/ sábado 12 de octubre de 2019

Resiente Mercado de Dulces pocas ventas

Entre sus pasillos se fusionan los colores y olores que desprenden los dulces tradicionales de coco, cajeta, leche y tamarindo con aquellos que vienen de las piezas artesanales

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Detrás de cuatro paredes de cantera rosa y de una fachada tradicional se esconde el más grande centro dulcero de Morelia, un espacio donde la tradición, el arte y los antojitos típicos del estado convergen para que foráneos y locales degusten de todo lo que Michoacán tiene por ofrecer: el Mercado de Dulces y Artesanías.

El mercado, ubicado en la esquina de la Avenida Madero con la calle Valentín Gómez Farías, data del año 1968 en lo que antes era el Colegio de los Jesuitas, lo que ahora es el Palacio Clavijero, según fuentes oficiales; sin embargo, no fue hasta finales de la década de los 80 que el comercio fue localizado al inmueble que ahora conocemos como el Mercado de Dulces.

Vendedores que se ubicaban en la Plaza Valladolid, así como aquellos que moraban en los alrededores de la Catedral de Morelia fueron reubicados a este espacio de arquitectura arqueada con bloques de cantera, aquéllos que contaran con productos tradicionales a la venta fueron el principal foco de atención.

Actualmente, el Mercado de Dulces o “Valentín Gómez Farías”, como es conocido por algunos morelianos, cuenta con 172 locales en los que se venden todo tipo de productos típicos de Michoacán, en su mayoría realizados por manos artesanas que trabajan los oficios desde hace décadas.

Entre sus pasillos se fusionan los colores y olores que desprenden los dulces tradicionales de coco, cajeta, leche y tamarindo con aquellos que vienen de las piezas artesanales de cuero, bordados, de barro, aluminio, cobre y cristalería.

La gastronomía dulcera del estado es tan variada que la lista es interminable de contar. El vendedor de “Dulcería Cupatitzio”, Antar Naranjo Hueramo, hizo un pequeño recuento de las delicias que se albergan en su comercio: cocadas, cajetas, obleas, glorias; además de productos envinados, rompope, charandas y mezcal.

Por el lado de las artesanías encontramos toda clase de productos hechos de madera, precisando que Michoacán es un estado que resalta por la fabricación de guitarras e instrumentos musicales de cuerdas; asimismo están a la venta juguetes de este material como carritos, ajedrez y otros juegos de mesa.

Ahora, que el lado de los textiles, el mercado alberga en su interior blusas bordadas, camisas, faldas y pantalones hechos a base de manta, un material que a decir de los vendedores, “permite al cuerpo respirar y sentirse fresco”.

Mientras que los productos hechos de piel son una garantía michoacana que no puedes dejar pasar, ya que los cinturones, bolsas y carteras que aquí puedas comprar tienen un sello de garantía impalpable, que a su vez es indudable.

No obstante, hay algo que preocupa terriblemente a los locatarios de dicho inmueble: las bajas ventas en lugar, lo que algunos señalan como “una pérdida del sentido de identidad y las tradicionales michoacanas”, consumidores locales prefieren de otras cosas antes de probar lo que en el estado se produce.

Cabizbaja, la señora Martha Flores, quien comercia en el local “Las delicias de Michoacán”, relata el recuerdo de otras épocas, cuando la vieja central camionera ubicada en la calle Eduardo Ruiz, funcionaba como el punto de llegada y salida de morelianos y visitantes, lo cuales en salida o llegada a la ciudad no dudaban en degustar de unos ricos ates.

Aquí, antes era diferente: nos llegaba gente por montón, cuando yo estaba niña, pues éste era el punto de encuentro de toda la gente que viajaba lejos de la ciudad y pues la mayoría de los que llegaban o se iban pasaban por aquí y se les antojaba que un ate, que una cocada; hasta los recuerditos se llevaban y pues ahora, nuestras ventas son bajas, no siempre, pero en el día a día son más los turistas gringos que los propios morelianos

Aún cuando el panorama para las ventas no es el idóneo, esto no significa que los comerciantes se desanimen, pues más allá de las ventas diarias, el Mercado de Dulces esconde en su interior una larga tradición familiar que se rehúsa a desaparecer, ya que entre los dueños de los locales existen quienes han trabajado en este oficio por generaciones, algunos hasta por 50 años.

