/ sábado 21 de diciembre de 2019

A qué le tiras cuando sueñas mexicano…

El reconocido compositor mexicano estuvo en sus útimos años en esta capital, vivía cómodamente a las afueras, allá por la Salida Guadalajara, yendo hacia la tenencia de Capula

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Chava Flores llegó a Morelia para morirse. Sí, es cierto que mientras estuvo en la ciudad a mediados de los 80´s también tuvo su programa de televisión y encabezó uno que otro proyecto pasajero. Pero principalmente, el compositor eligió la cantera rosa para pasar sus últimos años alejado de la vida pública y la asfixiante fama.

Y es que dice Jesús Isarraras Gutiérrez que no podemos elegir donde nacer, pero sí donde morir. Y él, que conoció a Chava Flores durante su paso por Morelia, no duda en teorizar que al llamado “cronista musical” simplemente le apeteció la capital michoacana para ser la sede de su retiro y de su adiós a este mundo.

Cuenta que la primera vez que vio a Chava Flores fue en un extinto café que llevaba el nombre de “Las Piñatas”. Debido a su actitud sencilla y a su entero afán por pasar desapercibido, era difícil pensar que el artista originario de la Ciudad de México podía estar justo ahí, bebiendo un café como si no fuera Chava Flores.

¿Tú eres Chava Flores?, le preguntó un incrédulo Jesús Isarraras, que por aquellos tiempos ya interpretaba canciones del compositor con guitarra en mano. “No, Chava Flores es mi hijo”, le respondió el artista con el sentido del humor que siempre lo caracterizó, tanto arriba como abajo del escenario.

Aficionado al aislamiento y a la vida rural, Chava Flores descartó la urbe como opción. Vivía cómodamente a las afueras de la ciudad, allá por la Salida Guadalajara, yendo hacia la tenencia de Capula. No tenía teléfono en casa y tampoco le interesaba hacerse de uno. Si querías hablar con él, había que tomar carretera y tocar directamente en la puerta de su hogar.

La relación con Chava Flores se consolidó a través de un poema que éste le regaló a Jesús Isarraras para que lo declamara en un concurso musical. A partir de ahí, vinieron las noches de bohemia, borracheras interminables en el Colibrí y un permanente intercambio de problemas de lógica que tanto gustaban a ambos.

Recuerdo a Chava Flores como alguien que siempre era alegre, fumador y bebedor; pero también sabía dar consejos, alguna vez me dijo ´Jesús, tú eres muy buen artista y a lo mejor nunca logras nada, pero no importa, nunca le limpies el cenicero a ningún hijo de la chingada'

Para Jesús Isarraras, una de las grandes virtudes que tenía Chava Flores como artista era que sabía retratar la realidad con ingenio y humor, sin la necesidad de usar un lenguaje inapropiado. “Él miraba para afuera, escribía canciones y se reía; miraba para adentro, escribía poemas y lloraba”.

Las canciones del compositor se convertían en propiedad del pueblo, quien de inmediato se sentía identificado con las descripciones que escuchaban del México que vivían a diario. Pero Chava Flores supo no ceder a las tentaciones del éxito y nunca se alejó del lugar al que pertenecía.

Relata Jesús Isarraras que durante su estancia en Morelia, el entonces gobernador del estado, Cuauhtémoc Cárdenas, habló con Chava Flores para preguntarle qué necesitaba para vivir más cómodamente, algo como un teléfono en casa, quizá. Indignado, el artista cuestionó al mandatario si sabía cuánta gente en la ciudad requería del servicio de agua potable. “Ve y atiende a tu pueblo”, le recomendó.

Una de las pocas presentaciones que ofreció Chava Flores en Morelia fue para recaudar fondos a beneficio de un jardín de niños y aunque fuera del escenario daba la impresión de ser un anciano vulnerable, en cuanto pisaba cualquier foro se convertía en un monstruo.

Jesús Isarraras describe aquel recital como dos horas continuas de risas. Ningún asistente pudo parar de carcajearse durante la presentación, mientras que los que estaban a las afueras del inmueble se lamentaban por no haber alcanzado un boleto.

Cuando murió Chava Flores, Jesús Isarraras se encontraba en la ciudad de Los Ángeles. Lamentó no haber podido estar un poco más cerca del tipo que reforzó en él la cualidad de la honestidad y la transparencia. Para cuando volvió, ya todo había pasado.

Ahora, 32 años después, Jesús se enorgullece de poder seguir interpretando sus temas y provocar que las nuevas generaciones se acerquen para preguntar de quién se trata, como si trataran de rescatarlo del olvido. Pero pueden estar tranquilos, la vigencia de Chava Flores sigue intacta.

