo a El Sol de México la líder climática Claudia Mellado, quien es Coordinadora Social de la Fundación Biodiversidad Alimentaria.

Las dietas planetarias exploran y cuestionan todo lo que implica la alimentación, es decir; producción, distribución y costos.

Se trata de una propuesta que está basada mayormente en los alimentos de origen vegetal, como las frutas y verduras, aunque no excluye a los alimentos animales, como la carne, y giran en torno a cuatro ejes: La producción y consumo local, conciencia alimentaria, salud de las personas e identidad cultural e histórica de los territorios.

Su aspecto principal es el consumo local, el cual reduce el impacto ambiental que los alimentos pueden llegar a tener.

“El comercio local evita todo el arrastre de recursos y energía que conlleva la transportación de alimentos en grandes distancias”, agrega Claudia.

Este punto tiene una relación muy estrecha con el siguiente: la identidad cultural e histórica de los alimentos.

Según señala la especialista, los alimentos que vienen de otro lado no te están contando una historia, mientras que los locales tienen toda una vida, una historia y un legado por contar.

“Las semillas y los platillos originarios de cada lugar representan los antecedentes históricos de toda una cultura. Las semillas tradicionales son locales, territoriales y ancestrales”, expresó.

Es por ello que el consumo de productores locales enriquece la identidad cultural e histórica de cada región del mundo y sobre todo cuida el medio ambiente al eliminar la huella de carbono de muchos alimentos.

Además, las dietas planetarias se caracterizan por estar llenas de colores, los cuales aportan las frutas, vegetales y hortalizas.

Cada color dentro de estos grupos tiene diferentes propiedades y beneficios para la salud. Por ejemplo, los alimentos de color verde tienen magnesio, ácido fólico y vitaminas C y K, mientras que los de color amarillo y naranja fortalecen los dientes, la piel y los huesos.

“La alimentación es biodiversidad y está llena de colores y sabores, una dieta saludable sabe y se ve de muchos colores en un mismo platillo”, explicó Mellado.

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Una población que come pero no se nutre

Uno de los retos más grandes de la actualidad es el uso de agroquímicos en los cultivos o la producción de transgénicos, ya que estos amenazan la calidad nutricional de la comida que llega a las mesas de las personas.

“Estas dietas involucran alimentos que no están llenos de esos químicos, al contrario, buscan que la gente consuma alimentos que estén libres de ellos y por consiguiente su valor nutricional sea mucho más alto”, agrega.

La lucha contra el uso de estas sustancias en los cultivos viene desde los años sesenta, cuando la Revolución Verde irrumpió en todo el mundo en contra de estas sustancias.

Uno de los problemas que los agroquímicos pretenden resolver es la pobreza del mundo mediante la producción masiva de cierto tipo de alimentos, sin embargo, con este tipo de prácticas algunos recursos como el agua se acaban más rápido y sobre todo, la capacidad nutricional de los alimentos se reduce de manera considerable.

“Al usarlos en los alimentos lo único que se consigue es que estos no nutran a las personas, entonces ¿qué caso tiene tener una población que come pero no se nutre?”, cuestionó.

¿Y los orgánicos y transgénicos?

El sistema de producción de alimentos orgánicos se ha puesto de moda en los últimos años con la bandera de que cuidan el planeta. Sin embargo, sus costos no son accesibles para muchas personas, por lo que pocos pueden acceder a ellos.

“Estos sistemas de élite lo que hacen es reducir el alcance de los buenos alimentos y los alejan de las personas que más lo necesitan. Es por eso que quienes tienen menor poder adquisitivo terminan recurriendo a comida que no es para nada saludable y mucho menos amigable con el medio ambiente”, dijo a este medio Victoria Bembibre, de Catalino Restaurant, un negocio basado en la agroecología y la soberanía alimentaria.

En otras palabras, los productos orgánicos cumplen con los lineamientos de sostenibilidad de las dietas alimentarias, pero no ofrecen productos al alcance de todos, por lo que no resuelven el problema.

Por su parte, los transgénicos resultan unos de los alimentos más riesgosos, tanto para el medio ambiente como para la diversidad alimentaria y la salud.

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Además, van en contra del quehacer de los productores locales, ya que para poder modificar genéticamente un alimento se requiere de maquinaria y dinero con el que los pequeños comerciantes no cuentan, lo que los deja doblemente fuera de las dietas planetarias.

“Estos también tienen un impacto social negativo porque hoy en día algunas empresas son dueñas de ciertas semillas, lo que hace que sólo algunas empresas puedan producir alimentos o vegetales con determinadas características y así es como algo tan simple y de dominio público como lo es un vegetal termina siendo sólo dinero. Unos pocos poderosos tienen el poder sobre alimentos de consumo masivo”, agregó Bembibre.

Por lo tanto, las especialistas señalan que los alimentos transgénicos no tienen nada que ver con las dietas planetarias ni con las dietas sustentables, por ningún lado que se les vea.

Hora de cuestionar la alimentación

La transición hacia una dieta planetaria no sólo es un voto de salud personal, sino también una estrategia para cuidar el medio ambiente y la seguridad alimentaria de las personas.

“Tenemos que comenzar a cuestionar el sistema de la alimentación actual, si bien puede resultar incómodo porque no estamos acostumbrados a hacernos preguntas sobre lo que comemos. Esa es la clave para empezar una dieta responsable con nosotros mismos, preguntar y no quedarnos sólo con lo que una persona o empresa nos diga”, puntualizó Bembibre.

Una manera de identificar los alimentos que forman parte de las dietas alimentarias es leer las etiquetas.

Mientras menos agregados artificiales contiene un alimento, tiene mayor capacidad nutrimental.

De acuerdo con Mayo Clinic, líder mundial de atención médica, investigación y educación, los azúcares agregados sabotean la alimentación de las personas.

Según señalan en una de sus publicaciones, los azúcares añadidos aportan calorías, pero no nutrientes y afirman que estos ingredientes están asociados con la obesidad, diabetes y enfermedades cardiacas.

“Evitar ingredientes como estos comienza desde que leemos las etiquetas y nos damos cuenta de que algunos de los alimentos que consideramos saludables y consumimos desde hace años realmente no lo son”, puntualizó Bembibre.

Por ello se recomienda preguntar en los restaurantes sobre los platillos e ingredientes que se utilizan, para comenzar a reconocer los alimentos que más nutren de acuerdo con cada temporada del año.

Por último, la conciencia alimentaria es el factor más importante para llevar a cabo una buena dieta sustentable. Es decir, ser conscientes de que no podemos consumir los mismos alimentos todo el año, porque no todo el año se producen de manera natural.

“Hay que voltear a ver las prácticas agroecológicas y la agricultura regenerativa para estar informados no sólo de lo que comemos, sino de todo lo que pasa en la industria alimentaria. Sí se puede comer saludable y cuidar el medio ambiente al mismo tiempo”, puntualizó Claudia Mellado.

Las especialistas hacen un llamado a las personas a intentar una dieta sostenible que proteja y sustente al medio ambiente, sin dejar de lado la salud.

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