/ sábado 24 de agosto de 2019

El rugby, amor a primera vista

Valquirias de Morelia es el único equipo femenil de este deporte que existe en Michoacán

Morelia, Mich.- (OEM-Infomex).- El cansancio en las piernas era inevitable e insostenible. Tras haberse jugado los dos tiempos, de 14 minutos cada uno, todavía no había vencedor. Valquirias de Morelia y Bulldogs de Celaya se disputaban el pase a la fase nacional de la Liga Femenil de Rugby. Venía lo mejor. Un solo tiempo, una sola jugada y una anotación es la que definiría a las ganadoras; el resto se iría con las manos vacías.

La escena era de película. En el campo estaban los dos equipos odiados, los archirrivales que entregaban grandes episodios deportivos, cada que se miraban de frente. Valquirias perdió el volado y tenía que ceder el balón. A defender y aguantar la embestida de las de Celaya. “¡Uff! Estamos en desventaja”, pensaron las michoacanas.

Vino el saque y el balón comenzó a girar por el aire. Justo en el momento en que la receptora de Bulldogs se disponía a recibirlo, un grito la distrajo. Con el colmillo, la picardía y lo que en Sudamérica llaman ser “canchera”, una jugadora de Valquirias soltó el alarido para descontrolar y poner nerviosa a la rival. El plan funcionó a la perfección: la de Celaya erró al momento de querer tomar el balón y las michoacanas se apresuraron a tomarlo, a correr por el campo con el poco fondo físico que les quedaba y finalmente a llegar a la zona de anotación.

Valquirias conseguía por primera vez en su historia calificarse a una fase nacional, donde se mediría contra las mejores del país. Lo que vino después fueron gritos, llantos de alegría y todas esas sensaciones que sólo se pueden tener cuando se está enamorada del rugby.

“ME ENAMORÉ DE ESTE DEPORTE”

Toda esta hazaña deportiva resultaba inimaginable en el año 2012, cuando un grupo de chicas cansadas de ser siempre las espectadoras de sus novios deportistas, decidieron jugar rugby.

Cuenta Gabriela Arroyo Robles, de 28 años de edad, que el primer entrenamiento fue de lo más hostil:

Esa vez recuerdo que entrenamos en Indeco, en un terreno que ni siquiera se le podía llamar cancha porque estaba lleno de piedras, vidrios y llantas

La primera indicación que recibió Gabriela fue que tomara el balón y corriera hacia el otro lado del supuesto campo. Sin conocimiento previo, acató la instrucción cuando de repente sintió un golpe que la llevó al suelo. Lejos de que el imprevisto la atemorizara, relata que lo primero que pensó es que “ya no quería dejar de jugar este deporte”.

Así nació Valquirias de Morelia, el único equipo femenil de rugby que existe en Michoacán y que en este 2019 está celebrando su séptimo aniversario. Cuando se le pregunta a Gabriela si alguna vez imaginó que el proyecto iba a llegar tan lejos, es sincera y reconoce que nunca le pasó por la mente hacer un camino en estas instancias.

Yo siempre he saltado de un deporte a otro, lo mío era el futbol y el atletismo, pero cuando conocí el rugby me enamoré y desde hace siete años no lo puedo dejar, a pesar de que tengo lesiones en la rodilla; me di cuenta que la sensación de emoción y adrenalina no te lo da ninguna otra disciplina deportiva

Sin embargo, aclara que el proceso no siempre ha sido sencillo, ya que hubo una etapa en la que el equipo estuvo en peligro de desaparecer, momentos en que el compromiso con el rugby estaba desbalanceado por las situaciones personales que atravesaban en su ámbito cotidiano cada una de las integrantes de Valquirias.

“En esa temporada tuvimos un inicio complicado, como que no se palpaba el compromiso y casi se rompe el equipo, entonces nuestro entrenador de ese momento nos citó a todas y comenzamos a hablar de lo que nos pasaba, nos dijimos cosas fuertes pero de frente, ese día aprendimos que los problemas en la vida se deben resolver cara a cara”.

