Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Tener tres pitbulls machos en casa sonaría una mala idea para cualquiera. No lo fue para Mariana Bazani y su esposo Javier Lara, quienes desde hace varios años, el ser rescatistas de perros forma parte de su genética cotidiana y una actividad que desde ahora han comenzado a heredar a sus dos hijos.
Al primer rescate de Mariana a los 19 años de edad, le siguieron otro y otro. Luego de más de 20 años de activismo, la casa donde habitan actualmente ha tenido que ser modificada bajo la improvisación y la creatividad para generar una sana convivencia entre los 7 perros que tienen actualmente.
Con puertas instaladas estratégicamente y barreras montadas en ciertas zonas de la casa, Mariana y Javier han sabido marcar los espacios para que cada perro pueda gozar de su individualidad sin sentirse invadido, pero que al mismo tiempo tengan la capacidad de vivir en manada sin conflicto alguno.
Yo vivía en la Ciudad de México y solía escuchar la radio con Mariano Osorio, quien constantemente pedía ayuda para los perros en situación de calle, entonces comencé a donar croquetas y fue que conocí a una asociación que esterilizaba a bajo costoMariana Bazani
Ya estando en Morelia, su primer rescate fue un pitbull y a partir de ahí todo derivó en invitaciones a ferias de adopción, a rescatar a otros perros, incursionar en asociaciones animalistas y crear su propio grupo de trabajo.
Si se le pregunta sobre el caso más triste y doloroso de rescate, no duda en recordar a aquel pitbull que fue decomisado de una veterinaria de la colonia Prados Verdes. Se trataba de un macho negro que no lograba encontrar hogar, “lo dimos en adopción y a las 15 horas ya nos lo estaban devolviendo”.
Por la mala vida que había llevado en el pasado, su situación era complicada y se trataba de un perro que generaba ansiedad. Se comía todo lo que encontraba a su paso hasta que un mal día registró una obstrucción intestinal y murió.
Es cansada la labor, todos los días que agarramos uno y se va, siempre decimos que no más. Pero al día siguiente aparece otro y ahí estamos de nuevo. De 10 perros que miras en la calle, piensas en su situación y hay alguno que te va llamar y por ese vamos
La dinámica diaria implica tener una coordinación exacta entre los cuatro integrantes de la familia. Todos llevan bolsas para las heces, se mantienen en constante comunicación para evitar que los perros se salgan y Javier se encarga de pasearlos, sin importar si llueve o relampaguea.
Para Mariana, la cultura de adopción en la ciudad ha ido en ascenso. Sin embargo, como activista tiene una máxima: “Todos son candidatos a adoptar hasta que me demuestran lo contrario”. Y es que argumenta que de poco sirven las buenas intenciones, cuando no todos tienen las posibilidades reales de atender a un perro y su plan es tenerlo amarrado o en una azotea.
¿Qué es lo mejor de haber elegido este estilo de vida? Javier dice que el poder promover dentro de la familia la empatía con un ser vivo. “Hoy nos cansamos, pero mañana le seguimos. Eso es lo que nos mueve y que mis hijos lo vivan también es un valor muy alto porque se despierta en ellos esa compasión por los animales”.
Pero también es difícil. Mariana explica que el lazo emocional que se llega a crear con un perro rescatado es muy fuerte. “Naturalmente los cuidas para que toda la vida estén bien y cuando llega el momento de darlo en adopción cuesta”.
Esos momentos los define como una lucha entre lo emocional y lo racional. Entender que si te quedas con uno, ya no va poder llegar otro que también los necesita. Y es que a veces, confiesa, da la impresión de que todos los perros “quieren ser nuestros”.
Una pequeña manada
Fue Tribilin. Hace 7 años Adrián Murillo Ayala caminaba por el centro de la ciudad cuando un perro se cruzó con él. En ese momento le nació ayudarlo. Le dio comida, agua, lo llevó al doctor y sin darse cuenta había concretado su primer rescate de manera improvisada. Lo llamó Tribilin, actualmente sigue con él y forma parte de los 22 perros que conforman su manada.
No me imaginé llegar a tener 22 perros, fue algo que se dio gradualmente. Muchos de los animales que rescaté no encontraron hogar por ser criollos o de tallas grandes, eso los hace poco atractivos para la mayoría, entonces se fueron quedando y decidí adoptarlos
Para atender a sus 22 perros, Adrián comparte que el gasto mensual asciende a los 3 mil 500 pesos. Pero también requiere de una importante inversión de tiempo. Por la mañana, se alista para asearles su espacio individual, los alimenta y los saca a pasear en grupos.
Asegura que la memoria no le falla y tiene presente el nombre de cada uno de sus perros. Eso sí, ha implementado un sistema de registro para llevar un orden al momento de alimentarlos y procurar que todos reciban su dotación de croquetas y agua.
Al inicio mi mamá no estaba muy de acuerdo con esto, pero al final terminó amándolos. A mis familiares trato de hacerles consciencia de que son seres vivos que también merecen una oportunidad
En esta aventura rescatista, Adrián se acompaña de su esposa y su hija de 9 meses. Reconoce que su pareja lo ha sabido entender pese a que en ocasiones no se muestra del todo convencida. “Sabe que tengo corazón de pollo y termina aceptándolo”.
Atender a 22 perros es cansado, pero presume que a final de cuentas es su familia. Considera que la satisfacción y el pago se encuentra en cambiarles radicalmente sus circunstancias de vida: de no tener ninguna oportunidad a llegar a un lugar donde encuentran comida, techo y juego.
El último perro que Adrián decidió adoptar fue Dante, un can que se caracterizaba por seguir los recorridos de las bicicletas por la avenida Madero. Le costó 15 días dar con él y poder llevarlo a casa.
Si se le pregunta si en su manada todavía tiene cabida un miembro más, Adrián duda pero intenta ser racional. Dice que por el bienestar de ellos y de la familia, sería complicado tener a uno más porque implica un compromiso de atenderlos.
“Uno llega a establecer un límite por el bienestar de todos, no se trata de volverse un acumulador y que estén mal atendidos” dice Adrián como tratando de convencerse a sí mismo.