/ domingo 22 de septiembre de 2019

Los Chuekos, a toda velocidad contra la adversidad

Son un equipo desde hace dos años y se juegan baloncesto en silla de ruedas. Entrenan en el Cder y han ganado varias competencias fuera del estado, como el tercer lugar de la Liga Regional del Bajío 2019

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Un par de niños juegan con una silla de ruedas. Se empujan una y otra vez a lo largo de la cancha del Centro Deportivo Ejército de la Revolución (Cder), lo hacen cada vez más rápido, como si se tratara de un automóvil. “Van a lastimar a alguien”, les grita su papá a la distancia en un tono que se acerca al regaño. La advertencia es lanzada desde otra silla de ruedas, pero se esfuma cuando se da cuenta que el balón se dirige hacia su posición; se olvida del tema y de nuevo se concentra en el partido.

Son Los Chuekos de Morelia, equipo conformado desde hace dos años y que se caracteriza por jugar al baloncesto en silla de ruedas. Entrenan en el Cder hasta que “les apagan la luz” y suelen competir en torneos fuera del estado, donde ya pueden presumir de haber obtenido logros deportivos, como el reciente tercer lugar ganado en la temporada 2019 de la Liga Regional del Bajío.

Dentro de la cancha se disputan cada balón, chocan sus sillas de ser necesario y utilizan la fuerza de sus brazos para buscar encestar. De acuerdo con las reglas internacionales, cada equipo debe estar conformado por cinco jugadores, no pueden dar más de dos impulsos con sus sillas de ruedas sin haber botado el balón y el conjunto ganador es el que logra llegar a los 14 puntos.

Al final de cada entrenamiento, en sus manos quedan las huellas de la batalla: ningún jugador queda exento de los callos, la hinchazón y de tener las palmas color carbón. Aunque la mayoría trabaja o tienen actividades diarias, siempre se hallan la manera de darse un espacio para ponerse la casaca roja, en la que lucen orgullosos el logo del equipo.

Cuenta Alejandro Jacobo Correa, de 38 años de edad, que la mayoría de los jugadores ya tienen aproximadamente 10 años practicando el baloncesto, lo que ha generado que sean un equipo competitivo al momento de medirse contra rivales de Querétaro, Jalisco y San Luis Potosí.

En su caso, comparte que su ingreso al deporte no fue tan sencillo y le costó varios años poderlo hacer. “Yo tuve un accidente cuando tenía 20 años de edad, me caí de una montaña en los Estados Unidos y a partir de ahí comencé un peregrinar de 10 años de rehabilitación, donde aparte de las cuestiones físicas, no me animaba a realizar una vida normal”.

Pero Alejandro no juzga, dice entender a las personas con discapacidad que no se animan a practicar una actividad física. Explica que el aceptar que tu vida ha cambiado para siempre es un proceso complejo que no se asume tan sencillo, pero también argumenta que es el deporte una herramienta idónea para volver a sentirse incluidos en la sociedad.

A mí el baloncesto me ha dejado muchas satisfacciones, sobre todo mi salud ha mejorado considerablemente, ya que el deporte me ha mantenido en buen estado a pesar de tener una vida sin poder caminar o sedentaria como suelen decir

Reconoce que antes de su accidente lo suyo realmente era el futbol, pero tras dos años de estar con Los Chuekos, asegura que el baloncesto ya se le puso a la par y disfruta de ambos. Dice que cuando entra a una cancha se le olvida por completo que tiene una discapacidad, “me convierto en otra persona, me divierto y no me acuerdo para nada de las adversidades”.

“EL BALONCESTO ME SACÓ DE LA CAMA”

A los 10 años de edad, Luis Ángel Hernández fue arrollado por el tren en la ciudad de Morelia, lo que le provocó que perdiera su pierna izquierda. El incidente, además de cambiarle en automático su modo de vida, también afectó su autoestima.

Cuenta que permaneció dentro de su habitación medio año, sin ganas de salir ni ver a nadie. Un familiar que también tenía una discapacidad física, abunda, fue el que lo motivó a retomar su vida y quien lo llevó por primera vez a una cancha de baloncesto. “Allá hay muchos como tú”, le prometieron a Luis.

Desde ese momento, comenzó su andar por este deporte con el equipo de Guerreros, quienes también juegan en la ciudad, pero también se adentró a otras disciplinas como el atletismo, donde practica con regularidad el lanzamiento de disco y de jabalina.

A sus 21 años de edad, dice sentirse orgulloso de lo que ha logrado en el deporte, donde además de obtener resultados positivos deportivamente hablando, también ha podido hacerse merecedor de becas otorgadas por los gobiernos en turno.

Antes del accidente yo era totalmente futbolero, pero después me llamó la atención el basquetbol; me di cuenta que era mucha diversión, y que también gracias a esto conoces a más gente de otros estados e inclusive de otros países. Para mí no hay nada como enfrentarte a otros rivales, es lo que más disfruto

Respecto a las personas que tienen alguna discapacidad física pero todavía no se han animado a involucrarse con el deporte, Luis considera que todo está simplemente en “aventarse” a hacerlo. “Pueden buscar dentro de la variedad de deportes que hay, que no se queden con uno solo; además en esto a veces se encuentra una oportunidad para vivir, que te paguen por representar a tu estado y país es lo mejor que a uno le puede pasar”.