Luego de la catarsis grupal, el equipo ligó 17 victorias de forma consecutiva. Valquirias se había convertido en una realidad. La clave, dice Gabriela, ha sido el amor; asegura que todas las mujeres que conforman el proyecto están enamoradas del rugby y nadie está dispuesta a tirar por la borda el esfuerzo que se ha hecho en estos siete años.

Al contrario, presume que más allá de estar adheridas a la Federación de Rugby o jugar en la Liga Nacional, piensan en proyectos más ambiciosos que abonen a tejer redes desde abajo. En este sentido, comparte que ya se encuentran alistando las academias infantiles, las cuales tienen el objetivo de crear un semillero de niños que sean el futuro del rugby michoacano.

Soñamos con una liga para diferentes edades, muchas de nosotras ya estamos grandes y no podemos aspirar a formar parte de la Selección Nacional, pero qué mejor que poder impulsar a que los niños de Michoacán cumplan sus sueños, que vayan a jugar a otros países y vean el rugby como una ventana de posibilidades”.

SE JUEGA COMO EN LA VIDA

-¿Qué es lo que más te gusta del rugby?, se le pregunta a Ana Lizbeth Escobedo, michoacana que a sus 19 años de edad forma parte de la Selección Nacional.

Lo que me gusta es que si te equivocas, tienes infinitas oportunidades para remediarlo y lograr salir satisfecha del campo, es como la vida

Integrante de Valquirias desde los 15 años de edad, recuerda que en su primer año con el equipo se tenía que conformar con entrenar, pues por la edad, el reglamento le impedía jugar dentro de la Liga. “Pero eso no me afectó porque yo sabía que quería quedarme mucho tiempo en esto”, dice Ana, quien recientemente se consagró como campeona junto a la selección en el torneo de Barbados.

Aunque su familia ha practicado toda la vida el futbol americano, confiesa que fue hasta los 13 años de edad cuando el deporte le empezó a despertar la curiosidad y el interés. Ese cosquilleo la llevó a asistir a un entrenamiento de rugby, donde quedó enganchada desde el primer momento.

Con año y medio de experiencia en la Selección Nacional, ahora su mente se concentra en el torneo internacional que se realizará en el próximo mes de septiembre y que tendrá como sede a Costa Rica. Aunque desde la Federación todavía se está valorando la posibilidad de asistir, Ana no esconde sus deseos de correr y taclear en campos extranjeros, sin importar que el viaje deba ser solventado por sus bolsillos.

“Dicen que como juegas en el campo, así eres en la vida”, agrega la moreliana, quien se enorgullece de haber aprendido del rugby la pasión, la disciplina, la toma de decisiones, el respeto hacia los demás y sobre todo, el saber levantarse y recuperarse cuando se pierde.

ORGANIZACIÓN HORIZONTAL

Es sábado y apenas asoma el sol. En la cancha de futbol de la Comisión Estatal de Cultura Física y Deporte (Cecufid), se mira a un grupo de mujeres cargando postes y llevándolos de un lado a otro.

Con esponja, cinta y todo lo que tengan a la mano, logran fijarlos en ambos lados bajo las medidas reglamentarias que exigen las porterías de rugby.

Cuando Valquirias decide organizar un torneo relámpago o partidos de exhibición, cada una de las integrantes ya es consciente de las funciones que debe realizar previamente, durante y después del evento deportivo. Están organizadas por comisiones y tratan de que nadie quede excluida de la distribución de labores.

Por un lado, está el grupo que se dedica a todo lo administrativo; es decir, su función es asegurarse de que los documentos del equipo se encuentren en forma, que estén correctamente inscritas a la Federación y que no falten las credenciales durante los partidos.

Después, se encuentra la comisión de logística, donde las integrantes se encargan de programar los viajes del equipo a otras ciudades, por lo que deben estar cotizando estancias, transporte, el gasto estimado de la gasolina, entre otros detalles.

