/ lunes 22 de abril de 2019

Niños jornaleros, las víctimas silenciosas

Los pequeños no tienen acceso a servicios elementales, y comúnmente ni siquiera tienen identidad

Adelicia tenía tan solo seis años cuando murió ahogada en un aljibe que se encontraba al interior del albergue de jornaleros agrícolas de Yurécuaro. Su muerte atrajo la atención nacional hacia las precarias condiciones de los niños que viajan con sus padres para trabajar de manera temporal en los campos michoacanos, y si bien se realizaron mejoras físicas en estos espacios de la entidad, aún prevalece la precariedad y la falta de políticas públicas que sean suficientes para atender a este sector.

Fue en 2014 cuando la pequeña se despidió de Marcelina, su madre, cerca de las 6:00 de la mañana, durmió por dos horas más y luego se levantó para realizar su rutina diaria, ella no acompañaba a su mamá a los campos, pero debía atenderse sola por más de ocho horas diarias.

Quería bañarse en la mañana, lo hacía a jicarazos y con agua fría, a la intemperie, pues el albergue no contaba con regaderas; se acercó al aljibe para llenar una cubeta con agua, pero al inclinarse hacia la orilla cayó dentro. Nadie escuchó sus gritos.

Cuando Marcelina volvió y no la encontró, se organizó una improvisada búsqueda de la niña, hasta que fue encontrada en el interior del aljibe.

Tras el novenario de Adelicia, su madre dejó el albergue para rentar un cuarto, del que finalmente fue desalojada, pues los otros inquilinos no soportaban que Marcelina todos los días sufría crisis nerviosas al recordar a su hija muerta.

En Michoacán trabajan 120 mil niños en los campos agrícolas, según el último reporte de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), que data de 2017.

OBLIGADOS A ATENDER


El dramático caso de Adelicia obligó a las autoridades a mirar las condiciones en las que viven cientos de niños jornaleros, cuyo número ni siquiera está cuantificado, pero acompañan a por lo menos siete mil familias que cada temporal se instalan en los municipios de Yurécuaro y Tanhuato.

Por este caso, la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH) inició una queja de oficio y posteriormente el incidente se turnó a la Comisión Nacional, del que derivó la recomendación 37/2015, que obligó a las autoridades federales a mejorar las condiciones de los albergues.

De acuerdo con el visitador regional de Zamora, Víctor Villanueva Hernández, los niños además de afrontar la falta de condiciones de seguridad en los alberges, son sacados del ciclo escolar, se ven obligados a trabajar o como Adelicia, pasar largas horas sin el cuidado de sus padres y con mucha frecuencia llegan sin siquiera contar con su registro civil, lo que los deja desprotegidos al no contar con una identidad.


La tragedia sirvió para que las autoridades estatales y municipales atendieran el tema de los albergues

Víctor Villanueva Hernández


Recordó que se hicieron importantes mejoras estructurales y de seguridad en los albergues de Tanhuato y Yurécuaro a raíz de este caso, pero sigue siendo un problema el tema administrativo, pues la Federación, al concluir los albergues, los cedió a los municipios y a su vez, ante la falta de recursos para sostenerlos, las comunas responsabilizan al gobierno federal de su operatividad.

Esta situación a la postre permite violaciones como las que se registraron en 2017, en la que la Policía Municipal cobraba a los moradores de los albergues, además de que genera que los albergues se deterioren y fallen los servicios básicos.


ESTANCIAS INFANTILES


Cuando Adelina sufrió el accidente en Yurécuaro, las estancias infantiles con las que cuenta el albergue estaban cerradas “y en un abandono tal, que las estancias que ya estaban construidas se cerraron, y esto ocasionó que sucediera la tragedia, porque ella debió estar en la estancia”, recordó Villanueva Hernández.

Derivado de ello, se ordenó que se abrieran otra vez las estancias y se destinaran recursos, por lo que desde entonces están funcionando “y son importantes, porque los jornaleros migrantes ya tienen dónde dejar a sus hijos y no llevarlos a áreas agrícolas. Hay una estancia infantil en Yurécuaro y otra en Tanhuato y han estado funcionando desde ese entonces”.

Sin embargo reconoció que hasta la fecha la atención que brindan las estancias no cubre la totalidad de la población infantil.

Asimismo, señaló que el Programa de Educación Básica para Niñas y Niños de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes, mediante el que se brindan servicios educativos a la población jornalera, tiene serias dificultades, pues “los jornaleros llegan en un ciclo que no coincide con el ciclo educativo, entonces se tienen que implementar estrategias más efectivas para adecuarse a la necesidad de los jornaleros, porque ellos traen su recorrido durante el año”.