El formar parte de Los Chuekos, refiere que le ha dado la oportunidad de convivir con más gente. Mucho de eso, asegura, es la clave para que el equipo se mantenga vigente, compitiendo y con más integrantes cada año.

NUNCA ES TARDE

Griselda Loza lleva 23 años metida de lleno en el deporte, pero no siempre fue así. Confiesa que su infancia no fue la mejor. Era triste, termina de recordar: “No salía para nada de la casa y en el deporte aprendí muchas cosas, a valerme por mí misma, me siento orgullosa de lo que he hecho hasta el momento”.

Ahora con 50 años de edad, Griselda práctica baloncesto, lanzamiento de jabalina, de bala; participa en carreras atléticas y si queda tiempo baila zumba. Forma parte de Los Chuekos, aunque reconoce que lo que más le gustaría es que se volviera a conformar un equipo femenil, como en los viejos tiempos.

Yo me involucro en el deporte gracias a una maestra de Monterrey que se llamaba Yesenia Fuentes, ella fue la que se encargó de iniciar con el deporte en silla de ruedas. Al principio fue muy complicado, porque no sabes cómo manejarte y da miedo, pero de a poco le fui agarrando el ritmo

Mirando en retrospectiva, reflexiona y piensa que todo esto parecía imposible desde el momento en que nació. “Mi mamá era cocinera del Hospital Psiquiátrico, yo estaba en su vientre y una paciente la empujó, lo que terminó afectándome a mí, pues desde pequeña tuve un tipo de tumor en la columna vertebral que me hizo perder la sensibilidad; sentía dormidos los pies y a la postre se me formó una especie de gangrena en la rodilla, por lo que los doctores no tuvieron otra opción que amputarme la pierna”.

Al cuestionarle cuál fue la fórmula que halló para darle vuelta a su situación, Griselda no lo duda y sentencia que no hay otro camino que la motivación generada desde una misma. Describe las incontables ocasiones en que ha intentado animar a otros para que participen y dejen de lado la discapacidad como un obstáculo, “pero los entiendo, no es fácil acostumbrarse a subirse a una silla de ruedas”.

¿Qué es lo que más disfruta de estar dentro de una cancha?, se le pregunta a Griselda. Responde sin pensarlo mucho, explica que la energía que se genera con sus compañeros lo es todo. Presume de ser una chueka más y que desde hace 23 años se anima a hacer de todo en la vida cotidiana; “mañana hay que ir a bailar zumba”, agrega.

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Un par de niños juegan con una silla de ruedas. Se empujan una y otra vez a lo largo de la cancha del Centro Deportivo Ejército de la Revolución (Cder), lo hacen cada vez más rápido, como si se tratara de un automóvil. “Van a lastimar a alguien”, les grita su papá a la distancia en un tono que se acerca al regaño. La advertencia es lanzada desde otra silla de ruedas, pero se esfuma cuando se da cuenta que el balón se dirige hacia su posición; se olvida del tema y de nuevo se concentra en el partido.

Son Los Chuekos de Morelia, equipo conformado desde hace dos años y que se caracteriza por jugar al baloncesto en silla de ruedas. Entrenan en el Cder hasta que “les apagan la luz” y suelen competir en torneos fuera del estado, donde ya pueden presumir de haber obtenido logros deportivos, como el reciente tercer lugar ganado en la temporada 2019 de la Liga Regional del Bajío.

Dentro de la cancha se disputan cada balón, chocan sus sillas de ser necesario y utilizan la fuerza de sus brazos para buscar encestar. De acuerdo con las reglas internacionales, cada equipo debe estar conformado por cinco jugadores, no pueden dar más de dos impulsos con sus sillas de ruedas sin haber botado el balón y el conjunto ganador es el que logra llegar a los 14 puntos.

Al final de cada entrenamiento, en sus manos quedan las huellas de la batalla: ningún jugador queda exento de los callos, la hinchazón y de tener las palmas color carbón. Aunque la mayoría trabaja o tienen actividades diarias, siempre se hallan la manera de darse un espacio para ponerse la casaca roja, en la que lucen orgullosos el logo del equipo.

Cuenta Alejandro Jacobo Correa, de 38 años de edad, que la mayoría de los jugadores ya tienen aproximadamente 10 años practicando el baloncesto, lo que ha generado que sean un equipo competitivo al momento de medirse contra rivales de Querétaro, Jalisco y San Luis Potosí.

En su caso, comparte que su ingreso al deporte no fue tan sencillo y le costó varios años poderlo hacer. “Yo tuve un accidente cuando tenía 20 años de edad, me caí de una montaña en los Estados Unidos y a partir de ahí comencé un peregrinar de 10 años de rehabilitación, donde aparte de las cuestiones físicas, no me animaba a realizar una vida normal”.