Las historias de generación en generación son un elemento que se replica al conocer las memorias de quienes laboran en este centro de ventas; locatarios aseguran que el trabajo que comenzaron sus abuelos ha marcado su historia familiar al punto en que hermanos, primos y sobrinos ahora comparten los procesos de realización, venta y distribución.

Si bien, los vendedores no son quienes realizan los dulces o las artesanías, la tradición va más allá de quienes comercian los insumos, la otra cara de la moneda en la venta de los productos típicos son los proveedores que surten día con día los comercios.

Este es el caso de Arturo García Villagómez, proveedor de la empresa “Dulces Janitzio”, la cual se ubica en el municipio de Pátzcuaro, dedicada a la elaboración de dulces de coco con higo y dulces de leche, un oficio que ha estado en su familia por aproximadamente 40 años, en los cuales han surtido al Mercado de Dulces y sus comerciantes desde un inicio.

Es un trabajo de generaciones, mi abuelo, mi papá y ahora yo, somos pura familia los que estamos ahí laborando, somos siete personas, entre mis hermanos, mi papá y quienes nos ayudan eventualmente, (...) esto es una tradición, es algo con lo que uno nació, es algo que se hace con gusto

Así como Arturo, existen otros proveedores que no sólo surten al mercado “Valentín Gómez Farías”, sino que su territorio se extiende a otros espacios del municipio, mercados en general, tiendas de conveniencia y locales comerciales, quienes mencionan que aún cuando los panoramas no son los mismos de hace unas décadas, la labor por llevar el dulce a la boca de los comensales, no para.

Un gran referente de ello es Luis Campos, un proveedor de palanquetas de cacahuate, semillas, amaranto, ajonjolí, semillas de girasol y mucho más, quien comenzó su labor en el Centro de la ciudad desde los 10 años, surtiendo a más de 20 locales acompañando a su tío en las ventas; sin embargo, su labor se extiende mucho más allá, con el paso de años fueron ampliado su horizonte hasta llegar a proveer a algunos de los mercados más famosos de la ciudad, como el Mercado de Abastos o el Independencia.

Su trabajo, va más allá de la simple entrega de la mercancía. En el caso de la familia García Villagómez, la elaboración de media tonelada de sus dulces de coco y leche, les toma poco más de una semana y en el caso de las palanquetas del señor Luis, el elaborar 500 piezas diarias conlleva el trabajo de ocho manos obreras y seis horas de labor matutina.

Ambos comentan que, aunque el trabajo llega a ser cansado, laborioso y algunas ocasiones poco rentable, la labor que realizan es el algo que no cambiarían por nada, ya que el trabajar en la elaboración y distribución de dulces típicos michoacanos contribuye a un sentido de identidad, que ha ido perdiendo con el paso de las generación, a decir de Campos, una tarea que ahora es su responsabilidad.


Falta promover a los jóvenes el consumo, que prueben los productos elaborados aquí en Michoacán, es un producto típico pero la mercadotecnia que nos rodea aleja a los jóvenes de este tipo de tradición; ahora se van por otra clase de dulces a comer pura glucosa, si se comen una semilla, cacahuate, amaranto, es algo tradicional, algo que los chavos de ahora deberían de aprender a degustar

Tanto locatarios como proveedores mencionan una notoria falta en la cultura tradicional, tarea que adoptan con cariño, pues las paredes de cantera que albergan sus comercios son un hogar día con día y el promover la cultura michoacana, lo que se come y se viste, su fin último.

