/ domingo 3 de noviembre de 2019

Ni Tigres ni Primavera: ellos son Los Caudales

Dos hombres maduros rondan distintos lugares de Morelia para ofrecer canciones rancheras, boleros y una que otra romántica

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Era la década de los 70 cuando a Isidro y Jesús Bermúdez Rodríguez se les ocurrió ponerle a su entonces nuevo dueto musical “Los Tigres del Norte”.

Era un nombre que sonaba bien, tenía carácter, reflejaba su temple, pero alguien, algún anónimo aguafiestas, les hizo cambiar de opinión: “¿Cómo que Los Tigres del Norte? ¿Eso qué?”, y le hicieron caso, tocaron el acordeón y siguieron pensando en cómo bautizarse a sí mismos.

Ha pasado media vida después de eso y hoy ese par de hombres van de un lugar a otro con el mote de “Los Caudales”. Les basta un acordeón y una guitarra para tocar las clásicas de todos los tiempos, como esa que jura: “Tú naciste para mí, yo nací para ti, como eslabón en cadena, para unirnos entre sí”.

Jesús ya pinta un montón de canas que son ocultadas por un elegante sombrero negro, su bigote es espeso, también blanco, y su complexión es la de esos tipos fuertes, capaces de cargar con cualquier cosa a pesar de la edad.

Isidro, un poco más tímido, luce su piel morena y presume haber nacido en El Quinceo, Michoacán, cosa que hoy parece extraña, porque hablamos de las faldas que rodean al Estadio Morelos.

“Es que antes era el rancho, pero luego llegó mucha gente y ora nomás es una colonia”, apunta sin soltar el acordeón.

Jesús comienza a contarnos los orígenes del dueto: “Me fui a México por allá del 66 con mis abuelitos porque aquí no había trabajo. Pero lo único que conseguí fui una guitarra que me regaló mi tío y ya cuando vimos éramos tres hermanos haciendo canciones”. Como suele suceder con muchos músicos populares, ellos aprendieron a tocar de pura oída, pues no había alguien en la familia directa que los enseñara. -¿Ni su papá? – se les preguntó, y con una amplia sonrisa me contestan: “¡Mi papá no sabía ni chiflar!”

La época en que “Los Caudales” comenzaron a compartir música en Morelia es una auténtica fotografía en sepia. La ciudad estaba llena de cantinas y salones donde las canciones norteñas provocaban noviazgos. Era 1968 cuando se acercaron a La Casa del Obrero, en la colonia Guadalupe, y conocieron a don Agustín Piña, cabecilla del Grupo Artístico Michoacano. Ahí tomaron clases más formales, compraron acordeones fiados en la tienda Iriarte y ya encarrerados se embarcaron con un tololoche. “En esa época había harta chamba, había un montón de lugares, de cantinillas, como la ‘Cuatro Caminos’, varias en la colonia Obrera; en la ‘Independencia’, en ‘La Enramada’, con Willis. Éramos, cómo decirte, músicos ambulantes, nos metíamos a donde sea, pero hoy ya no hay nada de eso, ya casi no hay cantinas”, lamenta Jesús, mientras que su hermano añade que ante la falta de tabernas ahora van a marisquerías, a cocinas económicas, o a las Tostadas Apatzingán, justo donde lo hemos encontrado.

Como pasa cuando uno envejece, los tiempos pasados siempre saben mejor. Este par de hombres vivieron su época dorada en los 70, no sólo en cuestión de música, sino de trabajo, pues a través del Ayuntamiento los contrataban para chambear en obra pública, poniendo tubos en las calles, abriendo caminos, pavimentando, dándole a la talacha, pues. “Era bien remunerado, pero pesado, el que no aguantaba iba pa’ afuera, y los que teníamos necesidad, pues ahí le dábamos”, recuerda Jesús.

Lo de tocar la guitarra y el acordeón era por las tardes, nada de llegar a casa y perder el tiempo. Apenas comían y entonces emprendían el viaje callejero, a meterse a las cantinas y consentir a los borrachos con las norteñas más llegadoras.

