/ domingo 19 de mayo de 2019

Infantes, historias por comenzar

Actualmente viven 36 menores en este espacio, quienes tuvieron la suerte de no ser institucionalizados

"Cuando conocimos a Efrén, tenía demasiado odio”, recuerda su madre adoptiva, Nélida. El pequeño de tan solo ocho años había presenciado cómo su padre biológico, en estado de embriaguez, asesinó a golpes a su madre, quien padecía un cáncer terminal, “y Efrén lo vio todo y llegó a esta casa con el alma y el corazón destrozado, pero aquí encontró una familia que lo ama y pudo recuperarse”.

Nélida Valdovinos Barragán y su esposo Jorge Galeana dirigen la Casa Hogar Morelia, donde actualmente viven 36 niños y adolescentes que tuvieron la suerte de no ser institucionalizados, pues provienen de hogares disfuncionales y no tuvieron otros familiares que pudieran hacerse cargo de ellos.


A nosotros los niños nos los trae el DIF, son niños que no están en adopción, llegan a esta casa para quedarse y formar parte de nuestra familia; aquí llegan a un hogar, tienen tíos, saben que tienen papá, mamá y una familia y nosotros eso les decimos: ustedes tienen una familia, no son huérfanos, son niños amados y son niños que valen mucho, eso los ayuda a levantarse y a que tengan unas vidas muy diferentes

Nélida Valdovinos Barragán


El proyecto de la Casa Hogar Morelia nació hace 21 años, fue fundado por misioneros cristianos en Estados Unidos, que son quienes a través de donativos y patrocinios logran sostener a cada uno de los niños que llegan, mediante un programa de apadrinamientos.

La casa de la familia Valdovinos Galeana tiene un aire muy distinto a cualquier albergue gubernamental: es una casa enorme donde todos los niños tienen habitaciones y áreas de esparcimiento, cada uno tiene su propio espacio, sus juguetes y pertenencias.

En la mañana todos salen a la escuela como cualquier otro niño, y Nélida junto con el personal de la casa se quedan haciendo la limpieza y organizándose para la hora de la comida. Exceptuando el hecho de que viven 36 hijos, la casa es un hogar común y corriente.

Las personas que alberga tienen de tres a 21 años de edad, “y tienen la opción de quedarse en la casa si así lo desean, pero nuestro propósito es darles estudios para que puedan hacer su vida independiente, como cualquiera”.


LOS RETOS


Sin embargo, no ha sido fácil, reconoce Nélida, puesto que al ser niños que ya no tienen vínculos familiares o sacados de situaciones de violencia, drogadicción y prostitución “traen los corazones llenos de odio y ayudar a esos niños a que den perdón al papá que los dañó, son desafíos que no son fáciles, pero tampoco imposibles”.

Asimismo, Nélida recuerda con tristeza otros casos en los que han tenido que devolver a los niños al DIF, porque los padres logran recuperarlos tras procesos judiciales.


Pero nosotros nos encariñamos, los volvemos parte de la familia y no es fácil soltarlos; aunque sabemos que es su familia, pero ha habido casos muy difíciles, llegan los niños, los tienes por tres o cuatro años y de repente nos dicen que se van a reintegrar con la familia, cuando nosotros sabemos que no es el mejor lugar porque los niños tienen temor de regresar con sus papás


Ha pasado que ellos no quieren volver y lloran, pero finalmente son sus papás y se los entregan, y es volverte a adaptar a que ya no están, es como si te quitan y te arrancan a tus hijos”, lamenta.

Por otra parte, señaló que es común que sus hijos sufran de discriminación en la escuela por ser adoptados, por lo que se tomó la determinación de fundar una escuela privada en la que asisten todos, reciben educación formal y además tienen la oportunidad de convivir con otros niños que también asisten a la escuela.


Ha sido muy difícil el camino, pero cuando los vemos crecer y convertirse en gente de bien, todo vale la pena y lo volveríamos a hacer


UNA FAMILIA DE 100 INTEGRANTES


Nélida dice no recordar con exactitud cuántos niños han crecido en la Casa Hogar, pero afirma que son cerca de 100, sin contar a una plantilla de personal que también vive con ellos; cada persona se encarga de grupos de seis niños cada uno.


Todos tenemos la obligación de cuidarlos y criarlos como si fueran nuestros hijos, eso incluye ir a las juntas de padres de familia, jugar con ellos, revisarles la tarea, ver que estén aseados y que cumplan con sus propias responsabilidades con la familia


Los niños son educados a través de estrictos valores cristianos y con disciplina casi militar. Todos se levantan a las 6:00 de la mañana para tender sus camas, bajar al comedor a desayunar y estar listos para a escuela.

No pueden usar sus juguetes sino hasta que terminan sus tareas, y después de jugar, deben volver a ordenar sus habitaciones; los mayores no pueden salir de noche y tienen prohibido ingerir bebidas alcohólicas o drogas.


