/ sábado 15 de junio de 2019

El sueño persiste al rodar el balón

Le llaman capacidad para jugar al futbol y enfrentar la vida y la desgracia.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A los pocos segundos de que el camión lo atropelló y arrastró por varios metros, Belisario Pérez Arreola se sentó en la acera como pudo y lo primero que observó fue su pierna izquierda destrozada.

En ese instante, a su mente solo llegó un pensamiento: “El futbol se acabó para mí”.

Era el año de 1997, tenía 14 años de edad y su plan inmediato era viajar a la ciudad de Guadalajara para probar suerte con el equipo del Atlas, que en aquel entonces comandaba Ricardo Antonio Lavolpe.

Ese sueño quedó frustrado y a 22 años de distancia, considera en un acto de honestidad, que posiblemente no hubiera alcanzado la primera división profesional pero reconoce que ese sueño frustrado es algo que se le ha quedado algo que se le ha quedado como una espina clavada en su alma.

“Aunque había perdido mi pierna, realmente no fue difícil volver y patear un balón con los amigos, pues luego empecé a hacer equipos de futbol y yo era el que iba a las reuniones como director técnico; pero también es cierto que en ese momento yo abandoné las ilusiones y las esperanzas de jugar en una competencia como tal”.

Sin embargo, todo cambió en octubre del año pasado, cuando se dio cuenta que México iba ser sede del Campeonato Mundial de Futbol de Amputados.

La decepción y la curiosidad lo llevaron a indagar sobre el tema y fue cuando descubrió que a sus 36 años, con una pierna amputada podía estar de nuevo en medio de una cancha: e¡de hecho, en el país existía una liga para amputados.


Lo pensó poco, se preguntó por qué no y a la brevedad comenzó con la búsqueda de futbolistas en el municipio de Tacámbaro y sus los alrededores. Ocupaba cómplices, gente que quisiera sacudir las redes con un solo pie y porteros que dieran las mejores atajadas a una mano, se dijo.

Muchos le dijeron que no, le argumentaron que la vergüenza se los impedía. Pero hubo otros que se entusiasmaron y se unieron a lo que hasta ese momento parecía una locura. Así es como nació “La Raza”, el primer equipo de amputados del estado de Michoacán.

Actualmente el plantel se conforma de nueve integrantes, pero todavía requieren de 5 jugadores más para poder registrarse a la liga. Tienen hasta el 23 de junio para hacerlo y aunque el tiempo agobia, Belisario sabe que han llegado lejos, “el poder convivir, formar un grupo de personas y comenzar a compartirnos historias es una cosa muy bonita, me gusta saber que somos parte de algo y que podemos cambiar la mentalidad de algunas personas”.

Belisario se imagina viajando a otros estados de la República, enfrentando a los mejores rivales y sobre todo formando parte de algo más grande, pues asegura que no le da miedo expresar que su aspiración es llegar a la Selección Mexicana de Amputados.


Yo en el momento que supe de esto empecé a ver videos de la liga, comencé a trabajar y a entrenar solo en Tacámbaro, me iba a las canchas porque la intención es llegar a la selección; no sé si lo logre, pero lo voy a intentar

En este proceso de delirio futbolístico, relata que su esposa y sus dos hijos lo acompañan.

Dice que a los niños les hace ilusión ver a su padre dentro del terreno de juego, lo imitan y tratan de jugar al futbol con las muletas.

El más pequeño, de 4 años de edad, también se divierte con su colección muñecos. Tiene algunos que ya están accidentados, que les faltan las piernas o los brazos. Dichos ejemplares, se los propone a su papá como serios candidatos para formar parte de “La Raza”.

De la tibia y peroné a la defensa central

A Rigoberto González Cornejo lo fueron a buscar a la preparatoria donde imparte clases.