Posteriormente, entra en acción el área de Tesorería. Ahí, las mujeres que conforman esta comisión administran el recurso de Valquirias y su misión es distribuirlo de forma correcta; pero además, cumplen con la labor de inspeccionar las necesidades que pueden llegar a tener durante la temporada, como la actualización de equipo deportivo.

Para complementar la estructura, cada temporada se elige a una jugadora como encargada general de la sociedad. Ésta, se hace acompañar de dos más que la estarán apoyando en sus funciones, pero sobre todo para que adquieran el aprendizaje y la movilidad que tiene cada comisión. La rotación de puestos es el eje principal del esquema de Valquirias.

EL RETO

Gabriela Arroyo sabe que hay mujeres con pasión escondida por el rugby y por el deporte en general. Mujeres que no se han atrevido a pisar una cancha. Pero no las juzga, lo entiende. Dice que los límites comienzan a construirse cuando de la boca de las personas nacen comentarios despectivos.

Ese juego es para machorras es una frase que ha escuchado una y otra vez a lo largo de estos siete años. Comparte que los problemas de aceptación vienen desde la familia, cuando a los padres les cuesta asimilar ver a su hija dándose de golpes en un campo y no jugando deportes más convencionales como el baloncesto.

Hay burla constante y comentarios con los que buscan hacerte sentir mal, ya cuando traes moretones producto del juego, lo primero que te dicen es que eso se ve mal en una señorita. Son ese tipo de cosas las que han impedido que lleguen chicas nuevas al equipo

Pero Gabriela lo tiene claro. Argumenta que en esta vida se trata de hacer lo que nadie quiere que hagas. Y el rugby, abunda, es la oportunidad para las mujeres de darse cuenta de la fuerza real que tienen, de hacer crecer la confianza en ellas mismas y superar sus límites todos los días, en cada decisión que vayan tomando.

Cuando patea un balón, cuando lo recibe o simplemente corre con él, Gabriela lanza un reto a todas las mujeres. Les asegura que después de jugar rugby ya no van a volver a ser las mismas. Se trata de una franca invitación a que se descubran en una nueva versión. “Será un parteaguas en sus vidas”, sentencia.

Morelia, Mich.- (OEM-Infomex).- El cansancio en las piernas era inevitable e insostenible. Tras haberse jugado los dos tiempos, de 14 minutos cada uno, todavía no había vencedor. Valquirias de Morelia y Bulldogs de Celaya se disputaban el pase a la fase nacional de la Liga Femenil de Rugby. Venía lo mejor. Un solo tiempo, una sola jugada y una anotación es la que definiría a las ganadoras; el resto se iría con las manos vacías.

La escena era de película. En el campo estaban los dos equipos odiados, los archirrivales que entregaban grandes episodios deportivos, cada que se miraban de frente. Valquirias perdió el volado y tenía que ceder el balón. A defender y aguantar la embestida de las de Celaya. “¡Uff! Estamos en desventaja”, pensaron las michoacanas.

Vino el saque y el balón comenzó a girar por el aire. Justo en el momento en que la receptora de Bulldogs se disponía a recibirlo, un grito la distrajo. Con el colmillo, la picardía y lo que en Sudamérica llaman ser “canchera”, una jugadora de Valquirias soltó el alarido para descontrolar y poner nerviosa a la rival. El plan funcionó a la perfección: la de Celaya erró al momento de querer tomar el balón y las michoacanas se apresuraron a tomarlo, a correr por el campo con el poco fondo físico que les quedaba y finalmente a llegar a la zona de anotación.

Valquirias conseguía por primera vez en su historia calificarse a una fase nacional, donde se mediría contra las mejores del país. Lo que vino después fueron gritos, llantos de alegría y todas esas sensaciones que sólo se pueden tener cuando se está enamorada del rugby.

“ME ENAMORÉ DE ESTE DEPORTE”

Toda esta hazaña deportiva resultaba inimaginable en el año 2012, cuando un grupo de chicas cansadas de ser siempre las espectadoras de sus novios deportistas, decidieron jugar rugby.

