/ martes 24 de enero de 2023

Sucio, el moreliano que encontró juventud y rebeldía en el arte del graffiti

El creador reconoce que en su adolescencia involucrarse con esta práctica originaba sanciones por parte de la ley, situación que cambió con las nuevas generaciones

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Cuando me conectaron con el Sucio me advirtieron que se trataba de un privilegio el poder hablar con él. “Es de los grafiteros de antaño y de los mejores que tiene Morelia, un artista en toda la extensión de la palabra”.

Al conocerlo, lo primero que hizo fue negar el halago pese a los más de 25 años que lleva en el negocio, pero ante eso también me habían prevenido: “Es de perfil bajo, nunca anda de fanfarrón”.

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Sucio ha solicitado que no se revele su nombre en la entrevista, como si a sus 41 años prefiriera que se le siga conociendo por sus incontables trabajos que ha dejado plasmados en los muros de la ciudad, o bien, diseños más estructurados que se han convertido en su sustento económico.


El estilo de Sucio es reconocible por el diseño de los cuernos, ojos y dentadura de sus calaveras / Foto: Cortesía | Sucio


Si uno observa con paciencia las calles de Morelia, podrá observar calaveras que se replican y presentan ciertas particularidades como son los cuernos, ojos de tamaño significativo y una dentadura singular. Ahí está el Sucio.

Corrían los tiempos de Secundaria cuando le comenzó a llamar la atención que hubiera jóvenes que rayaran las paredes, era algo que se le hacía un tanto raro y diferente, entonces fue que decidió crear un camino en el mundo del graffiti.



“No creo ser bueno ni en este momento, solo es algo que me llamó mucho la atención, el comenzar a imitar firmas, más tarde hacer bombitas y piezas, pero para nada soy algo destacable, simplemente me gusta mucho hacerlo”.

Hace 25 años el internet todavía no estaba al alcance de la sociedad y Sucio se nutría de la cultura del grafiti con las pocas revistas disponibles que existían en la época, también a través de los mini reportajes que de vez en cuando salían en algunas publicaciones y fanzines austeros, pero, sobre todo, su formación se gestó en las calles.

Criado en la colonia Independencia bajo un contexto de drogas y violencia consuetudinaria, sus primeras firmas se plasmaron en ese lugar. Posteriormente, se halló en Lomas de Morelia, donde conoció a amigos con los que compartía el mismo gusto, también conocidos como “compañeros de cruz”.

El salir a rayar de manera ilegal lo define como un choque emocionante y transgresor, producto de una combinación explosiva entre juventud y rebeldía.


Foto: Carmen Hernández


“Me sigue gustando, aunque ya no lo practico tanto. Me llamaba mucho hacer cosas under, en lugares que no fueran tan visibles, porque eso te permite tener más tiempo para realizar tu trabajo”, reconoció.

En tiempos del Sucio, hablar del graffiti era introducirse en un ambiente totalmente estigmatizado por el entorno social y familiar. Con base en su experiencia, relata que el pintar una firma sobre la pared era una situación que te podía llevar a castigos excesivos de parte de la ley.

“Ahora me parece que socialmente es más aceptable, se tolera mejor e incluso ha tomado tintes de moda. El cambio ha sido drástico y es difícil marcar una diferencia tan grande porque poco a poco el graffiti se ha ido desenvolviendo con generaciones más recientes; entonces, en este momento, resulta insólito pensar que te podían meter a la cárcel, que te golpeaban o se presentaban riñas entre pandillas”.



Entre los mitos y realidades que giran alrededor del grafitero, admite que sí existe un desenvolvimiento hostil, callejero y lleno de tensión por la competencia, lo que en ocasiones culminaba en violencia innecesaria.

En su caso, celebra que tuvo una travesía invicta, esto al referirse que tuvo experiencias que lo llegaron a poner alerta y en la que tuvo que aprender a lidiar con situaciones incómodas como saber correr ante pedradas o la policía, aunque nada tan grave como otros testimonios que llegó a conocer y que prefiere omitir en la entrevista.

Si al Sucio de 15 años le hubieran sugerido que podía hacer del graffiti su modus de vida económico no lo creería. Al día de hoy, no logra identificar en qué momento la pasión se fue convirtiendo en su trabajo; sin embargo, teoriza sobre la importancia que tiene el sentirse satisfecho con lo que se hace, el querer siempre más, invertir tiempo en ello y entender que no hay un límite para el arte que se desea proyectar.


Graffiti / Foto: Pixabay


Esta entrega personal también implicó una metamorfosis familiar, pues si en un inicio los suyos pasaron por las fases de miedo, precaución, rechazo y enojo, con el paso de los años se percataron de que el interés en aquello que no entendían era real y ante eso, no quedó de otra que llegar a la aceptación.

“Siento mucha nostalgia de mis primeros trabajos cuando hacía bombitas y cosillas así, pero ahora he notado que busco hacer cosas que involucren el diseño, interiorismo y cosas estéticas, porque es ahí donde he recibido buena respuesta de los clientes y del público en general”.


Latas de pintura en spray / Foto: Pixabay


Cuando en una de esas tantas noches el Sucio llega a sentir el cosquilleo que lo llama a tomar sus latas para salir a las calles a pintar, la adrenalina regresa como en sus tiempos de juventud.