“Vamos a jugar futbol”, le dijeron. Lo primero que respondió es que seguramente se trataba de una broma. Con esa sospecha bien sostenida, decidió acudir a una de las primeras reuniones que se hacían para conformar el equipo. Desde entonces, se adueñó de la posición de defensa central.

Aficionado de equipo América y con 35 años de edad, Rigo no había pisado una cancha de futbol desde los 14 años, cuando un cáncer en la tibia y peroné le arrebató la pierna izquierda. Admite que todo el proceso de la enfermedad fue angustiante y “horrible”, donde la única sensación era la de tener el mundo encima.

“Mi trauma era pensar en lo que iba a decir la gente de Tacámbaro, fueron momentos difíciles y viví cosas que te dejan marcado para siempre, como cuando pasé por mi certificado de la secundaria enfrente de todos mis compañeros de la generación”.

Rigo se aferró al estudio y se alejó de cualquier intento de deporte. Como una especie de refugio, comparte que distrajo su trauma con los libros, los apuntes, exámenes y todo lo que lo llevó a graduarse como Ingeniero en Sistemas.

Con el futbol, relata que ha encontrado una manera de romper la rutina y salir de la dinámica casa-trabajo. ¿Por qué ser defensa central? Rigo no duda y sentencia que los buenos jugadores comienzan en la parte baja de la cancha.

El arquero de Pedernales

El portero de Pedernales la tiene clara: se trata de atajar a la depresión.

Por cada jugada dentro del campo, cuenta un chiste. Busca hacer reír a sus compañeros, los motiva y prioriza la convivencia.

Ramón Becerril Rodríguez tiene 45 años de edad, es oriundo de la localidad de Pedernales y es el encargado de proteger los tres postes de “La Raza”. Con su brazo derecho rechaza el balón, da indicaciones, señala, juega y reta a que le “peguen más fuerte”.

Dice que atrás quedaron los momentos de amargura, cuando por un accidente en la fábrica de sal donde trabajaba perdió su brazo izquierdo. Ese molino de la ciudad de Guadalajara lo alejó de la cancha por dos años, pero el aliento de sus padres, su esposa y sus tres hijos lo regresaron a las andadas de las patadas y los goles.

“No fue fácil, mi hija sufría bullyng en la escuela porque le hacían burla por mi situación, pero yo hablé con ella y con el tiempo ha funcionado, pues ahora me acompaña a donde vaya a jugar y ese apoyo es importante”.

Aunque su posición natural es ser medio de contención, afirma que ser el guardameta de “La Raza” no le incomoda en lo más mínimo. El objetivo de desestresarse por medio del futbol, es algo que cumple a cabalidad el de Pedernales.

Debut redondo

Carlos Colón Arellanes llegó puntual a la cita. No daban las 16:00 horas cuando él, su esposa y su hijo ya esperaban en la Unidad Deportiva Cuauhtémoc. “Venía bien emocionado”, admite. Y es que desde que se accidentó a los 16 años de edad en una motocicleta, no había vuelto a recorrer un campo de futbol.

Nueve años tuvieron que transcurrir para que Carlos comprobara eso que se dice de que “recordar es volver a vivir”. Cumplió con el protocolo del llano y se puso un short, se acomodó la calceta y de nuevo sintió el aire golpeándole en el rostro.

Desde los primeros minutos les hizo saber a sus compañeros que la media cancha era lo suyo, la zona donde desde niño soñó con debutar en la primera división. “Siempre me gustó el futbol y soñaba con llegar alto, jugar en un equipo, pero no se me dio la oportunidad y luego vino lo de mi accidente”.

Corrió la mayor parte del tiempo por la banda izquierda, siempre tratando de desbordar y asistir a los delanteros. Aunque por momentos los años sabáticos le cobraban factura, bastaba un poco de hidratación y el apoyo de su hijo de 3 años para regresar al campo.

Tras el empate a dos goles, se reportó listo para asumir el compromiso de encarar el torneo, aunque aclaró que lo primero es retomar la condición física. Carlos Colón debutó en “La Raza” y de nuevo se sintió como niño, cuando pedía ser el mismísimo José Saturnino Cardozo.


