/ sábado 27 de agosto de 2022

Nominadas al Ariel y Santo Domingo Outfest participarán en el FICM

Las cineastas son egresadas del CCC y CUEC, los centros más importantes de cine en México y considerados rivales

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Desde su irrupción el cine mexicano con el largometraje Los días más oscuros de nosotras (2017), la mancuerna compuesta por Astrid Rondero y Fernanda Valadez demostró que se trata de voces realmente frescas, con una personalidad propia que les valió nominaciones al Ariel y cuatro premios en el Santo Domingo Outfest.

El Sol de Morelia conversó con ellas como parte del compendio 20 Cineastas Contemporáneas, en el marco de los primeros 20 años del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), una charla donde además nos adelantan sus nuevos proyectos.

Al preguntarles cómo nació su interés por el séptimo arte, la primera en tomar la voz es Astrid, quien refiere que la vena artística es de familia, pues su abuela era concertista y su abuelo un gran fanático del cine negro estadounidense, algo que le transmitieron desde su niñez. En cambio, Fernanda nació en Guanajuato, donde no había salas de cine, si acaso algún club que se abría de vez en cuando. “Eso me hizo amarlo más, porque la experiencia de ir a una sala a León o Irapuato era incomparable, pero al mismo tiempo, por ser tan complicado, me hizo moverme a la Ciudad de México para aplicar en las escuelas”.

Aquel mito de la rivalidad entre las dos academias más importantes en México (Centro de Capacitación Cinematográfica y Centro Universitario de Estudios Cinematrográficos) quedó hecho trizas cuando ambas se complementaron siendo parte de una y otra institución. En ese camino se conocieron y comenzaron a gestar el trabajo en conjunto. “No fue una decisión muy consciente, cuando conocí a Fernanda sentí que era la pieza que faltaba en mi comprensión del cine, como estudiante del CUEC nos habían enseñado a picar piedra, hacer todos los puestos antes de poder dirigir, una visión muy de trabajador de industria”, subraya Astrid, y agrega que su compañera tenía una visión más madura y de inmediato lograron acoplarse.

Quienes han acudido a las conferencias en festivales de cine como el de Morelia escuchan todo el esfuerzo que implica terminar una película, los años de espera, las innumerables gestiones para aplicar a los fondos económicos y el titánico esfuerzo para la distribución. ¿Cómo hacen para no rendirse?, les preguntamos.

Astrid asegura que ellas disfrutan la aventura de hacer cine, “es la parte que más nos emociona, hacemos cosas que en nuestra vida real jamás haríamos, como estar en lugares rarísimos, preocupándonos por temas que de otra manera no nos interesarían”. Valadez complementa: “En eso compartimos la pasión y el amor al hacer los proyectos; algo que compartimos de manera profunda es que el mayor entusiasmo viene de hacer las películas y no tanto de verlas terminadas, es decir, por supuesto hay que terminarlas, pero la parte gozosa es cuando uno las escribe, las va planeando, las filma, las editas, con todo y que es bastante doloroso por momentos”.

Un modelo autosustentable

Fernanda y Astrid han desarrollado un modelo de trabajo que implica prácticamente toda la ruta del cine, desde la escritura del guion hasta la distribución, algo que cuesta más, pero también controla cada etapa. Astrid dice que empezó así por necesidad, pero ya en el caso de Sin Señas Particulares, su más reciente largo, soltaron ciertos procesos y eso les ha provocado cierta frustración. “Vamos a empezar a hacer una película que es en el mismo formato en el que hemos hecho las demás y de inmediato recuperamos la confianza y el gusto por hacer las cosas. Entonces la respuesta sería en dos partes, por un lado la necesidad y por otra lo entendemos como parte integral de lo que hacemos”.

Si las condiciones para los cineastas nacionales nunca han sido las mejores, hoy parecen encontrar más trabas con la desaparición de fondos como el Fidecine y el Foprocine, de los que aún se mantienen deudas por las que nadie responde. En ese sentido, ambas coinciden en que la comunidad ha logrado cada política pública que incentiva las realizaciones, defendiendo presupuestos y compromisos, por lo que dicha eliminación “es un golpe muy fuerte” contra la de por sí tambaleante industria.

“Lo que sucede ahorita es que nos entregan a las plataformas, esa es la realidad; todo el talento que se ha sembrado en México producto de esas políticas públicas, que fueron conquistas del gremio, toda esa gente, ese talento, se va a entregar a la factura de cosas para la televisión”, lamenta Astrid.

Sin señas particulares (2020), su segundo largometraje que aborda la dolorosa historia de una mujer cuyo hijo está desaparecido, cosechó premios internacionales como Sundance, Lima, San Sebastián, Tesalónica, Estocolmo y Gotham Awards. ¿Qué están viendo los jurados de otros países en el cine mexicano?, les cuestionamos, a lo que Fernanda responde: “El cine mexicano y latinoamericano es sumamente rico, no es una coincidencia que cada año hay cineastas mexicanos y últimamente mujeres, que están siempre en los carteles de los festivales más importantes. Tiene que ver, probablemente, que tenemos una realidad tan compleja y demandante que historias nos sobran, pero también una tradición artística y cinematográfica de la que bebemos todos”.