Cuenta Gabriela Arroyo Robles, de 28 años de edad, que el primer entrenamiento fue de lo más hostil:

Esa vez recuerdo que entrenamos en Indeco, en un terreno que ni siquiera se le podía llamar cancha porque estaba lleno de piedras, vidrios y llantas

La primera indicación que recibió Gabriela fue que tomara el balón y corriera hacia el otro lado del supuesto campo. Sin conocimiento previo, acató la instrucción cuando de repente sintió un golpe que la llevó al suelo. Lejos de que el imprevisto la atemorizara, relata que lo primero que pensó es que “ya no quería dejar de jugar este deporte”.

Así nació Valquirias de Morelia, el único equipo femenil de rugby que existe en Michoacán y que en este 2019 está celebrando su séptimo aniversario. Cuando se le pregunta a Gabriela si alguna vez imaginó que el proyecto iba a llegar tan lejos, es sincera y reconoce que nunca le pasó por la mente hacer un camino en estas instancias.

Yo siempre he saltado de un deporte a otro, lo mío era el futbol y el atletismo, pero cuando conocí el rugby me enamoré y desde hace siete años no lo puedo dejar, a pesar de que tengo lesiones en la rodilla; me di cuenta que la sensación de emoción y adrenalina no te lo da ninguna otra disciplina deportiva

Sin embargo, aclara que el proceso no siempre ha sido sencillo, ya que hubo una etapa en la que el equipo estuvo en peligro de desaparecer, momentos en que el compromiso con el rugby estaba desbalanceado por las situaciones personales que atravesaban en su ámbito cotidiano cada una de las integrantes de Valquirias.

“En esa temporada tuvimos un inicio complicado, como que no se palpaba el compromiso y casi se rompe el equipo, entonces nuestro entrenador de ese momento nos citó a todas y comenzamos a hablar de lo que nos pasaba, nos dijimos cosas fuertes pero de frente, ese día aprendimos que los problemas en la vida se deben resolver cara a cara”.

Luego de la catarsis grupal, el equipo ligó 17 victorias de forma consecutiva. Valquirias se había convertido en una realidad. La clave, dice Gabriela, ha sido el amor; asegura que todas las mujeres que conforman el proyecto están enamoradas del rugby y nadie está dispuesta a tirar por la borda el esfuerzo que se ha hecho en estos siete años.

Al contrario, presume que más allá de estar adheridas a la Federación de Rugby o jugar en la Liga Nacional, piensan en proyectos más ambiciosos que abonen a tejer redes desde abajo. En este sentido, comparte que ya se encuentran alistando las academias infantiles, las cuales tienen el objetivo de crear un semillero de niños que sean el futuro del rugby michoacano.

Soñamos con una liga para diferentes edades, muchas de nosotras ya estamos grandes y no podemos aspirar a formar parte de la Selección Nacional, pero qué mejor que poder impulsar a que los niños de Michoacán cumplan sus sueños, que vayan a jugar a otros países y vean el rugby como una ventana de posibilidades”.

SE JUEGA COMO EN LA VIDA

-¿Qué es lo que más te gusta del rugby?, se le pregunta a Ana Lizbeth Escobedo, michoacana que a sus 19 años de edad forma parte de la Selección Nacional.

Lo que me gusta es que si te equivocas, tienes infinitas oportunidades para remediarlo y lograr salir satisfecha del campo, es como la vida

Integrante de Valquirias desde los 15 años de edad, recuerda que en su primer año con el equipo se tenía que conformar con entrenar, pues por la edad, el reglamento le impedía jugar dentro de la Liga. “Pero eso no me afectó porque yo sabía que quería quedarme mucho tiempo en esto”, dice Ana, quien recientemente se consagró como campeona junto a la selección en el torneo de Barbados.

Aunque su familia ha practicado toda la vida el futbol americano, confiesa que fue hasta los 13 años de edad cuando el deporte le empezó a despertar la curiosidad y el interés. Ese cosquilleo la llevó a asistir a un entrenamiento de rugby, donde quedó enganchada desde el primer momento.