La vida como una pelota

A “La Raza” se les distingue por el sentido del humor intacto que tienen. Desde que llegan a la cancha en una camioneta que les facilita el Ayuntamiento de Tacámbaro, no paran de reírse de lo que en su momento fue su desgracia.

Lo mismo hacen sorna de la falta de una pierna, que de un brazo, como buenos mexicanos con al capacidad infinita de convertir la desgracia propia y ajena en una oportunidad para el divertimento sano.

Parecen ser felices cuando juegan futbol. Con el fútbol se comunican, se hermanan, se entrelazan, es su idioma.

Hablan de cuáles serán las muletas más cómodas para correr dentro del campo y se comparten técnicas para tener un golpeo de balón más fuerte y colocado. Entrenan sin prejuicios y a sus rivales les piden que compitan dando lo máximo, sin tener consideraciones.

Recién les han llegado los uniformes. Al frente de la playera se luce un color blanco que combina a la perfección con el escudo que llevan en la parte izquierda del pecho, justo en la zona del corazón.

Ni siquiera piensan en la talla. Se colocan la playera y de inmediato a sudarla. Se gritan, pero también se carcajean. Es la proyección idónea de lo que los entrenadores llaman “divertirse con responsabilidad”, pues en el momento que se da el grito de ¡Gol gana!, la cosa se vuelve tan seria como una final de Copa del Mundo.

Quién sabe si les alcance para estar dentro de la Liga Mexicana de Amputados esta próxima temporada, pero “La Raza” ya es una realidad.

Son un equipo de futbol. Y Rafael Cortés Castillo, mediocampista del plantel, lo explica mejor: “No nos asumimos como un conjunto de discapacitados, sino más bien como un grupo de personas que tienen el talento de mover el balón, tocarlo y llevarlo a la portería rival para hacer un gol”.

Le llaman capacidad para jugar al futbol y enfrentar la vida y la desgracia.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A los pocos segundos de que el camión lo atropelló y arrastró por varios metros, Belisario Pérez Arreola se sentó en la acera como pudo y lo primero que observó fue su pierna izquierda destrozada.

En ese instante, a su mente solo llegó un pensamiento: “El futbol se acabó para mí”.

Era el año de 1997, tenía 14 años de edad y su plan inmediato era viajar a la ciudad de Guadalajara para probar suerte con el equipo del Atlas, que en aquel entonces comandaba Ricardo Antonio Lavolpe.

Ese sueño quedó frustrado y a 22 años de distancia, considera en un acto de honestidad, que posiblemente no hubiera alcanzado la primera división profesional pero reconoce que ese sueño frustrado es algo que se le ha quedado algo que se le ha quedado como una espina clavada en su alma.

“Aunque había perdido mi pierna, realmente no fue difícil volver y patear un balón con los amigos, pues luego empecé a hacer equipos de futbol y yo era el que iba a las reuniones como director técnico; pero también es cierto que en ese momento yo abandoné las ilusiones y las esperanzas de jugar en una competencia como tal”.

Sin embargo, todo cambió en octubre del año pasado, cuando se dio cuenta que México iba ser sede del Campeonato Mundial de Futbol de Amputados.

La decepción y la curiosidad lo llevaron a indagar sobre el tema y fue cuando descubrió que a sus 36 años, con una pierna amputada podía estar de nuevo en medio de una cancha: e¡de hecho, en el país existía una liga para amputados.


Lo pensó poco, se preguntó por qué no y a la brevedad comenzó con la búsqueda de futbolistas en el municipio de Tacámbaro y sus los alrededores. Ocupaba cómplices, gente que quisiera sacudir las redes con un solo pie y porteros que dieran las mejores atajadas a una mano, se dijo.

