/ sábado 11 de mayo de 2019

Día de la Madre en cautiverio

“Aun tras las rejas sigo siendo madre”

Mariela es una joven madre de cinco hijos y con tan solo 34 años, próximamente será abuela; su máximo sueño es salir a tomar el camión que la lleve a casa con su familia, de la que vive separada desde hace ocho años. Ella cumple una condena de 21 años por complicidad en un homicidio.

Su semblante alegre y manos frágiles hacen imposible imaginar que sea capaz de hacer cualquier daño; si bien vive recluida, tiene optimismo y esperanza, pues sabe que tiene cinco hijos “a quienes debo darles un buen ejemplo”.


El hecho de que yo esté aquí no me quita que siga siendo madre, yo trabajo, les compro una despensita y cada ocho días se las mando o se las doy. Eso me llena, yo soy madre y sigo teniendo la responsabilidad a pesar de estar aquí, porque aunque esté en China yo sigo preocupándome, de qué comen, cómo están, con quién están


Foto: Fernando Maldonado

Como sucede a la mayoría de las madres, sus hijos Jenifer, Xóchitl, Karen Nicole, Karen Mariela y el pequeño Edgar, de cinco años, son su primer pensamiento al despertar y el último al acostarse, “y pienso, ¿cómo es posible estar en un lugar equivocado o tomar una mala decisión te cambie así la vida?, pero yo sigo adelante, y lo más importante para mí es ser madre y estar viva para ellos”.

Sin embargo, los últimos ocho años no han sido fáciles, su hijo más pequeño nació tras las rejas y de acuerdo con la ley penitenciaria, se vio obligada a separarse de él cuando llegó a los tres años.

“El proceso fue bien triste y bien feo, porque haga de cuenta que cuando uno tiene aquí a sus hijos no se siente solo, pueden pasar años y se la lleva uno bien feliz, pero desprenderme de mi hijo fue bien feo, fue como que me quitaron algo de mí”, recuerda.


Llantos tras las rejas


Mariela se encuentra recluida en el Centro de Readaptación Social David Franco Rodríguez, donde actualmente hay 74 madres de todas las edades, 13 de las cuales viven con sus hijos, menores de tres años, en el penal.

Ellas están en un ala especial, donde cuentan con una estancia infantil que es atendida por personal del reclusorio y por las otras internas, quienes se apoyan para la crianza en los primeros años de vida de los pequeños, pero todo cambia cuando llega el momento de dejarlos ir.

Es triste cuando estamos encerradas, sí da melancolía y tristeza de estar escuchando tras los barrotes a las madres llorando por sus hijos. Las escucho porque las estancias son de 3x4 y son barrotes, lloran en la noche por los hijos que tenían y se fueron, o por los hijos que están afuera y no pueden ver

“Da impotencia, porque quisieras salir, correr, tomar un camión y llegar a ellos, y saber que no puedes…”, dice con la voz entrecortada.


La familia


De acuerdo con el director del penal, Félix López Rosales, las mujeres tras las rejas suelen recibir un castigo social mucho más severo por parte de sus familias, pues “mientras a los hombres los visitan sus esposas, hijos, hasta el compadre, a las mujeres tienden a olvidarlas, a avergonzarse de ellas”, lamentó.

Sin embargo, ese no es el caso de Mariela. Su familia cree firmemente en su inocencia y la visitan por lo menos cada 15 días.

“Una vez a una de mis hijas le dijeron en la escuela: ¡tu mamá es una asesina! y ella golpeó a la otra niña y la castigaron, dijo: ‘es que mamá, te faltó al respeto’


Ella me dijo que ‘aunque estés aquí, ¿sabes qué mamá?, yo me siento orgullosa de ti, porque has estado estudiando, tienes ya tu trabajo y le estás echando ganas y tu familia te espera afuera’. Y cuando me lo dijo, pensé que no le hace que yo esté aquí, mientras yo esté bien y practique el buen ejemplo, con eso me quedo


No obstante, lamenta vivir lejos de su familia, pues no puede llevar a sus hijos a la escuela, sus graduaciones y las fiestas de 15 años de sus hijas, “son cosas dolorosas, yo quisiera acompañar a mis hijos y vivir sus momentos, como cuando tuvo su primer novio, pero me llena que ellas vengan y me pidan permiso”.

“En este lugar uno aprende mucho, yo afuera tenía casa, carro, hijos, perro, y no era feliz, y no les daba calidad de vida ni tiempo, y aquí me he puesto a platicar con ellos, les he dado tiempo de calidad, me enfocaba en trabajar y trabajar y las descuidaba”, afirmó.

Finalmente, hizo un llamado hacia todas las madres, sin importar su circunstancia o condición social a que “valoren a sus hijos, es algo que no tiene precio, yo por el hecho de simplemente estar recluida, yo daría mi libertad por tener a mis hijos felices, muchas veces una como madre se enfoca al trabajo y no les da tiempo de calidad, feliz Día de las Madres y bendiciones a todas”.