Lo personal es político

Al analizar sus dos primeras cintas, hay quien encuentra como hilo conductor el duelo y la búsqueda, ¿pero qué hay de cierto en ello? Astrid toma la voz: “En eso nos conectamos mucho, en pérdidas que sucedieron desde que éramos jovencitas y ambas historias hablan de la posibilidad de encontrarte en otras personas a quienes perdiste, tanto en los personajes femeninos de Los días más oscuros de nosotras como en el caso de Sin señas particulares donde la madre que busca al hijo y encuentra una especie de sustituto”.

En este país, asegura, “todos estamos atravesados de alguna manera por la violencia y la pérdida, creo que esa reflexión es algo que tanto a Fernanda como a mí nos ha preocupado y particularmente fue en Sin señas donde más nos quedó claro que esta violencia y tragedia humanitaria cada vez más permea todas las áreas y se acerca a nosotros”.

Fernanda pone la mirada en el círculo completo, en cómo una idea personal es también una postura política: “Es una convicción que compartimos y por eso creemos que el cine es tan potente”.

Ser mujeres en un país que avanza lento en la equidad de género ha tenido su desgaste, pero se muestran optimistas. Aseguran que hay un cambio que tiene que ver también con políticas diferentes, dejando atrás ideas preconcebidas y arraigadas como que la genialidad estaba reservada para hombres heterosexuales.

Se viene película y serie documental

La nueva película que ya se cuece a su propio ritmo es Sujo, que esperan estrenar en 2024, pues están en la etapa de preproducción. Su trama, adelantaron, aborda la historia de de un niño que crece como huérfano del narco y la primera etapa de la ruta comenzará la próxima semana en Guanajuato.

Enemigas de quedarse quietas, también terminan de rodar una serie documental que se estrenará en streaming y en el cual participan más mujeres: “Es una nueva experiencia y por eso nos intrigó, nos conmovió y lo estamos terminando”, añadieron.

Para cerrar esta conversación, les preguntamos su balance sobre los 20 años del FICM, a lo que Astrid señala: “Es un festival que ha crecido de manera constante, siempre fiel a la idea de que el foco es el cine mexicano y no se ha dejado deslumbrar con otras cinematografías, sino que ha sido semillero de un montón de equipos de trabajo porque ha tenido varios laboratorios y cosas relacionadas a la formación”.

Fernanda lo celebra desde la virtud de crear un público no nada más en Morelia, sino en otras latitudes, algo que se potencializó en los dos años de pandemia con transmisión en sus propios canales digitales. “Es una plataforma importante de conexión con el público en un sentido amplio”, concluye.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Desde su irrupción el cine mexicano con el largometraje Los días más oscuros de nosotras (2017), la mancuerna compuesta por Astrid Rondero y Fernanda Valadez demostró que se trata de voces realmente frescas, con una personalidad propia que les valió nominaciones al Ariel y cuatro premios en el Santo Domingo Outfest.

El Sol de Morelia conversó con ellas como parte del compendio 20 Cineastas Contemporáneas, en el marco de los primeros 20 años del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), una charla donde además nos adelantan sus nuevos proyectos.

Al preguntarles cómo nació su interés por el séptimo arte, la primera en tomar la voz es Astrid, quien refiere que la vena artística es de familia, pues su abuela era concertista y su abuelo un gran fanático del cine negro estadounidense, algo que le transmitieron desde su niñez. En cambio, Fernanda nació en Guanajuato, donde no había salas de cine, si acaso algún club que se abría de vez en cuando. “Eso me hizo amarlo más, porque la experiencia de ir a una sala a León o Irapuato era incomparable, pero al mismo tiempo, por ser tan complicado, me hizo moverme a la Ciudad de México para aplicar en las escuelas”.

Aquel mito de la rivalidad entre las dos academias más importantes en México (Centro de Capacitación Cinematográfica y Centro Universitario de Estudios Cinematrográficos) quedó hecho trizas cuando ambas se complementaron siendo parte de una y otra institución. En ese camino se conocieron y comenzaron a gestar el trabajo en conjunto. “No fue una decisión muy consciente, cuando conocí a Fernanda sentí que era la pieza que faltaba en mi comprensión del cine, como estudiante del CUEC nos habían enseñado a picar piedra, hacer todos los puestos antes de poder dirigir, una visión muy de trabajador de industria”, subraya Astrid, y agrega que su compañera tenía una visión más madura y de inmediato lograron acoplarse.

Quienes han acudido a las conferencias en festivales de cine como el de Morelia escuchan todo el esfuerzo que implica terminar una película, los años de espera, las innumerables gestiones para aplicar a los fondos económicos y el titánico esfuerzo para la distribución. ¿Cómo hacen para no rendirse?, les preguntamos.

