NAHUATZEN, Mich.- “Nos lastimaron a todos; lo que le hicieron al presidente nos duele a todos los que somos de Nahuatzen”, señaló una mujer adulta, a la que el reboso le sirve para taparse el sol y el viento, ya que a pesar de ser abril, se siente un aire helado en esta zona de la Meseta Purépecha.
Es un día después de la noticia que revolvió el estómago, un día después de que Nahuatzen sufriera por la violencia, por la intolerancia; un día después del asesinato de David Otlica, presidente municipal.
Para llegar a Nahuatzen, desde Uruapan se optó por cortar camino por la comunidad de Quinceo, se entró a Nahuatzen por una de sus comunidades más emblemáticas, Arantepacua, donde barricadas en el acceso con jóvenes prestos a interrogar a todo el vehículo que accede, armados con rifles de asalto, ya esperaba.
Las calles del Centro del pueblo lucen los estragos de la batalla campal que habitantes de Nahuatzen sostuvieron el pasado día martes: pedazos de tabique, piedras, botellas rotas, palos; una batalla de pueblo contra pueblo, unos simpatizantes del edil asesinado, los otros, simpatizantes del Concejo Ciudadano Indígena.
Un refresco y unas galletas que compraron en la tiendita más cercana sirven para amortiguar el hambre que producen las horas en espera, los elementos de la Policía Michoacán están en las calles que colindan con la Presidencia Municipal; los escudos y equipos antimotines están recargados sobre las paredes, en las patrullas y autobuses, esperando la orden de guardarlos para retirarse del lugar.
Otros más, los menos, están en la plaza pendientes de los movimientos de los ciudadanos, de las pláticas y de los comportamientos; hay un grupo de trabajadores del Ayuntamiento que tratan de organizarse para los servicios fúnebres del edil; van de un lado a otro, hacen llamadas, aprueban y desaprueban ideas y aportes.
En el portal de la Presidencia Municipal se impone un altar, una lona grande con una foto en blanco y negro de David Otlica, la cual se aprecia desde cualquier punto de la plaza; flores y una cruz formada por veladoras remata el lugar donde estaría el cuerpo del presidente municipal de Nahuatzen, para que se le rinda un homenaje.
En la casa comunal, sede del CCI de Nahuatzen, impera la desconfianza, todos son enemigos hasta que demuestran lo contrario; unos jóvenes nos reciben y al tiempo que cierran el paso preguntan el motivo de la presencia, aunque sea la banqueta, una vez que nos identificamos, nos informan que por el momento no habrá ni declaraciones, ni entrevistas ni comunicados.
La gente no quiere hablar, en su rostro además de tristeza se refleja la incertidumbre, ¿qué le espera a Nahuatzen? ¿Hasta cuándo los responsables de brindar las condiciones adecuadas para la sociedad podrán trabajar?