Pero Alejandro no juzga, dice entender a las personas con discapacidad que no se animan a practicar una actividad física. Explica que el aceptar que tu vida ha cambiado para siempre es un proceso complejo que no se asume tan sencillo, pero también argumenta que es el deporte una herramienta idónea para volver a sentirse incluidos en la sociedad.

A mí el baloncesto me ha dejado muchas satisfacciones, sobre todo mi salud ha mejorado considerablemente, ya que el deporte me ha mantenido en buen estado a pesar de tener una vida sin poder caminar o sedentaria como suelen decir

Reconoce que antes de su accidente lo suyo realmente era el futbol, pero tras dos años de estar con Los Chuekos, asegura que el baloncesto ya se le puso a la par y disfruta de ambos. Dice que cuando entra a una cancha se le olvida por completo que tiene una discapacidad, “me convierto en otra persona, me divierto y no me acuerdo para nada de las adversidades”.

“EL BALONCESTO ME SACÓ DE LA CAMA”

A los 10 años de edad, Luis Ángel Hernández fue arrollado por el tren en la ciudad de Morelia, lo que le provocó que perdiera su pierna izquierda. El incidente, además de cambiarle en automático su modo de vida, también afectó su autoestima.

Cuenta que permaneció dentro de su habitación medio año, sin ganas de salir ni ver a nadie. Un familiar que también tenía una discapacidad física, abunda, fue el que lo motivó a retomar su vida y quien lo llevó por primera vez a una cancha de baloncesto. “Allá hay muchos como tú”, le prometieron a Luis.

Desde ese momento, comenzó su andar por este deporte con el equipo de Guerreros, quienes también juegan en la ciudad, pero también se adentró a otras disciplinas como el atletismo, donde practica con regularidad el lanzamiento de disco y de jabalina.

A sus 21 años de edad, dice sentirse orgulloso de lo que ha logrado en el deporte, donde además de obtener resultados positivos deportivamente hablando, también ha podido hacerse merecedor de becas otorgadas por los gobiernos en turno.

Antes del accidente yo era totalmente futbolero, pero después me llamó la atención el basquetbol; me di cuenta que era mucha diversión, y que también gracias a esto conoces a más gente de otros estados e inclusive de otros países. Para mí no hay nada como enfrentarte a otros rivales, es lo que más disfruto

Respecto a las personas que tienen alguna discapacidad física pero todavía no se han animado a involucrarse con el deporte, Luis considera que todo está simplemente en “aventarse” a hacerlo. “Pueden buscar dentro de la variedad de deportes que hay, que no se queden con uno solo; además en esto a veces se encuentra una oportunidad para vivir, que te paguen por representar a tu estado y país es lo mejor que a uno le puede pasar”.

El formar parte de Los Chuekos, refiere que le ha dado la oportunidad de convivir con más gente. Mucho de eso, asegura, es la clave para que el equipo se mantenga vigente, compitiendo y con más integrantes cada año.

NUNCA ES TARDE

Griselda Loza lleva 23 años metida de lleno en el deporte, pero no siempre fue así. Confiesa que su infancia no fue la mejor. Era triste, termina de recordar: “No salía para nada de la casa y en el deporte aprendí muchas cosas, a valerme por mí misma, me siento orgullosa de lo que he hecho hasta el momento”.

Ahora con 50 años de edad, Griselda práctica baloncesto, lanzamiento de jabalina, de bala; participa en carreras atléticas y si queda tiempo baila zumba. Forma parte de Los Chuekos, aunque reconoce que lo que más le gustaría es que se volviera a conformar un equipo femenil, como en los viejos tiempos.

Yo me involucro en el deporte gracias a una maestra de Monterrey que se llamaba Yesenia Fuentes, ella fue la que se encargó de iniciar con el deporte en silla de ruedas. Al principio fue muy complicado, porque no sabes cómo manejarte y da miedo, pero de a poco le fui agarrando el ritmo

Mirando en retrospectiva, reflexiona y piensa que todo esto parecía imposible desde el momento en que nació. “Mi mamá era cocinera del Hospital Psiquiátrico, yo estaba en su vientre y una paciente la empujó, lo que terminó afectándome a mí, pues desde pequeña tuve un tipo de tumor en la columna vertebral que me hizo perder la sensibilidad; sentía dormidos los pies y a la postre se me formó una especie de gangrena en la rodilla, por lo que los doctores no tuvieron otra opción que amputarme la pierna”.

Al cuestionarle cuál fue la fórmula que halló para darle vuelta a su situación, Griselda no lo duda y sentencia que no hay otro camino que la motivación generada desde una misma. Describe las incontables ocasiones en que ha intentado animar a otros para que participen y dejen de lado la discapacidad como un obstáculo, “pero los entiendo, no es fácil acostumbrarse a subirse a una silla de ruedas”.

¿Qué es lo que más disfruta de estar dentro de una cancha?, se le pregunta a Griselda. Responde sin pensarlo mucho, explica que la energía que se genera con sus compañeros lo es todo. Presume de ser una chueka más y que desde hace 23 años se anima a hacer de todo en la vida cotidiana; “mañana hay que ir a bailar zumba”, agrega.

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