Y es que a Isidro y a Jesús les gusta lo clásico, lo que ha perdurado con los años, nada de modas como el narcocorrido o el movimiento alterado, “eso nunca lo tocamos”, dice Isidro, acompañado por una mueca de reprobación. Aunque ahora caminan solos, pertenecen a una familia grande y cada uno por su lado tuvo siete hijos, muchos de ellos también dedicados a la música popular. Haciendo cuentas, es más de una docena de instrumentistas que han fundado varias agrupaciones, pero que a veces se reúnen en fiestas familiares para formar un auténtico combo donde se escuchan guitarras, teclados, acordeones, saxofones y tubas. La sangre nueva se declara lista, pues ya hay dos nietos, gemelos, que le están pegando al acordeón y la batería a sus escasos 16 años mientras le ayudan a su padre en “El Gran Taco”, donde los de asada son casi tan placenteros como un corrido de Ramón Ayala.

A propósito del nombre, “Los Caudales” también pudieron llamarse “Los Primavera”, pero uno de sus hermanos les dijo que ese era un nombre muy femenino. “Y ya ves, ahora tanto ‘Los Tigres del Norte’ como ‘El Conjunto Primavera’ son muy famosos, y pudimos haberles ganado el nombre”, dice Isidro, mientras toca, tímidamente, el acordeón, nomás por no dejar. Fueron Tigres cuando viajaron a Tingambato, iban muy trajeados, muy elegantes, pero nomás ese día les dijeron así. En otra ocasión se bautizaron como “Los Coyotes del Río Bravo”, pero entre tanta indecisión, se quedaron al final con “Los Caudales”.

A medida que avanza la chala florecen los recuerdos, suspiran cuando se ven tocando en el Teatro Ocampo, ese recinto que alguna vez fue popular y ahora cada vez es más exclusivo y burocrático. “Es que era otra ciudad, ni ciudad, éramos un pueblo pequeño”, sentencia el de la guitarra que se transporta en bicicleta. A sus más de 70 años, “Los Caudales” comienzan a trabajar temprano y a veces las jornadas son tan malas que reúnen menos de 150 pesos para ambos, pero cuando tienen más fortuna, algún parroquiano los contrata para un evento exclusivo y entonces pueden cobrar algo, aunque no tienen tarifa fija. “Pues cobramos a modo, a como el cliente tenga, si ofrece, digamos, unos 500, con eso nos damos por servidos”, ataja el del acordeón, el del carácter reservado. El hermano lo respalda y agrega: “Es que antes había dinero, aunque se quejaban del gobierno porque según robaba, ¡pues qué les iba a robar!, más bien repartía para todos y no había tanto delincuente, no como ahora que te roban hasta 100 pesos, como una vez me sucedió”.

Jesús saca su celular y muestra algunas fotografías de su familia, además de videos donde están tocando en fiestas. También presume un clip exclusivo para un tema de su propia inspiración dedicado al Callejón del Romance, una canción que derrapa puro romanticismo, como para querer casarse en ese mismo rincón. Y es que “Los Caudales” no sólo tocan clásicos; también han compuesto un montón de temas propios que se han reflejado en dos discos que hoy están agotados.

Antes de despedirnos, el dueto dice que se puede echar una canción, y luego de escuchar parte de su historia, no tenemos por qué negarnos. Jesús afina la guitarra y su hermano no necesita más que colgarse el acordeón: “Voy llorando lágrimas de sangre, recordando el amor de mi padre; él fue el hombre que más nos amó, igual que mi madre, hoy que al cielo se marchó, estoy sufriendo por no valorarte”.

La tarde ya se volvió noche y ese par de hombres habrán de regresar a casa. Al siguiente día, cuando todo esté más claro, regresarán para seguir tocando la guitarra, para que llore más el acordeón.

CITA

Y ya ves, ahora tanto ‘Los Tigres del Norte’ como ‘El Conjunto Primavera’ son muy famosos, y pudimos haberles ganado el nombre

Isidro Bermúdez Rodríguez, músico michoacano

DATOS

“Los Caudales” no sólo tocan clásicos; también han compuesto un montón de temas propios que se han reflejado en dos discos que hoy están agotados


- A veces las jornadas son tan malas que reúnen menos de 150 pesos para ambos, pero cuando tienen más fortuna, algún parroquiano los contrata para un evento exclusivo

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Era la década de los 70 cuando a Isidro y Jesús Bermúdez Rodríguez se les ocurrió ponerle a su entonces nuevo dueto musical “Los Tigres del Norte”.