Aunque trata, le cuesta dar con las palabras para definir lo que el cuerpo experimenta: “Es un sabor muy único, es adictivo y difícilmente lo dejas”. Dice que no existe una explicación tangible de lo que significa ser grafitero, pero tras unos segundos de razonamiento, concluye que todo se delimita a la posibilidad de sentir algo de vida dentro de este viaje.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Cuando me conectaron con el Sucio me advirtieron que se trataba de un privilegio el poder hablar con él. “Es de los grafiteros de antaño y de los mejores que tiene Morelia, un artista en toda la extensión de la palabra”.

Al conocerlo, lo primero que hizo fue negar el halago pese a los más de 25 años que lleva en el negocio, pero ante eso también me habían prevenido: “Es de perfil bajo, nunca anda de fanfarrón”.

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Sucio ha solicitado que no se revele su nombre en la entrevista, como si a sus 41 años prefiriera que se le siga conociendo por sus incontables trabajos que ha dejado plasmados en los muros de la ciudad, o bien, diseños más estructurados que se han convertido en su sustento económico.


El estilo de Sucio es reconocible por el diseño de los cuernos, ojos y dentadura de sus calaveras / Foto: Cortesía | Sucio


Si uno observa con paciencia las calles de Morelia, podrá observar calaveras que se replican y presentan ciertas particularidades como son los cuernos, ojos de tamaño significativo y una dentadura singular. Ahí está el Sucio.

Corrían los tiempos de Secundaria cuando le comenzó a llamar la atención que hubiera jóvenes que rayaran las paredes, era algo que se le hacía un tanto raro y diferente, entonces fue que decidió crear un camino en el mundo del graffiti.



“No creo ser bueno ni en este momento, solo es algo que me llamó mucho la atención, el comenzar a imitar firmas, más tarde hacer bombitas y piezas, pero para nada soy algo destacable, simplemente me gusta mucho hacerlo”.

Hace 25 años el internet todavía no estaba al alcance de la sociedad y Sucio se nutría de la cultura del grafiti con las pocas revistas disponibles que existían en la época, también a través de los mini reportajes que de vez en cuando salían en algunas publicaciones y fanzines austeros, pero, sobre todo, su formación se gestó en las calles.

Criado en la colonia Independencia bajo un contexto de drogas y violencia consuetudinaria, sus primeras firmas se plasmaron en ese lugar. Posteriormente, se halló en Lomas de Morelia, donde conoció a amigos con los que compartía el mismo gusto, también conocidos como “compañeros de cruz”.

El salir a rayar de manera ilegal lo define como un choque emocionante y transgresor, producto de una combinación explosiva entre juventud y rebeldía.


Foto: Carmen Hernández


“Me sigue gustando, aunque ya no lo practico tanto. Me llamaba mucho hacer cosas under, en lugares que no fueran tan visibles, porque eso te permite tener más tiempo para realizar tu trabajo”, reconoció.

En tiempos del Sucio, hablar del graffiti era introducirse en un ambiente totalmente estigmatizado por el entorno social y familiar. Con base en su experiencia, relata que el pintar una firma sobre la pared era una situación que te podía llevar a castigos excesivos de parte de la ley.

“Ahora me parece que socialmente es más aceptable, se tolera mejor e incluso ha tomado tintes de moda. El cambio ha sido drástico y es difícil marcar una diferencia tan grande porque poco a poco el graffiti se ha ido desenvolviendo con generaciones más recientes; entonces, en este momento, resulta insólito pensar que te podían meter a la cárcel, que te golpeaban o se presentaban riñas entre pandillas”.



Entre los mitos y realidades que giran alrededor del grafitero, admite que sí existe un desenvolvimiento hostil, callejero y lleno de tensión por la competencia, lo que en ocasiones culminaba en violencia innecesaria.

En su caso, celebra que tuvo una travesía invicta, esto al referirse que tuvo experiencias que lo llegaron a poner alerta y en la que tuvo que aprender a lidiar con situaciones incómodas como saber correr ante pedradas o la policía, aunque nada tan grave como otros testimonios que llegó a conocer y que prefiere omitir en la entrevista.

Si al Sucio de 15 años le hubieran sugerido que podía hacer del graffiti su modus de vida económico no lo creería. Al día de hoy, no logra identificar en qué momento la pasión se fue convirtiendo en su trabajo; sin embargo, teoriza sobre la importancia que tiene el sentirse satisfecho con lo que se hace, el querer siempre más, invertir tiempo en ello y entender que no hay un límite para el arte que se desea proyectar.


Graffiti / Foto: Pixabay


Esta entrega personal también implicó una metamorfosis familiar, pues si en un inicio los suyos pasaron por las fases de miedo, precaución, rechazo y enojo, con el paso de los años se percataron de que el interés en aquello que no entendían era real y ante eso, no quedó de otra que llegar a la aceptación.

“Siento mucha nostalgia de mis primeros trabajos cuando hacía bombitas y cosillas así, pero ahora he notado que busco hacer cosas que involucren el diseño, interiorismo y cosas estéticas, porque es ahí donde he recibido buena respuesta de los clientes y del público en general”.


Latas de pintura en spray / Foto: Pixabay


Cuando en una de esas tantas noches el Sucio llega a sentir el cosquilleo que lo llama a tomar sus latas para salir a las calles a pintar, la adrenalina regresa como en sus tiempos de juventud.

Aunque trata, le cuesta dar con las palabras para definir lo que el cuerpo experimenta: “Es un sabor muy único, es adictivo y difícilmente lo dejas”. Dice que no existe una explicación tangible de lo que significa ser grafitero, pero tras unos segundos de razonamiento, concluye que todo se delimita a la posibilidad de sentir algo de vida dentro de este viaje.

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