/ lunes 7 de septiembre de 2020

Entrevista con Manuel Aguilar, premio Eréndira 2020

El artífice de 72 años afirmó que no esperaba ganar este importante reconocimiento

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Recién honrado con el Premio Estatal de las Artes Eréndira, el maestro artesano Manuel Aguilar Magaña, originario de San Juan Nuevo Parangaricutiro, habló para este medio sobre su formación y también rememoró algunas transformaciones que ha sufrido la danza de los “kúrpites”.

En entrevista para El Sol de Morelia, el artesano mascarero Aguilar Magaña reconoció que no esperaba el premio –dijo– “y la satisfacción intensa me vino”. A sus 72 años, aseguró que lleva realizando máscaras e imágenes religiosas en su taller de San Juan Nuevo hace más de cuarenta años.

“Solito me nació la idea de hacer las máscaras porque me gustaba mucho salir de ‘kúrpite’ y como no tenía suficientes recursos para mandar a hacer mi propia máscara, yo la elaboré con una técnica personal”, dijo al explicar que desde entonces –a los 16 años– amigos y familiares le mandaron a hacer máscaras y así encontró su vocación.

Sin precisar con exactitud, dijo que la tradición puede haber comenzado alrededor de 1850 en “San Juan Viejo”, el pueblo habitado ahora por el volcán Paricutín, y que su padre, don Basilio Aguilar Chávez era asiduo a participar en las danzas como “tarepeti”.

“En un principio no era con máscaras de gente, sino con máscaras de diferentes animales –gallinas, puercos, tecolotes, lobos–, pero eso fue hace muchos años y luego se cambiaron a las máscaras de gente y dejaron las de animal”, dijo luego de comentar que la danza alude, entre otras cosas, al proceso de evangelización en esa región.

Foto: Cortesía | Nuevos Danzantes

En purépecha “kúrpite” significa “los que se juntaron” o “los que se juntan”. Don Manuel explicó que con anterioridad la danza era una, pero después se dividió “por causas de una mujer y se hicieron dos cuadrillas”.

Asimismo, dijo que hace muchos años podían participar las mujeres, pero debido a la resistencia que exigen los tres días de duración, se optó por hacerla sólo de varones y representar a la mujer –a la virgen María– con una máscara.

Don Manuel trabaja en su taller de San Juan Nuevo y hace un par de semanas, sus hijos –que, a su vez, siguen sus pasos en la artesanía– abrieron una página de Facebook para difundir el trabajo familiar, reconocido por cuatro años consecutivos (2015-2019) con el Premio del Tianguis Artesanal del “Domingo de Ramos”, en Uruapan.

Anécdota del éxodo por el Paricutín

Al mascarero su padre le contó también una anécdota que se transmite de generación en generación en el pueblo fundado tras la erupción del volcán Paricutín:

“Cuando llevaban al Señor de los milagros de San Juan a Uruapan, dicen que en Uruapan los recibieron muy bien y hasta el Ejército estuvo ahí para proteger al cristo, porque había jóvenes que querían arrebatar al cristo, pero la policía intervino y ya no pudieron lograr su cometido… eso me contó mi papá”, dijo al precisar que ese acontecimiento pasó en 1944, “cuando ya había llegado la lava al pueblo” y tuvieron que desalojar a los habitantes que, entre otros lugares, se establecieron en San Juan Nuevo, Angahuan y Caltzontzin.

Foto SILVIA HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Recién honrado con el Premio Estatal de las Artes Eréndira, el maestro artesano Manuel Aguilar Magaña, originario de San Juan Nuevo Parangaricutiro, habló para este medio sobre su formación y también rememoró algunas transformaciones que ha sufrido la danza de los “kúrpites”.

En entrevista para El Sol de Morelia, el artesano mascarero Aguilar Magaña reconoció que no esperaba el premio –dijo– “y la satisfacción intensa me vino”. A sus 72 años, aseguró que lleva realizando máscaras e imágenes religiosas en su taller de San Juan Nuevo hace más de cuarenta años.

“Solito me nació la idea de hacer las máscaras porque me gustaba mucho salir de ‘kúrpite’ y como no tenía suficientes recursos para mandar a hacer mi propia máscara, yo la elaboré con una técnica personal”, dijo al explicar que desde entonces –a los 16 años– amigos y familiares le mandaron a hacer máscaras y así encontró su vocación.

Sin precisar con exactitud, dijo que la tradición puede haber comenzado alrededor de 1850 en “San Juan Viejo”, el pueblo habitado ahora por el volcán Paricutín, y que su padre, don Basilio Aguilar Chávez era asiduo a participar en las danzas como “tarepeti”.

“En un principio no era con máscaras de gente, sino con máscaras de diferentes animales –gallinas, puercos, tecolotes, lobos–, pero eso fue hace muchos años y luego se cambiaron a las máscaras de gente y dejaron las de animal”, dijo luego de comentar que la danza alude, entre otras cosas, al proceso de evangelización en esa región.

Foto: Cortesía | Nuevos Danzantes

En purépecha “kúrpite” significa “los que se juntaron” o “los que se juntan”. Don Manuel explicó que con anterioridad la danza era una, pero después se dividió “por causas de una mujer y se hicieron dos cuadrillas”.

Asimismo, dijo que hace muchos años podían participar las mujeres, pero debido a la resistencia que exigen los tres días de duración, se optó por hacerla sólo de varones y representar a la mujer –a la virgen María– con una máscara.

Don Manuel trabaja en su taller de San Juan Nuevo y hace un par de semanas, sus hijos –que, a su vez, siguen sus pasos en la artesanía– abrieron una página de Facebook para difundir el trabajo familiar, reconocido por cuatro años consecutivos (2015-2019) con el Premio del Tianguis Artesanal del “Domingo de Ramos”, en Uruapan.

Anécdota del éxodo por el Paricutín

Al mascarero su padre le contó también una anécdota que se transmite de generación en generación en el pueblo fundado tras la erupción del volcán Paricutín:

“Cuando llevaban al Señor de los milagros de San Juan a Uruapan, dicen que en Uruapan los recibieron muy bien y hasta el Ejército estuvo ahí para proteger al cristo, porque había jóvenes que querían arrebatar al cristo, pero la policía intervino y ya no pudieron lograr su cometido… eso me contó mi papá”, dijo al precisar que ese acontecimiento pasó en 1944, “cuando ya había llegado la lava al pueblo” y tuvieron que desalojar a los habitantes que, entre otros lugares, se establecieron en San Juan Nuevo, Angahuan y Caltzontzin.

Foto SILVIA HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

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