Era un nombre que sonaba bien, tenía carácter, reflejaba su temple, pero alguien, algún anónimo aguafiestas, les hizo cambiar de opinión: “¿Cómo que Los Tigres del Norte? ¿Eso qué?”, y le hicieron caso, tocaron el acordeón y siguieron pensando en cómo bautizarse a sí mismos.

Ha pasado media vida después de eso y hoy ese par de hombres van de un lugar a otro con el mote de “Los Caudales”. Les basta un acordeón y una guitarra para tocar las clásicas de todos los tiempos, como esa que jura: “Tú naciste para mí, yo nací para ti, como eslabón en cadena, para unirnos entre sí”.

Jesús ya pinta un montón de canas que son ocultadas por un elegante sombrero negro, su bigote es espeso, también blanco, y su complexión es la de esos tipos fuertes, capaces de cargar con cualquier cosa a pesar de la edad.

Isidro, un poco más tímido, luce su piel morena y presume haber nacido en El Quinceo, Michoacán, cosa que hoy parece extraña, porque hablamos de las faldas que rodean al Estadio Morelos.

“Es que antes era el rancho, pero luego llegó mucha gente y ora nomás es una colonia”, apunta sin soltar el acordeón.

Jesús comienza a contarnos los orígenes del dueto: “Me fui a México por allá del 66 con mis abuelitos porque aquí no había trabajo. Pero lo único que conseguí fui una guitarra que me regaló mi tío y ya cuando vimos éramos tres hermanos haciendo canciones”. Como suele suceder con muchos músicos populares, ellos aprendieron a tocar de pura oída, pues no había alguien en la familia directa que los enseñara. -¿Ni su papá? – se les preguntó, y con una amplia sonrisa me contestan: “¡Mi papá no sabía ni chiflar!”

La época en que “Los Caudales” comenzaron a compartir música en Morelia es una auténtica fotografía en sepia. La ciudad estaba llena de cantinas y salones donde las canciones norteñas provocaban noviazgos. Era 1968 cuando se acercaron a La Casa del Obrero, en la colonia Guadalupe, y conocieron a don Agustín Piña, cabecilla del Grupo Artístico Michoacano. Ahí tomaron clases más formales, compraron acordeones fiados en la tienda Iriarte y ya encarrerados se embarcaron con un tololoche. “En esa época había harta chamba, había un montón de lugares, de cantinillas, como la ‘Cuatro Caminos’, varias en la colonia Obrera; en la ‘Independencia’, en ‘La Enramada’, con Willis. Éramos, cómo decirte, músicos ambulantes, nos metíamos a donde sea, pero hoy ya no hay nada de eso, ya casi no hay cantinas”, lamenta Jesús, mientras que su hermano añade que ante la falta de tabernas ahora van a marisquerías, a cocinas económicas, o a las Tostadas Apatzingán, justo donde lo hemos encontrado.

Como pasa cuando uno envejece, los tiempos pasados siempre saben mejor. Este par de hombres vivieron su época dorada en los 70, no sólo en cuestión de música, sino de trabajo, pues a través del Ayuntamiento los contrataban para chambear en obra pública, poniendo tubos en las calles, abriendo caminos, pavimentando, dándole a la talacha, pues. “Era bien remunerado, pero pesado, el que no aguantaba iba pa’ afuera, y los que teníamos necesidad, pues ahí le dábamos”, recuerda Jesús.

Lo de tocar la guitarra y el acordeón era por las tardes, nada de llegar a casa y perder el tiempo. Apenas comían y entonces emprendían el viaje callejero, a meterse a las cantinas y consentir a los borrachos con las norteñas más llegadoras.

