Líder y capitana dentro y fuera del campo de juego, no sólo tenía a su cargo la organización y el mando de su equipo, sino que también fue pionera del futbol llanero en la rama femenil, allá en su natal Tabelojeca, Los Mochis, Sinaloa.
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Silvia fue la segunda hija de cinco del matrimonio Montiel Acosta; era una persona fuerte, a pesar de todas la adversidades, supo salir adelante y buscaba la manera de no quedarse estancada, estudió hasta el bachillerato y fue muy trabajadora, así la recuerda su hermana menor, María Guadalupe.
"Desde que tengo uso de razón fue muy activa en los deportes; jugó softbol y los últimos años de su vida se la llevó jugando futbol, siempre le gustó, tanto verlo como practicarlo", recordó.
Empezó a jugar desde que tenía 20 años, su posición era en la delantera y de vez en cuando la hacía de portera también. Buscaba y motivaba a más mujeres del pueblo, para que se animaran a practicar este deporte y pudieran competir contra las contrincantes de otros ejidos.
"Había equipos de hombres, pero no de mujeres, se podría decir que fue pionera, que yo sepa no había antes equipo, ella comenzó a motivar a las muchachas para que se interesaran en jugar fútbol", agregó.
Era además la que buscaba patrocinadores para solventar gastos y comprar uniformes, nombró al quipo "K-bronas" y como también le gustaba dibujar y hacer lettering, creó el logo del club.
No eran competencias grandes en la rama femenil, apenas y se completaban cuatro equipos y aunque disputaban los partidos en un campo de tierra y piedras, procuraban cooperarse para comprar trofeos y premiar a las mejores jugadoras.
"Su equipo favorito era el América, ella siempre me hablaba de Salvador Cabañas, pero siendo los jugadores americanistas a todos los admiraba, cada que jugaban ella no se perdían ningún partido", contó
Ningún integrante de la familia era aficionado al futbol, pero por Silvia, hasta su otra hermana, Cristina, se unió al equipo, mientras que Lupita y su mamá, Marina, asistían a echarles porras.
"Me invitaba a que fuéramos a jugar, aunque no soy aficionada al futbol, pero al verla a ella jugando me daba la emoción, mi mamá nunca se perdía ningún partido, de hecho ella tampoco era aficionada y ahora sí, porque así es como la recuerda", mencionó.
Para poder seguir buscando el sustento, Silvia se mudó a la ciudad de Los Mochis por allá en el 2015, donde por las mañanas trabajaba vendiendo tacos al vapor y por la tarde-noche en una fábrica que elaboraba piezas eléctricas, ahí siguió jugando.
Al quedarse sin líder y capitana, el equipo del ejido poco a poco se fue desintegrando, algunas jugadoras se casaron, otras se embarazaron y fue muy difícil mantenerlas unidas a la distancia, por lo que se fue perdiendo el interés, incluso hoy día ya no existe ningún equipo.
A Silvia la internaron de urgencia el 12 de junio del 2020 en la clínica del seguro, le detectaron un avanzado cáncer gástrico y desafortunadamente, con 30 años de edad, perdió la vida el 12 de julio. Su última voluntad, dice Lupita, era que la enterraran con su camisa del América.
No obstante, por la contingencia sanitaria del Covid-19 no fue posible, pues su cuerpo se contaminó al estar en un área Covid. La caja la entregaron sellada y envuelta en una película de plástico, antes de ser forrado el ataúd, su hermana le alcanzó a poner unas cuantas playeras.
Este 2 de noviembre, será el segundo año en que los Montiel Acosta honren la memoria y vida de su hija y hermana de una manera diferente; acudirán al panteón, le prenderán una veladora y estarán ahí conviviendo, así como se acostumbra cada Día de Muertos en Tabelojeca.
La ilusión de la familia es que para ese día su tumba ya pueda tener una lápida "bonita" y por qué no, recordarla también con aquel caldo de panela preparado por su madre que tanto le gustaba.