Muchos le dijeron que no, le argumentaron que la vergüenza se los impedía. Pero hubo otros que se entusiasmaron y se unieron a lo que hasta ese momento parecía una locura. Así es como nació “La Raza”, el primer equipo de amputados del estado de Michoacán.

Actualmente el plantel se conforma de nueve integrantes, pero todavía requieren de 5 jugadores más para poder registrarse a la liga. Tienen hasta el 23 de junio para hacerlo y aunque el tiempo agobia, Belisario sabe que han llegado lejos, “el poder convivir, formar un grupo de personas y comenzar a compartirnos historias es una cosa muy bonita, me gusta saber que somos parte de algo y que podemos cambiar la mentalidad de algunas personas”.

Belisario se imagina viajando a otros estados de la República, enfrentando a los mejores rivales y sobre todo formando parte de algo más grande, pues asegura que no le da miedo expresar que su aspiración es llegar a la Selección Mexicana de Amputados.


Yo en el momento que supe de esto empecé a ver videos de la liga, comencé a trabajar y a entrenar solo en Tacámbaro, me iba a las canchas porque la intención es llegar a la selección; no sé si lo logre, pero lo voy a intentar

En este proceso de delirio futbolístico, relata que su esposa y sus dos hijos lo acompañan.

Dice que a los niños les hace ilusión ver a su padre dentro del terreno de juego, lo imitan y tratan de jugar al futbol con las muletas.

El más pequeño, de 4 años de edad, también se divierte con su colección muñecos. Tiene algunos que ya están accidentados, que les faltan las piernas o los brazos. Dichos ejemplares, se los propone a su papá como serios candidatos para formar parte de “La Raza”.

De la tibia y peroné a la defensa central

A Rigoberto González Cornejo lo fueron a buscar a la preparatoria donde imparte clases.

“Vamos a jugar futbol”, le dijeron. Lo primero que respondió es que seguramente se trataba de una broma. Con esa sospecha bien sostenida, decidió acudir a una de las primeras reuniones que se hacían para conformar el equipo. Desde entonces, se adueñó de la posición de defensa central.

Aficionado de equipo América y con 35 años de edad, Rigo no había pisado una cancha de futbol desde los 14 años, cuando un cáncer en la tibia y peroné le arrebató la pierna izquierda. Admite que todo el proceso de la enfermedad fue angustiante y “horrible”, donde la única sensación era la de tener el mundo encima.

“Mi trauma era pensar en lo que iba a decir la gente de Tacámbaro, fueron momentos difíciles y viví cosas que te dejan marcado para siempre, como cuando pasé por mi certificado de la secundaria enfrente de todos mis compañeros de la generación”.

Rigo se aferró al estudio y se alejó de cualquier intento de deporte. Como una especie de refugio, comparte que distrajo su trauma con los libros, los apuntes, exámenes y todo lo que lo llevó a graduarse como Ingeniero en Sistemas.

Con el futbol, relata que ha encontrado una manera de romper la rutina y salir de la dinámica casa-trabajo. ¿Por qué ser defensa central? Rigo no duda y sentencia que los buenos jugadores comienzan en la parte baja de la cancha.

El arquero de Pedernales

El portero de Pedernales la tiene clara: se trata de atajar a la depresión.

Por cada jugada dentro del campo, cuenta un chiste. Busca hacer reír a sus compañeros, los motiva y prioriza la convivencia.

Ramón Becerril Rodríguez tiene 45 años de edad, es oriundo de la localidad de Pedernales y es el encargado de proteger los tres postes de “La Raza”. Con su brazo derecho rechaza el balón, da indicaciones, señala, juega y reta a que le “peguen más fuerte”.

Dice que atrás quedaron los momentos de amargura, cuando por un accidente en la fábrica de sal donde trabajaba perdió su brazo izquierdo. Ese molino de la ciudad de Guadalajara lo alejó de la cancha por dos años, pero el aliento de sus padres, su esposa y sus tres hijos lo regresaron a las andadas de las patadas y los goles.