Un después de chava flores

Quién sabe qué hubiera sido de Rolando López Monroy sin Chava Flores. El director de la agrupación Bola Suriana admite que el cruce con el compositor chilango fue fundamental para entender que la música iba ser el proyecto más importante en su vida.

Previo a los conciertos que ofrecería Chava Flores en el teatro Ocampo y en el Stella Inda, el “poeta del barrio” recibió la noticia de que a su guitarrista le era imposible viajar desde la Ciudad de México para estar presente como respaldo musical.

A Chava Flores no le importó la poca experiencia de Rolando López en grandes escenarios y sin más lo animó a que lo acompañara en las presentaciones. Aunque por aquellos años ya formaba parte de un trío que se hacía llamar “Los Guitarreros”, Rolando decía sentirse como alguien inapropiado para acompañar al cantautor.

Cuando salió al escenario y se enfrentó a un teatro completamente lleno, Rolando experimentó un nervio y una inseguridad inusual. Pero al mismo tiempo, relata que la emoción fue indescriptible, era la posibilidad de estar con un señor que era capaz de conmover y hacer reír al mismo tiempo. “Claro que te imponía” reconoce.

Si bien la oportunidad era motivante, Rolando combatió en todo momento el pánico escénico, trataba de pisar con cuidado y procurando no dejar mal parado a Chava Flores, pero éste hacía mofa hasta de los errores musicales.

Siempre me dio el voto de confianza y para mí fue una experiencia tremenda, me hizo ver que podía hacer cosas, tener la capacidad para desarrollarme en la música. Es de esas personas que te dejan marcado de por vida, por lo noble y sencillo que era

Rolando López solía encontrarse con Chava Flores en la colonia Indeco. En aquel tiempo, al compositor le daba por visitar a unos amigos profesores que vivían justo en esa zona. Los domingos eran pues, noches de bohemia, juegos de baraja y muchas anécdotas del gremio artístico. Todo transcurría siempre con cigarro en mano.

“Tenía un conocimiento amplio de todo, le gustaba hablar de las tradiciones mexicanas, de cómo eran los barrios donde creció, era como conversar con sus canciones, siempre tenía una postura crítica a la cuestión política, a la corrupción”.

Después de aquellas dos presentaciones en teatros atiborrados, Rolando López decidió que su camino no era la música comercial en bares y fiestas. Dice que fue la inspiración del compositor lo que le hizo adentrarse al folclore, a lo tradicional. Se dedicó a hacer lo que realmente quería.

En este mes de diciembre, Bola Suriana cumple 30 años de trayectoria musical, de cantar de aquí para allá. Chava Flores es alguien que debería estar en el festejo.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Chava Flores llegó a Morelia para morirse. Sí, es cierto que mientras estuvo en la ciudad a mediados de los 80´s también tuvo su programa de televisión y encabezó uno que otro proyecto pasajero. Pero principalmente, el compositor eligió la cantera rosa para pasar sus últimos años alejado de la vida pública y la asfixiante fama.

Y es que dice Jesús Isarraras Gutiérrez que no podemos elegir donde nacer, pero sí donde morir. Y él, que conoció a Chava Flores durante su paso por Morelia, no duda en teorizar que al llamado “cronista musical” simplemente le apeteció la capital michoacana para ser la sede de su retiro y de su adiós a este mundo.

Cuenta que la primera vez que vio a Chava Flores fue en un extinto café que llevaba el nombre de “Las Piñatas”. Debido a su actitud sencilla y a su entero afán por pasar desapercibido, era difícil pensar que el artista originario de la Ciudad de México podía estar justo ahí, bebiendo un café como si no fuera Chava Flores.

¿Tú eres Chava Flores?, le preguntó un incrédulo Jesús Isarraras, que por aquellos tiempos ya interpretaba canciones del compositor con guitarra en mano. “No, Chava Flores es mi hijo”, le respondió el artista con el sentido del humor que siempre lo caracterizó, tanto arriba como abajo del escenario.

Aficionado al aislamiento y a la vida rural, Chava Flores descartó la urbe como opción. Vivía cómodamente a las afueras de la ciudad, allá por la Salida Guadalajara, yendo hacia la tenencia de Capula. No tenía teléfono en casa y tampoco le interesaba hacerse de uno. Si querías hablar con él, había que tomar carretera y tocar directamente en la puerta de su hogar.

La relación con Chava Flores se consolidó a través de un poema que éste le regaló a Jesús Isarraras para que lo declamara en un concurso musical. A partir de ahí, vinieron las noches de bohemia, borracheras interminables en el Colibrí y un permanente intercambio de problemas de lógica que tanto gustaban a ambos.