CITA:

Falta promover a los jóvenes el consumo, que prueben los productos elaborados aquí en Michoacán, es un producto típico pero la mercadotecnia que nos rodea aleja a los jóvenes

Luis Campos, dulcero michoacano


172, los locales con que cuenta el inmueble

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Detrás de cuatro paredes de cantera rosa y de una fachada tradicional se esconde el más grande centro dulcero de Morelia, un espacio donde la tradición, el arte y los antojitos típicos del estado convergen para que foráneos y locales degusten de todo lo que Michoacán tiene por ofrecer: el Mercado de Dulces y Artesanías.

El mercado, ubicado en la esquina de la Avenida Madero con la calle Valentín Gómez Farías, data del año 1968 en lo que antes era el Colegio de los Jesuitas, lo que ahora es el Palacio Clavijero, según fuentes oficiales; sin embargo, no fue hasta finales de la década de los 80 que el comercio fue localizado al inmueble que ahora conocemos como el Mercado de Dulces.

Vendedores que se ubicaban en la Plaza Valladolid, así como aquellos que moraban en los alrededores de la Catedral de Morelia fueron reubicados a este espacio de arquitectura arqueada con bloques de cantera, aquéllos que contaran con productos tradicionales a la venta fueron el principal foco de atención.

Actualmente, el Mercado de Dulces o “Valentín Gómez Farías”, como es conocido por algunos morelianos, cuenta con 172 locales en los que se venden todo tipo de productos típicos de Michoacán, en su mayoría realizados por manos artesanas que trabajan los oficios desde hace décadas.

Entre sus pasillos se fusionan los colores y olores que desprenden los dulces tradicionales de coco, cajeta, leche y tamarindo con aquellos que vienen de las piezas artesanales de cuero, bordados, de barro, aluminio, cobre y cristalería.

La gastronomía dulcera del estado es tan variada que la lista es interminable de contar. El vendedor de “Dulcería Cupatitzio”, Antar Naranjo Hueramo, hizo un pequeño recuento de las delicias que se albergan en su comercio: cocadas, cajetas, obleas, glorias; además de productos envinados, rompope, charandas y mezcal.

Por el lado de las artesanías encontramos toda clase de productos hechos de madera, precisando que Michoacán es un estado que resalta por la fabricación de guitarras e instrumentos musicales de cuerdas; asimismo están a la venta juguetes de este material como carritos, ajedrez y otros juegos de mesa.

Ahora, que el lado de los textiles, el mercado alberga en su interior blusas bordadas, camisas, faldas y pantalones hechos a base de manta, un material que a decir de los vendedores, “permite al cuerpo respirar y sentirse fresco”.

Mientras que los productos hechos de piel son una garantía michoacana que no puedes dejar pasar, ya que los cinturones, bolsas y carteras que aquí puedas comprar tienen un sello de garantía impalpable, que a su vez es indudable.

No obstante, hay algo que preocupa terriblemente a los locatarios de dicho inmueble: las bajas ventas en lugar, lo que algunos señalan como “una pérdida del sentido de identidad y las tradicionales michoacanas”, consumidores locales prefieren de otras cosas antes de probar lo que en el estado se produce.

Cabizbaja, la señora Martha Flores, quien comercia en el local “Las delicias de Michoacán”, relata el recuerdo de otras épocas, cuando la vieja central camionera ubicada en la calle Eduardo Ruiz, funcionaba como el punto de llegada y salida de morelianos y visitantes, lo cuales en salida o llegada a la ciudad no dudaban en degustar de unos ricos ates.

Aquí, antes era diferente: nos llegaba gente por montón, cuando yo estaba niña, pues éste era el punto de encuentro de toda la gente que viajaba lejos de la ciudad y pues la mayoría de los que llegaban o se iban pasaban por aquí y se les antojaba que un ate, que una cocada; hasta los recuerditos se llevaban y pues ahora, nuestras ventas son bajas, no siempre, pero en el día a día son más los turistas gringos que los propios morelianos

Aún cuando el panorama para las ventas no es el idóneo, esto no significa que los comerciantes se desanimen, pues más allá de las ventas diarias, el Mercado de Dulces esconde en su interior una larga tradición familiar que se rehúsa a desaparecer, ya que entre los dueños de los locales existen quienes han trabajado en este oficio por generaciones, algunos hasta por 50 años.