Y es que a Isidro y a Jesús les gusta lo clásico, lo que ha perdurado con los años, nada de modas como el narcocorrido o el movimiento alterado, “eso nunca lo tocamos”, dice Isidro, acompañado por una mueca de reprobación. Aunque ahora caminan solos, pertenecen a una familia grande y cada uno por su lado tuvo siete hijos, muchos de ellos también dedicados a la música popular. Haciendo cuentas, es más de una docena de instrumentistas que han fundado varias agrupaciones, pero que a veces se reúnen en fiestas familiares para formar un auténtico combo donde se escuchan guitarras, teclados, acordeones, saxofones y tubas. La sangre nueva se declara lista, pues ya hay dos nietos, gemelos, que le están pegando al acordeón y la batería a sus escasos 16 años mientras le ayudan a su padre en “El Gran Taco”, donde los de asada son casi tan placenteros como un corrido de Ramón Ayala.

A propósito del nombre, “Los Caudales” también pudieron llamarse “Los Primavera”, pero uno de sus hermanos les dijo que ese era un nombre muy femenino. “Y ya ves, ahora tanto ‘Los Tigres del Norte’ como ‘El Conjunto Primavera’ son muy famosos, y pudimos haberles ganado el nombre”, dice Isidro, mientras toca, tímidamente, el acordeón, nomás por no dejar. Fueron Tigres cuando viajaron a Tingambato, iban muy trajeados, muy elegantes, pero nomás ese día les dijeron así. En otra ocasión se bautizaron como “Los Coyotes del Río Bravo”, pero entre tanta indecisión, se quedaron al final con “Los Caudales”.

A medida que avanza la chala florecen los recuerdos, suspiran cuando se ven tocando en el Teatro Ocampo, ese recinto que alguna vez fue popular y ahora cada vez es más exclusivo y burocrático. “Es que era otra ciudad, ni ciudad, éramos un pueblo pequeño”, sentencia el de la guitarra que se transporta en bicicleta. A sus más de 70 años, “Los Caudales” comienzan a trabajar temprano y a veces las jornadas son tan malas que reúnen menos de 150 pesos para ambos, pero cuando tienen más fortuna, algún parroquiano los contrata para un evento exclusivo y entonces pueden cobrar algo, aunque no tienen tarifa fija. “Pues cobramos a modo, a como el cliente tenga, si ofrece, digamos, unos 500, con eso nos damos por servidos”, ataja el del acordeón, el del carácter reservado. El hermano lo respalda y agrega: “Es que antes había dinero, aunque se quejaban del gobierno porque según robaba, ¡pues qué les iba a robar!, más bien repartía para todos y no había tanto delincuente, no como ahora que te roban hasta 100 pesos, como una vez me sucedió”.

Jesús saca su celular y muestra algunas fotografías de su familia, además de videos donde están tocando en fiestas. También presume un clip exclusivo para un tema de su propia inspiración dedicado al Callejón del Romance, una canción que derrapa puro romanticismo, como para querer casarse en ese mismo rincón. Y es que “Los Caudales” no sólo tocan clásicos; también han compuesto un montón de temas propios que se han reflejado en dos discos que hoy están agotados.

Antes de despedirnos, el dueto dice que se puede echar una canción, y luego de escuchar parte de su historia, no tenemos por qué negarnos. Jesús afina la guitarra y su hermano no necesita más que colgarse el acordeón: “Voy llorando lágrimas de sangre, recordando el amor de mi padre; él fue el hombre que más nos amó, igual que mi madre, hoy que al cielo se marchó, estoy sufriendo por no valorarte”.

La tarde ya se volvió noche y ese par de hombres habrán de regresar a casa. Al siguiente día, cuando todo esté más claro, regresarán para seguir tocando la guitarra, para que llore más el acordeón.

CITA

Y ya ves, ahora tanto ‘Los Tigres del Norte’ como ‘El Conjunto Primavera’ son muy famosos, y pudimos haberles ganado el nombre

Isidro Bermúdez Rodríguez, músico michoacano

DATOS

“Los Caudales” no sólo tocan clásicos; también han compuesto un montón de temas propios que se han reflejado en dos discos que hoy están agotados


- A veces las jornadas son tan malas que reúnen menos de 150 pesos para ambos, pero cuando tienen más fortuna, algún parroquiano los contrata para un evento exclusivo

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