Adelicia tenía tan solo seis años cuando murió ahogada en un aljibe que se encontraba al interior del albergue de jornaleros agrícolas de Yurécuaro. Su muerte atrajo la atención nacional hacia las precarias condiciones de los niños que viajan con sus padres para trabajar de manera temporal en los campos michoacanos, y si bien se realizaron mejoras físicas en estos espacios de la entidad, aún prevalece la precariedad y la falta de políticas públicas que sean suficientes para atender a este sector.

Fue en 2014 cuando la pequeña se despidió de Marcelina, su madre, cerca de las 6:00 de la mañana, durmió por dos horas más y luego se levantó para realizar su rutina diaria, ella no acompañaba a su mamá a los campos, pero debía atenderse sola por más de ocho horas diarias.

Quería bañarse en la mañana, lo hacía a jicarazos y con agua fría, a la intemperie, pues el albergue no contaba con regaderas; se acercó al aljibe para llenar una cubeta con agua, pero al inclinarse hacia la orilla cayó dentro. Nadie escuchó sus gritos.

Cuando Marcelina volvió y no la encontró, se organizó una improvisada búsqueda de la niña, hasta que fue encontrada en el interior del aljibe.

Tras el novenario de Adelicia, su madre dejó el albergue para rentar un cuarto, del que finalmente fue desalojada, pues los otros inquilinos no soportaban que Marcelina todos los días sufría crisis nerviosas al recordar a su hija muerta.

En Michoacán trabajan 120 mil niños en los campos agrícolas, según el último reporte de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), que data de 2017.

OBLIGADOS A ATENDER


El dramático caso de Adelicia obligó a las autoridades a mirar las condiciones en las que viven cientos de niños jornaleros, cuyo número ni siquiera está cuantificado, pero acompañan a por lo menos siete mil familias que cada temporal se instalan en los municipios de Yurécuaro y Tanhuato.

Por este caso, la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH) inició una queja de oficio y posteriormente el incidente se turnó a la Comisión Nacional, del que derivó la recomendación 37/2015, que obligó a las autoridades federales a mejorar las condiciones de los albergues.

De acuerdo con el visitador regional de Zamora, Víctor Villanueva Hernández, los niños además de afrontar la falta de condiciones de seguridad en los alberges, son sacados del ciclo escolar, se ven obligados a trabajar o como Adelicia, pasar largas horas sin el cuidado de sus padres y con mucha frecuencia llegan sin siquiera contar con su registro civil, lo que los deja desprotegidos al no contar con una identidad.


La tragedia sirvió para que las autoridades estatales y municipales atendieran el tema de los albergues

Víctor Villanueva Hernández


Recordó que se hicieron importantes mejoras estructurales y de seguridad en los albergues de Tanhuato y Yurécuaro a raíz de este caso, pero sigue siendo un problema el tema administrativo, pues la Federación, al concluir los albergues, los cedió a los municipios y a su vez, ante la falta de recursos para sostenerlos, las comunas responsabilizan al gobierno federal de su operatividad.

Esta situación a la postre permite violaciones como las que se registraron en 2017, en la que la Policía Municipal cobraba a los moradores de los albergues, además de que genera que los albergues se deterioren y fallen los servicios básicos.


ESTANCIAS INFANTILES


Cuando Adelina sufrió el accidente en Yurécuaro, las estancias infantiles con las que cuenta el albergue estaban cerradas “y en un abandono tal, que las estancias que ya estaban construidas se cerraron, y esto ocasionó que sucediera la tragedia, porque ella debió estar en la estancia”, recordó Villanueva Hernández.

Derivado de ello, se ordenó que se abrieran otra vez las estancias y se destinaran recursos, por lo que desde entonces están funcionando “y son importantes, porque los jornaleros migrantes ya tienen dónde dejar a sus hijos y no llevarlos a áreas agrícolas. Hay una estancia infantil en Yurécuaro y otra en Tanhuato y han estado funcionando desde ese entonces”.

Sin embargo reconoció que hasta la fecha la atención que brindan las estancias no cubre la totalidad de la población infantil.

Asimismo, señaló que el Programa de Educación Básica para Niñas y Niños de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes, mediante el que se brindan servicios educativos a la población jornalera, tiene serias dificultades, pues “los jornaleros llegan en un ciclo que no coincide con el ciclo educativo, entonces se tienen que implementar estrategias más efectivas para adecuarse a la necesidad de los jornaleros, porque ellos traen su recorrido durante el año”.

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