Deben entender que su responsabilidad está con la familia y no queremos que les pase nada, nos preocupamos por ellos y sí, somos una familia estricta, pero de esa manera hemos encontrado el camino para que ellos puedan salir adelante

"Cuando conocimos a Efrén, tenía demasiado odio”, recuerda su madre adoptiva, Nélida. El pequeño de tan solo ocho años había presenciado cómo su padre biológico, en estado de embriaguez, asesinó a golpes a su madre, quien padecía un cáncer terminal, “y Efrén lo vio todo y llegó a esta casa con el alma y el corazón destrozado, pero aquí encontró una familia que lo ama y pudo recuperarse”.

Nélida Valdovinos Barragán y su esposo Jorge Galeana dirigen la Casa Hogar Morelia, donde actualmente viven 36 niños y adolescentes que tuvieron la suerte de no ser institucionalizados, pues provienen de hogares disfuncionales y no tuvieron otros familiares que pudieran hacerse cargo de ellos.


A nosotros los niños nos los trae el DIF, son niños que no están en adopción, llegan a esta casa para quedarse y formar parte de nuestra familia; aquí llegan a un hogar, tienen tíos, saben que tienen papá, mamá y una familia y nosotros eso les decimos: ustedes tienen una familia, no son huérfanos, son niños amados y son niños que valen mucho, eso los ayuda a levantarse y a que tengan unas vidas muy diferentes

Nélida Valdovinos Barragán


El proyecto de la Casa Hogar Morelia nació hace 21 años, fue fundado por misioneros cristianos en Estados Unidos, que son quienes a través de donativos y patrocinios logran sostener a cada uno de los niños que llegan, mediante un programa de apadrinamientos.

La casa de la familia Valdovinos Galeana tiene un aire muy distinto a cualquier albergue gubernamental: es una casa enorme donde todos los niños tienen habitaciones y áreas de esparcimiento, cada uno tiene su propio espacio, sus juguetes y pertenencias.

En la mañana todos salen a la escuela como cualquier otro niño, y Nélida junto con el personal de la casa se quedan haciendo la limpieza y organizándose para la hora de la comida. Exceptuando el hecho de que viven 36 hijos, la casa es un hogar común y corriente.

Las personas que alberga tienen de tres a 21 años de edad, “y tienen la opción de quedarse en la casa si así lo desean, pero nuestro propósito es darles estudios para que puedan hacer su vida independiente, como cualquiera”.


LOS RETOS


Sin embargo, no ha sido fácil, reconoce Nélida, puesto que al ser niños que ya no tienen vínculos familiares o sacados de situaciones de violencia, drogadicción y prostitución “traen los corazones llenos de odio y ayudar a esos niños a que den perdón al papá que los dañó, son desafíos que no son fáciles, pero tampoco imposibles”.

Asimismo, Nélida recuerda con tristeza otros casos en los que han tenido que devolver a los niños al DIF, porque los padres logran recuperarlos tras procesos judiciales.


Pero nosotros nos encariñamos, los volvemos parte de la familia y no es fácil soltarlos; aunque sabemos que es su familia, pero ha habido casos muy difíciles, llegan los niños, los tienes por tres o cuatro años y de repente nos dicen que se van a reintegrar con la familia, cuando nosotros sabemos que no es el mejor lugar porque los niños tienen temor de regresar con sus papás


Ha pasado que ellos no quieren volver y lloran, pero finalmente son sus papás y se los entregan, y es volverte a adaptar a que ya no están, es como si te quitan y te arrancan a tus hijos”, lamenta.

Por otra parte, señaló que es común que sus hijos sufran de discriminación en la escuela por ser adoptados, por lo que se tomó la determinación de fundar una escuela privada en la que asisten todos, reciben educación formal y además tienen la oportunidad de convivir con otros niños que también asisten a la escuela.


Ha sido muy difícil el camino, pero cuando los vemos crecer y convertirse en gente de bien, todo vale la pena y lo volveríamos a hacer


UNA FAMILIA DE 100 INTEGRANTES


Nélida dice no recordar con exactitud cuántos niños han crecido en la Casa Hogar, pero afirma que son cerca de 100, sin contar a una plantilla de personal que también vive con ellos; cada persona se encarga de grupos de seis niños cada uno.


Todos tenemos la obligación de cuidarlos y criarlos como si fueran nuestros hijos, eso incluye ir a las juntas de padres de familia, jugar con ellos, revisarles la tarea, ver que estén aseados y que cumplan con sus propias responsabilidades con la familia


Los niños son educados a través de estrictos valores cristianos y con disciplina casi militar. Todos se levantan a las 6:00 de la mañana para tender sus camas, bajar al comedor a desayunar y estar listos para a escuela.

No pueden usar sus juguetes sino hasta que terminan sus tareas, y después de jugar, deben volver a ordenar sus habitaciones; los mayores no pueden salir de noche y tienen prohibido ingerir bebidas alcohólicas o drogas.


Deben entender que su responsabilidad está con la familia y no queremos que les pase nada, nos preocupamos por ellos y sí, somos una familia estricta, pero de esa manera hemos encontrado el camino para que ellos puedan salir adelante

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