Astrid asegura que ellas disfrutan la aventura de hacer cine, “es la parte que más nos emociona, hacemos cosas que en nuestra vida real jamás haríamos, como estar en lugares rarísimos, preocupándonos por temas que de otra manera no nos interesarían”. Valadez complementa: “En eso compartimos la pasión y el amor al hacer los proyectos; algo que compartimos de manera profunda es que el mayor entusiasmo viene de hacer las películas y no tanto de verlas terminadas, es decir, por supuesto hay que terminarlas, pero la parte gozosa es cuando uno las escribe, las va planeando, las filma, las editas, con todo y que es bastante doloroso por momentos”.

Un modelo autosustentable

Fernanda y Astrid han desarrollado un modelo de trabajo que implica prácticamente toda la ruta del cine, desde la escritura del guion hasta la distribución, algo que cuesta más, pero también controla cada etapa. Astrid dice que empezó así por necesidad, pero ya en el caso de Sin Señas Particulares, su más reciente largo, soltaron ciertos procesos y eso les ha provocado cierta frustración. “Vamos a empezar a hacer una película que es en el mismo formato en el que hemos hecho las demás y de inmediato recuperamos la confianza y el gusto por hacer las cosas. Entonces la respuesta sería en dos partes, por un lado la necesidad y por otra lo entendemos como parte integral de lo que hacemos”.

Si las condiciones para los cineastas nacionales nunca han sido las mejores, hoy parecen encontrar más trabas con la desaparición de fondos como el Fidecine y el Foprocine, de los que aún se mantienen deudas por las que nadie responde. En ese sentido, ambas coinciden en que la comunidad ha logrado cada política pública que incentiva las realizaciones, defendiendo presupuestos y compromisos, por lo que dicha eliminación “es un golpe muy fuerte” contra la de por sí tambaleante industria.

“Lo que sucede ahorita es que nos entregan a las plataformas, esa es la realidad; todo el talento que se ha sembrado en México producto de esas políticas públicas, que fueron conquistas del gremio, toda esa gente, ese talento, se va a entregar a la factura de cosas para la televisión”, lamenta Astrid.

Sin señas particulares (2020), su segundo largometraje que aborda la dolorosa historia de una mujer cuyo hijo está desaparecido, cosechó premios internacionales como Sundance, Lima, San Sebastián, Tesalónica, Estocolmo y Gotham Awards. ¿Qué están viendo los jurados de otros países en el cine mexicano?, les cuestionamos, a lo que Fernanda responde: “El cine mexicano y latinoamericano es sumamente rico, no es una coincidencia que cada año hay cineastas mexicanos y últimamente mujeres, que están siempre en los carteles de los festivales más importantes. Tiene que ver, probablemente, que tenemos una realidad tan compleja y demandante que historias nos sobran, pero también una tradición artística y cinematográfica de la que bebemos todos”.

Lo personal es político

Al analizar sus dos primeras cintas, hay quien encuentra como hilo conductor el duelo y la búsqueda, ¿pero qué hay de cierto en ello? Astrid toma la voz: “En eso nos conectamos mucho, en pérdidas que sucedieron desde que éramos jovencitas y ambas historias hablan de la posibilidad de encontrarte en otras personas a quienes perdiste, tanto en los personajes femeninos de Los días más oscuros de nosotras como en el caso de Sin señas particulares donde la madre que busca al hijo y encuentra una especie de sustituto”.

En este país, asegura, “todos estamos atravesados de alguna manera por la violencia y la pérdida, creo que esa reflexión es algo que tanto a Fernanda como a mí nos ha preocupado y particularmente fue en Sin señas donde más nos quedó claro que esta violencia y tragedia humanitaria cada vez más permea todas las áreas y se acerca a nosotros”.

Fernanda pone la mirada en el círculo completo, en cómo una idea personal es también una postura política: “Es una convicción que compartimos y por eso creemos que el cine es tan potente”.

Ser mujeres en un país que avanza lento en la equidad de género ha tenido su desgaste, pero se muestran optimistas. Aseguran que hay un cambio que tiene que ver también con políticas diferentes, dejando atrás ideas preconcebidas y arraigadas como que la genialidad estaba reservada para hombres heterosexuales.

Se viene película y serie documental

La nueva película que ya se cuece a su propio ritmo es Sujo, que esperan estrenar en 2024, pues están en la etapa de preproducción. Su trama, adelantaron, aborda la historia de de un niño que crece como huérfano del narco y la primera etapa de la ruta comenzará la próxima semana en Guanajuato.

Enemigas de quedarse quietas, también terminan de rodar una serie documental que se estrenará en streaming y en el cual participan más mujeres: “Es una nueva experiencia y por eso nos intrigó, nos conmovió y lo estamos terminando”, añadieron.

Para cerrar esta conversación, les preguntamos su balance sobre los 20 años del FICM, a lo que Astrid señala: “Es un festival que ha crecido de manera constante, siempre fiel a la idea de que el foco es el cine mexicano y no se ha dejado deslumbrar con otras cinematografías, sino que ha sido semillero de un montón de equipos de trabajo porque ha tenido varios laboratorios y cosas relacionadas a la formación”.

Fernanda lo celebra desde la virtud de crear un público no nada más en Morelia, sino en otras latitudes, algo que se potencializó en los dos años de pandemia con transmisión en sus propios canales digitales. “Es una plataforma importante de conexión con el público en un sentido amplio”, concluye.

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