Mariela es una joven madre de cinco hijos y con tan solo 34 años, próximamente será abuela; su máximo sueño es salir a tomar el camión que la lleve a casa con su familia, de la que vive separada desde hace ocho años. Ella cumple una condena de 21 años por complicidad en un homicidio.

Su semblante alegre y manos frágiles hacen imposible imaginar que sea capaz de hacer cualquier daño; si bien vive recluida, tiene optimismo y esperanza, pues sabe que tiene cinco hijos “a quienes debo darles un buen ejemplo”.


El hecho de que yo esté aquí no me quita que siga siendo madre, yo trabajo, les compro una despensita y cada ocho días se las mando o se las doy. Eso me llena, yo soy madre y sigo teniendo la responsabilidad a pesar de estar aquí, porque aunque esté en China yo sigo preocupándome, de qué comen, cómo están, con quién están


Foto: Fernando Maldonado

Como sucede a la mayoría de las madres, sus hijos Jenifer, Xóchitl, Karen Nicole, Karen Mariela y el pequeño Edgar, de cinco años, son su primer pensamiento al despertar y el último al acostarse, “y pienso, ¿cómo es posible estar en un lugar equivocado o tomar una mala decisión te cambie así la vida?, pero yo sigo adelante, y lo más importante para mí es ser madre y estar viva para ellos”.

Sin embargo, los últimos ocho años no han sido fáciles, su hijo más pequeño nació tras las rejas y de acuerdo con la ley penitenciaria, se vio obligada a separarse de él cuando llegó a los tres años.

“El proceso fue bien triste y bien feo, porque haga de cuenta que cuando uno tiene aquí a sus hijos no se siente solo, pueden pasar años y se la lleva uno bien feliz, pero desprenderme de mi hijo fue bien feo, fue como que me quitaron algo de mí”, recuerda.


Llantos tras las rejas


Mariela se encuentra recluida en el Centro de Readaptación Social David Franco Rodríguez, donde actualmente hay 74 madres de todas las edades, 13 de las cuales viven con sus hijos, menores de tres años, en el penal.

Ellas están en un ala especial, donde cuentan con una estancia infantil que es atendida por personal del reclusorio y por las otras internas, quienes se apoyan para la crianza en los primeros años de vida de los pequeños, pero todo cambia cuando llega el momento de dejarlos ir.

Es triste cuando estamos encerradas, sí da melancolía y tristeza de estar escuchando tras los barrotes a las madres llorando por sus hijos. Las escucho porque las estancias son de 3x4 y son barrotes, lloran en la noche por los hijos que tenían y se fueron, o por los hijos que están afuera y no pueden ver

“Da impotencia, porque quisieras salir, correr, tomar un camión y llegar a ellos, y saber que no puedes…”, dice con la voz entrecortada.


La familia


De acuerdo con el director del penal, Félix López Rosales, las mujeres tras las rejas suelen recibir un castigo social mucho más severo por parte de sus familias, pues “mientras a los hombres los visitan sus esposas, hijos, hasta el compadre, a las mujeres tienden a olvidarlas, a avergonzarse de ellas”, lamentó.

Sin embargo, ese no es el caso de Mariela. Su familia cree firmemente en su inocencia y la visitan por lo menos cada 15 días.

“Una vez a una de mis hijas le dijeron en la escuela: ¡tu mamá es una asesina! y ella golpeó a la otra niña y la castigaron, dijo: ‘es que mamá, te faltó al respeto’


Ella me dijo que ‘aunque estés aquí, ¿sabes qué mamá?, yo me siento orgullosa de ti, porque has estado estudiando, tienes ya tu trabajo y le estás echando ganas y tu familia te espera afuera’. Y cuando me lo dijo, pensé que no le hace que yo esté aquí, mientras yo esté bien y practique el buen ejemplo, con eso me quedo


No obstante, lamenta vivir lejos de su familia, pues no puede llevar a sus hijos a la escuela, sus graduaciones y las fiestas de 15 años de sus hijas, “son cosas dolorosas, yo quisiera acompañar a mis hijos y vivir sus momentos, como cuando tuvo su primer novio, pero me llena que ellas vengan y me pidan permiso”.

“En este lugar uno aprende mucho, yo afuera tenía casa, carro, hijos, perro, y no era feliz, y no les daba calidad de vida ni tiempo, y aquí me he puesto a platicar con ellos, les he dado tiempo de calidad, me enfocaba en trabajar y trabajar y las descuidaba”, afirmó.

Finalmente, hizo un llamado hacia todas las madres, sin importar su circunstancia o condición social a que “valoren a sus hijos, es algo que no tiene precio, yo por el hecho de simplemente estar recluida, yo daría mi libertad por tener a mis hijos felices, muchas veces una como madre se enfoca al trabajo y no les da tiempo de calidad, feliz Día de las Madres y bendiciones a todas”.

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