/ domingo 19 de septiembre de 2021

La paz no está extraviada, se pierde ante individualismo: CIAS

En el marco del Día Internacional de la Paz, el sacerdote jesuita Jorge Atilano González Candia afirma que faltan decisiones políticas para garantizar la seguridad

Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).- El diagnóstico realizado en al menos 11 municipios del país ha dejado claro al Centro de Investigación y Acción Social Jesuita (CIAS) que, entre los problemas que genera la degradación social, está el individualismo y la voracidad del poder.

Para pacificar al país en el tema de la violencia, “hace falta decisión política para resolverlo”, indica en entrevista el sacerdote jesuita Jorge Atilano González Candia, director del CIAS, tras asegurar que al gobierno en general le hace falta una mejor comprensión de lo que significa la violencia.

“La violencia no tiene que ver exclusivamente con grupos delictivos, sino con una fractura social de desvinculación, esa violencia no se va a resolver regalando becas ni poniendo policías”, afirma.

En el marco del Día Internacional de la Paz, a celebrarse el próximo 21 de septiembre, González Candia asegura que la paz no está extraviada, “solo se encuentra perdida entre la creciente individualización del ser humano”. Para retornar a ella, expone, se debe de llevar a cabo una pacificación social en la que se asuman procesos comunitarios, de sanación y de asunción de acuerdos para convivir con el otro.

Explica que la investigación emprendida por los jesuitas en el año 2015 tenía como fin conocer las causas estructurales de la violencia en México, por lo que se enfocaron en analizar el periodo comprendido entre 1990 y 2015, dando como resultado que la violencia es una fenómeno intercausal al que necesariamente se le debe dar una respuesta insterinstitucional, al haber sobre todo, el abandono del sentido comunitario.

“A partir de la década de los 90, se da un proceso de desvinculación entre las personas, el territorio, la trascendencia, la historia, la comunidad. Eso dañó los sistemas que regulan la conducta y se perdió el sentido del respeto con el otro y hoy encontramos personas que tienen dificultad de regular su propia libertad”, indica.

Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

El diagnóstico que realizaron incluyó a municipios michoacanos como Cherán, Tancítaro, Tangancícuaro y ahora Apatzingán, en donde se llevaron a cabo los proyectos denominados de Reconstrucción del Tejido Social, a través de los cuales se generan acuerdos entre la parroquia, el gobierno municipal, directores de escuelas, empresarios y ciudadanía.

Para entender por qué se generó la violencia, se debe de ubicar a cada sector en el aporte que pudiera hacer y de ahí crear acuerdos sobre la paz.

Eso comenzó en 2015 y para el 2019, a partir de la experiencia, se desarrolló una metodología denominada “la bujía del buen convivir”, pedagogía que plantea trabajar en los territorios durante tres años, convertir las causas de la violencia, mejorar la convivencia y reducir los índices delictivos.

En Cherán se instrumentaron en las escuelas metodologías para mejorar la convivencia escolar y, como cuentan con una estructura de asamblea, fue relativamente fácil integrar las propuestas, destacó. También, agregó, se optó por la formación de liderazgos para que fueran orientadores familiares. A nivel económico se implementaron cooperativas que ya han ayudado a otros a formar sus propias sociedades de apoyo, producción y consumo.

En Tancítaro se atendió el tema de las adicciones a través de una comunidad terapéutica y un trabajo preventivo en las comunidades, ahí se creó un consejo de seguridad para buscar la regulación de la conducta a través de vínculos, ya que entre más diverso es el vínculo, se da una mejor convivencia.

González Candia reconoce que a seis años de comenzar estos proyectos hay semillas germinando, pero sobre todo se entendió la necesidad de formar liderazgos, por ende, llevaron a cabo diversos diplomados, tanto en Cherán y Tancítaro, donde participaron más de 350 personas.

Esos liderazgos, asegura, desde sus posibilidades aplican lo aprendido.

Para el sacerdote de la diócesis de Morelia, Alejandro Barajas Ríos, quien encabeza los trabajos del Consejo Michoacano para la Construcción de La Paz y Reconciliación, creado en 2019. Los Centros de Escucha, las Escuelas del Perdón y la Reconciliación, así como los talleres para mujeres que promueve la iglesia católica, son un motor que se ha venido colocando en la sociedad como un constructor de paz.

“La paz debe construirse, es un tejido donde diferentes actores colocan lo propio para que la sociedad viva de una manera más digna, como la aspiración más profunda de plenitud del ser humano”, por ende debe de trabajarse desde diferentes trincheras, explica.