Con año y medio de experiencia en la Selección Nacional, ahora su mente se concentra en el torneo internacional que se realizará en el próximo mes de septiembre y que tendrá como sede a Costa Rica. Aunque desde la Federación todavía se está valorando la posibilidad de asistir, Ana no esconde sus deseos de correr y taclear en campos extranjeros, sin importar que el viaje deba ser solventado por sus bolsillos.

“Dicen que como juegas en el campo, así eres en la vida”, agrega la moreliana, quien se enorgullece de haber aprendido del rugby la pasión, la disciplina, la toma de decisiones, el respeto hacia los demás y sobre todo, el saber levantarse y recuperarse cuando se pierde.

ORGANIZACIÓN HORIZONTAL

Es sábado y apenas asoma el sol. En la cancha de futbol de la Comisión Estatal de Cultura Física y Deporte (Cecufid), se mira a un grupo de mujeres cargando postes y llevándolos de un lado a otro.

Con esponja, cinta y todo lo que tengan a la mano, logran fijarlos en ambos lados bajo las medidas reglamentarias que exigen las porterías de rugby.

Cuando Valquirias decide organizar un torneo relámpago o partidos de exhibición, cada una de las integrantes ya es consciente de las funciones que debe realizar previamente, durante y después del evento deportivo. Están organizadas por comisiones y tratan de que nadie quede excluida de la distribución de labores.

Por un lado, está el grupo que se dedica a todo lo administrativo; es decir, su función es asegurarse de que los documentos del equipo se encuentren en forma, que estén correctamente inscritas a la Federación y que no falten las credenciales durante los partidos.

Después, se encuentra la comisión de logística, donde las integrantes se encargan de programar los viajes del equipo a otras ciudades, por lo que deben estar cotizando estancias, transporte, el gasto estimado de la gasolina, entre otros detalles.

Posteriormente, entra en acción el área de Tesorería. Ahí, las mujeres que conforman esta comisión administran el recurso de Valquirias y su misión es distribuirlo de forma correcta; pero además, cumplen con la labor de inspeccionar las necesidades que pueden llegar a tener durante la temporada, como la actualización de equipo deportivo.

Para complementar la estructura, cada temporada se elige a una jugadora como encargada general de la sociedad. Ésta, se hace acompañar de dos más que la estarán apoyando en sus funciones, pero sobre todo para que adquieran el aprendizaje y la movilidad que tiene cada comisión. La rotación de puestos es el eje principal del esquema de Valquirias.

EL RETO

Gabriela Arroyo sabe que hay mujeres con pasión escondida por el rugby y por el deporte en general. Mujeres que no se han atrevido a pisar una cancha. Pero no las juzga, lo entiende. Dice que los límites comienzan a construirse cuando de la boca de las personas nacen comentarios despectivos.

Ese juego es para machorras es una frase que ha escuchado una y otra vez a lo largo de estos siete años. Comparte que los problemas de aceptación vienen desde la familia, cuando a los padres les cuesta asimilar ver a su hija dándose de golpes en un campo y no jugando deportes más convencionales como el baloncesto.

Hay burla constante y comentarios con los que buscan hacerte sentir mal, ya cuando traes moretones producto del juego, lo primero que te dicen es que eso se ve mal en una señorita. Son ese tipo de cosas las que han impedido que lleguen chicas nuevas al equipo

Pero Gabriela lo tiene claro. Argumenta que en esta vida se trata de hacer lo que nadie quiere que hagas. Y el rugby, abunda, es la oportunidad para las mujeres de darse cuenta de la fuerza real que tienen, de hacer crecer la confianza en ellas mismas y superar sus límites todos los días, en cada decisión que vayan tomando.

Cuando patea un balón, cuando lo recibe o simplemente corre con él, Gabriela lanza un reto a todas las mujeres. Les asegura que después de jugar rugby ya no van a volver a ser las mismas. Se trata de una franca invitación a que se descubran en una nueva versión. “Será un parteaguas en sus vidas”, sentencia.

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