La compra de Twitter por parte de Elon Musk dejó al descubierto la diferencia entre la cultura de la empresa de San Francisco y los métodos del multimillonario jefe de Tesla.
"Tengo la impresión de que a Musk le gusta mucho la humanidad, pero no los humanos", comentó el ingeniero informático Emmanuel Cornet, uno de los primeros despedidos de la red social después de que el multimillonario tomara el control de la empresa el pasado 27 de octubre.
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Antes de eso, era uno de los muchos empleados que sentían verdadera curiosidad por ver al exitoso empresario dirigir Twitter.
"Creo que teníamos la venda puesta en los ojos. La mayoría de los empleados intentaron darle el beneficio de la duda el mayor tiempo posible, también porque encontrar otro trabajo no es siempre fácil", resume.
Pero Musk, más allá de las grandes sonrisas y las declaraciones entusiastas, ha sido fiel a su reputación.
Despidió a la mitad de los 7 mil 500 empleados del grupo, echó a los directivos e ingenieros que no estaban de acuerdo con él y, finalmente, impuso un ultimátum: trabajar "duro, sin condiciones" o salir por la puerta.
Cientos de personas eligieron la segunda opción.
"Se está comportando como un matón de patio. Cualquier crítica a sus declaraciones, en su mayoría inexactas, sobre la tecnología es motivo de despido inmediato", señala Sarah Roberts, profesora de redes sociales en la UCLA.
No se da cuartel
Cornet se mostró especialmente sorprendido por la falta de "respeto" del hombre más rico del mundo: "A la larga, objetivamente, parece que intenta ayudar al planeta, con los coches eléctricos, por ejemplo. (...) Pero la gente que le rodea parece desechable".
Musk "tiene ese lado de fanfarronería, de bravuconería. Es el empresario engreído y sin pelos en la lengua que fabrica cohetes y automóviles que impresionan a la gente. La cultura de Twitter es mucho más sobria, con una visión más progresista y social", afirma John Wihbey, profesor de medios de comunicación de la Northeastern University.
El empresario lleva mucho tiempo vinculado a Silicon Valley, donde cofundó Tesla. Pero desde entonces ha renegado de la California demócrata, despotricando contra las restricciones sanitarias durante la pandemia y las acusaciones de "segregación racial" en sus fábricas.
A finales de 2021 trasladó la sede del fabricante de autos eléctricos a Texas, un estado predominantemente republicano con políticas conservadoras.
Twitter fue fundado por Jack Dorsey, "que tiene toda la pinta de ser un gurú zen en busca de espiritualidad", recuerda Wihbey.
Los empleados de la plataforma estaban "orgullosos de trabajar allí", añade. "Creían en lo que hacían".
Cornet trabajó 14 años en Google antes de aterrizar en Twitter, que en el momento de su elección no parecían "obsesionados por los beneficios".
"Distinción honorífica"
Los ex "tweeps" -como se autodenominan los empleados de la red social- escribieron mensajes de despedida en la plataforma con muchos corazones, y luego crearon grupos en Discord y Signal para apoyarse mutuamente.
Muchos dijeron que estaban de acuerdo con trabajar duro, pero no solo con promesas grandilocuentes, como "construir un Twitter 2.0 revolucionario", a merced de decisiones abruptas.
Preguntado en una reunión por un empleado sobre el riesgo de perder personal, Musk dijo que no tenía una "buena respuesta".
"Puedo decirte lo que funciona en Tesla: estar físicamente presente en la oficina y darlo todo", dijo.
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El magnate, que aborrece el teletrabajo -popular entre los ingenieros de software-, le encanta contar la historia de cómo durmió en las oficinas de Tesla cuando la compañía estaba "al borde de la quiebra".
"En Neuralink o Tesla pudo hacerle la vida difícil a los empleados porque están dedicados a la causa, trabajan en tecnologías de punta. Hay una visión", consideró Jeffrey Sonnenfeld, profesor de la Universidad de Yale.
En Twitter, en cambio, entre los despidos masivos, la cultura de la coerción y sus "caprichos", probablemente no esté en proceso de conformar a la plantilla en torno a una cultura creativa, estimó este especialista en gobierno corporativo.
Según Sarah Roberts, para muchos en Silicon Valley, "ser despedido por Elon (Musk) se ha convertido en un honor".
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