Estos modelos de escucha se han llevado a diferentes lugares al interior del estado, para atender tanto a las víctimas como a las personas que conforman la comunidad, ya que uno de los grandes males que tiene hoy la sociedad es la indiferencia frente a lo que le sucede al prójimo.

Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).- El diagnóstico realizado en al menos 11 municipios del país ha dejado claro al Centro de Investigación y Acción Social Jesuita (CIAS) que, entre los problemas que genera la degradación social, está el individualismo y la voracidad del poder.

Para pacificar al país en el tema de la violencia, “hace falta decisión política para resolverlo”, indica en entrevista el sacerdote jesuita Jorge Atilano González Candia, director del CIAS, tras asegurar que al gobierno en general le hace falta una mejor comprensión de lo que significa la violencia.

“La violencia no tiene que ver exclusivamente con grupos delictivos, sino con una fractura social de desvinculación, esa violencia no se va a resolver regalando becas ni poniendo policías”, afirma.

En el marco del Día Internacional de la Paz, a celebrarse el próximo 21 de septiembre, González Candia asegura que la paz no está extraviada, “solo se encuentra perdida entre la creciente individualización del ser humano”. Para retornar a ella, expone, se debe de llevar a cabo una pacificación social en la que se asuman procesos comunitarios, de sanación y de asunción de acuerdos para convivir con el otro.

Explica que la investigación emprendida por los jesuitas en el año 2015 tenía como fin conocer las causas estructurales de la violencia en México, por lo que se enfocaron en analizar el periodo comprendido entre 1990 y 2015, dando como resultado que la violencia es una fenómeno intercausal al que necesariamente se le debe dar una respuesta insterinstitucional, al haber sobre todo, el abandono del sentido comunitario.

“A partir de la década de los 90, se da un proceso de desvinculación entre las personas, el territorio, la trascendencia, la historia, la comunidad. Eso dañó los sistemas que regulan la conducta y se perdió el sentido del respeto con el otro y hoy encontramos personas que tienen dificultad de regular su propia libertad”, indica.

Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

El diagnóstico que realizaron incluyó a municipios michoacanos como Cherán, Tancítaro, Tangancícuaro y ahora Apatzingán, en donde se llevaron a cabo los proyectos denominados de Reconstrucción del Tejido Social, a través de los cuales se generan acuerdos entre la parroquia, el gobierno municipal, directores de escuelas, empresarios y ciudadanía.

Para entender por qué se generó la violencia, se debe de ubicar a cada sector en el aporte que pudiera hacer y de ahí crear acuerdos sobre la paz.

Eso comenzó en 2015 y para el 2019, a partir de la experiencia, se desarrolló una metodología denominada “la bujía del buen convivir”, pedagogía que plantea trabajar en los territorios durante tres años, convertir las causas de la violencia, mejorar la convivencia y reducir los índices delictivos.

En Cherán se instrumentaron en las escuelas metodologías para mejorar la convivencia escolar y, como cuentan con una estructura de asamblea, fue relativamente fácil integrar las propuestas, destacó. También, agregó, se optó por la formación de liderazgos para que fueran orientadores familiares. A nivel económico se implementaron cooperativas que ya han ayudado a otros a formar sus propias sociedades de apoyo, producción y consumo.

En Tancítaro se atendió el tema de las adicciones a través de una comunidad terapéutica y un trabajo preventivo en las comunidades, ahí se creó un consejo de seguridad para buscar la regulación de la conducta a través de vínculos, ya que entre más diverso es el vínculo, se da una mejor convivencia.

González Candia reconoce que a seis años de comenzar estos proyectos hay semillas germinando, pero sobre todo se entendió la necesidad de formar liderazgos, por ende, llevaron a cabo diversos diplomados, tanto en Cherán y Tancítaro, donde participaron más de 350 personas.

Esos liderazgos, asegura, desde sus posibilidades aplican lo aprendido.

Para el sacerdote de la diócesis de Morelia, Alejandro Barajas Ríos, quien encabeza los trabajos del Consejo Michoacano para la Construcción de La Paz y Reconciliación, creado en 2019. Los Centros de Escucha, las Escuelas del Perdón y la Reconciliación, así como los talleres para mujeres que promueve la iglesia católica, son un motor que se ha venido colocando en la sociedad como un constructor de paz.

“La paz debe construirse, es un tejido donde diferentes actores colocan lo propio para que la sociedad viva de una manera más digna, como la aspiración más profunda de plenitud del ser humano”, por ende debe de trabajarse desde diferentes trincheras, explica.

Estos modelos de escucha se han llevado a diferentes lugares al interior del estado, para atender tanto a las víctimas como a las personas que conforman la comunidad, ya que uno de los grandes males que tiene hoy la sociedad es la indiferencia frente a lo que le sucede al prójimo.

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