Las historias de generación en generación son un elemento que se replica al conocer las memorias de quienes laboran en este centro de ventas; locatarios aseguran que el trabajo que comenzaron sus abuelos ha marcado su historia familiar al punto en que hermanos, primos y sobrinos ahora comparten los procesos de realización, venta y distribución.

Si bien, los vendedores no son quienes realizan los dulces o las artesanías, la tradición va más allá de quienes comercian los insumos, la otra cara de la moneda en la venta de los productos típicos son los proveedores que surten día con día los comercios.

Este es el caso de Arturo García Villagómez, proveedor de la empresa “Dulces Janitzio”, la cual se ubica en el municipio de Pátzcuaro, dedicada a la elaboración de dulces de coco con higo y dulces de leche, un oficio que ha estado en su familia por aproximadamente 40 años, en los cuales han surtido al Mercado de Dulces y sus comerciantes desde un inicio.

Es un trabajo de generaciones, mi abuelo, mi papá y ahora yo, somos pura familia los que estamos ahí laborando, somos siete personas, entre mis hermanos, mi papá y quienes nos ayudan eventualmente, (...) esto es una tradición, es algo con lo que uno nació, es algo que se hace con gusto

Así como Arturo, existen otros proveedores que no sólo surten al mercado “Valentín Gómez Farías”, sino que su territorio se extiende a otros espacios del municipio, mercados en general, tiendas de conveniencia y locales comerciales, quienes mencionan que aún cuando los panoramas no son los mismos de hace unas décadas, la labor por llevar el dulce a la boca de los comensales, no para.

Un gran referente de ello es Luis Campos, un proveedor de palanquetas de cacahuate, semillas, amaranto, ajonjolí, semillas de girasol y mucho más, quien comenzó su labor en el Centro de la ciudad desde los 10 años, surtiendo a más de 20 locales acompañando a su tío en las ventas; sin embargo, su labor se extiende mucho más allá, con el paso de años fueron ampliado su horizonte hasta llegar a proveer a algunos de los mercados más famosos de la ciudad, como el Mercado de Abastos o el Independencia.

Su trabajo, va más allá de la simple entrega de la mercancía. En el caso de la familia García Villagómez, la elaboración de media tonelada de sus dulces de coco y leche, les toma poco más de una semana y en el caso de las palanquetas del señor Luis, el elaborar 500 piezas diarias conlleva el trabajo de ocho manos obreras y seis horas de labor matutina.

Ambos comentan que, aunque el trabajo llega a ser cansado, laborioso y algunas ocasiones poco rentable, la labor que realizan es el algo que no cambiarían por nada, ya que el trabajar en la elaboración y distribución de dulces típicos michoacanos contribuye a un sentido de identidad, que ha ido perdiendo con el paso de las generación, a decir de Campos, una tarea que ahora es su responsabilidad.


Falta promover a los jóvenes el consumo, que prueben los productos elaborados aquí en Michoacán, es un producto típico pero la mercadotecnia que nos rodea aleja a los jóvenes de este tipo de tradición; ahora se van por otra clase de dulces a comer pura glucosa, si se comen una semilla, cacahuate, amaranto, es algo tradicional, algo que los chavos de ahora deberían de aprender a degustar

Tanto locatarios como proveedores mencionan una notoria falta en la cultura tradicional, tarea que adoptan con cariño, pues las paredes de cantera que albergan sus comercios son un hogar día con día y el promover la cultura michoacana, lo que se come y se viste, su fin último.

CITA:

Falta promover a los jóvenes el consumo, que prueben los productos elaborados aquí en Michoacán, es un producto típico pero la mercadotecnia que nos rodea aleja a los jóvenes

Luis Campos, dulcero michoacano


172, los locales con que cuenta el inmueble

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