Recuerdo a Chava Flores como alguien que siempre era alegre, fumador y bebedor; pero también sabía dar consejos, alguna vez me dijo ´Jesús, tú eres muy buen artista y a lo mejor nunca logras nada, pero no importa, nunca le limpies el cenicero a ningún hijo de la chingada'

Para Jesús Isarraras, una de las grandes virtudes que tenía Chava Flores como artista era que sabía retratar la realidad con ingenio y humor, sin la necesidad de usar un lenguaje inapropiado. “Él miraba para afuera, escribía canciones y se reía; miraba para adentro, escribía poemas y lloraba”.

Las canciones del compositor se convertían en propiedad del pueblo, quien de inmediato se sentía identificado con las descripciones que escuchaban del México que vivían a diario. Pero Chava Flores supo no ceder a las tentaciones del éxito y nunca se alejó del lugar al que pertenecía.

Relata Jesús Isarraras que durante su estancia en Morelia, el entonces gobernador del estado, Cuauhtémoc Cárdenas, habló con Chava Flores para preguntarle qué necesitaba para vivir más cómodamente, algo como un teléfono en casa, quizá. Indignado, el artista cuestionó al mandatario si sabía cuánta gente en la ciudad requería del servicio de agua potable. “Ve y atiende a tu pueblo”, le recomendó.

Una de las pocas presentaciones que ofreció Chava Flores en Morelia fue para recaudar fondos a beneficio de un jardín de niños y aunque fuera del escenario daba la impresión de ser un anciano vulnerable, en cuanto pisaba cualquier foro se convertía en un monstruo.

Jesús Isarraras describe aquel recital como dos horas continuas de risas. Ningún asistente pudo parar de carcajearse durante la presentación, mientras que los que estaban a las afueras del inmueble se lamentaban por no haber alcanzado un boleto.

Cuando murió Chava Flores, Jesús Isarraras se encontraba en la ciudad de Los Ángeles. Lamentó no haber podido estar un poco más cerca del tipo que reforzó en él la cualidad de la honestidad y la transparencia. Para cuando volvió, ya todo había pasado.

Ahora, 32 años después, Jesús se enorgullece de poder seguir interpretando sus temas y provocar que las nuevas generaciones se acerquen para preguntar de quién se trata, como si trataran de rescatarlo del olvido. Pero pueden estar tranquilos, la vigencia de Chava Flores sigue intacta.

Un después de chava flores

Quién sabe qué hubiera sido de Rolando López Monroy sin Chava Flores. El director de la agrupación Bola Suriana admite que el cruce con el compositor chilango fue fundamental para entender que la música iba ser el proyecto más importante en su vida.

Previo a los conciertos que ofrecería Chava Flores en el teatro Ocampo y en el Stella Inda, el “poeta del barrio” recibió la noticia de que a su guitarrista le era imposible viajar desde la Ciudad de México para estar presente como respaldo musical.

A Chava Flores no le importó la poca experiencia de Rolando López en grandes escenarios y sin más lo animó a que lo acompañara en las presentaciones. Aunque por aquellos años ya formaba parte de un trío que se hacía llamar “Los Guitarreros”, Rolando decía sentirse como alguien inapropiado para acompañar al cantautor.

Cuando salió al escenario y se enfrentó a un teatro completamente lleno, Rolando experimentó un nervio y una inseguridad inusual. Pero al mismo tiempo, relata que la emoción fue indescriptible, era la posibilidad de estar con un señor que era capaz de conmover y hacer reír al mismo tiempo. “Claro que te imponía” reconoce.

Si bien la oportunidad era motivante, Rolando combatió en todo momento el pánico escénico, trataba de pisar con cuidado y procurando no dejar mal parado a Chava Flores, pero éste hacía mofa hasta de los errores musicales.

Siempre me dio el voto de confianza y para mí fue una experiencia tremenda, me hizo ver que podía hacer cosas, tener la capacidad para desarrollarme en la música. Es de esas personas que te dejan marcado de por vida, por lo noble y sencillo que era

Rolando López solía encontrarse con Chava Flores en la colonia Indeco. En aquel tiempo, al compositor le daba por visitar a unos amigos profesores que vivían justo en esa zona. Los domingos eran pues, noches de bohemia, juegos de baraja y muchas anécdotas del gremio artístico. Todo transcurría siempre con cigarro en mano.

“Tenía un conocimiento amplio de todo, le gustaba hablar de las tradiciones mexicanas, de cómo eran los barrios donde creció, era como conversar con sus canciones, siempre tenía una postura crítica a la cuestión política, a la corrupción”.

Después de aquellas dos presentaciones en teatros atiborrados, Rolando López decidió que su camino no era la música comercial en bares y fiestas. Dice que fue la inspiración del compositor lo que le hizo adentrarse al folclore, a lo tradicional. Se dedicó a hacer lo que realmente quería.

En este mes de diciembre, Bola Suriana cumple 30 años de trayectoria musical, de cantar de aquí para allá. Chava Flores es alguien que debería estar en el festejo.

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