“No fue fácil, mi hija sufría bullyng en la escuela porque le hacían burla por mi situación, pero yo hablé con ella y con el tiempo ha funcionado, pues ahora me acompaña a donde vaya a jugar y ese apoyo es importante”.

Aunque su posición natural es ser medio de contención, afirma que ser el guardameta de “La Raza” no le incomoda en lo más mínimo. El objetivo de desestresarse por medio del futbol, es algo que cumple a cabalidad el de Pedernales.

Debut redondo

Carlos Colón Arellanes llegó puntual a la cita. No daban las 16:00 horas cuando él, su esposa y su hijo ya esperaban en la Unidad Deportiva Cuauhtémoc. “Venía bien emocionado”, admite. Y es que desde que se accidentó a los 16 años de edad en una motocicleta, no había vuelto a recorrer un campo de futbol.

Nueve años tuvieron que transcurrir para que Carlos comprobara eso que se dice de que “recordar es volver a vivir”. Cumplió con el protocolo del llano y se puso un short, se acomodó la calceta y de nuevo sintió el aire golpeándole en el rostro.

Desde los primeros minutos les hizo saber a sus compañeros que la media cancha era lo suyo, la zona donde desde niño soñó con debutar en la primera división. “Siempre me gustó el futbol y soñaba con llegar alto, jugar en un equipo, pero no se me dio la oportunidad y luego vino lo de mi accidente”.

Corrió la mayor parte del tiempo por la banda izquierda, siempre tratando de desbordar y asistir a los delanteros. Aunque por momentos los años sabáticos le cobraban factura, bastaba un poco de hidratación y el apoyo de su hijo de 3 años para regresar al campo.

Tras el empate a dos goles, se reportó listo para asumir el compromiso de encarar el torneo, aunque aclaró que lo primero es retomar la condición física. Carlos Colón debutó en “La Raza” y de nuevo se sintió como niño, cuando pedía ser el mismísimo José Saturnino Cardozo.


La vida como una pelota

A “La Raza” se les distingue por el sentido del humor intacto que tienen. Desde que llegan a la cancha en una camioneta que les facilita el Ayuntamiento de Tacámbaro, no paran de reírse de lo que en su momento fue su desgracia.

Lo mismo hacen sorna de la falta de una pierna, que de un brazo, como buenos mexicanos con al capacidad infinita de convertir la desgracia propia y ajena en una oportunidad para el divertimento sano.

Parecen ser felices cuando juegan futbol. Con el fútbol se comunican, se hermanan, se entrelazan, es su idioma.

Hablan de cuáles serán las muletas más cómodas para correr dentro del campo y se comparten técnicas para tener un golpeo de balón más fuerte y colocado. Entrenan sin prejuicios y a sus rivales les piden que compitan dando lo máximo, sin tener consideraciones.

Recién les han llegado los uniformes. Al frente de la playera se luce un color blanco que combina a la perfección con el escudo que llevan en la parte izquierda del pecho, justo en la zona del corazón.

Ni siquiera piensan en la talla. Se colocan la playera y de inmediato a sudarla. Se gritan, pero también se carcajean. Es la proyección idónea de lo que los entrenadores llaman “divertirse con responsabilidad”, pues en el momento que se da el grito de ¡Gol gana!, la cosa se vuelve tan seria como una final de Copa del Mundo.

Quién sabe si les alcance para estar dentro de la Liga Mexicana de Amputados esta próxima temporada, pero “La Raza” ya es una realidad.

Son un equipo de futbol. Y Rafael Cortés Castillo, mediocampista del plantel, lo explica mejor: “No nos asumimos como un conjunto de discapacitados, sino más bien como un grupo de personas que tienen el talento de mover el balón, tocarlo y llevarlo a la portería rival para hacer un gol”.

Le llaman capacidad para jugar al futbol y enfrentar la vida y la desgracia.

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