/ miércoles 13 de julio de 2022

La construcción de la felicidad

La felicidad generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días Benjamín Franklin

La felicidad suele ser como un pergamino… se abre ante todos, pero sólo unos pocos descifran su secreto. Desde tiempos antiguos, los egipcios escondían sus mitos y secretos en un el papiro sacado de las entrañas del Nilo.

Todas las personas manifestamos preocupaciones vitales, existenciales y espirituales, que nos hacen racionales; pero hay una búsqueda que altera toda forma, norma o ley, un estado de satisfacción y de plenitud que nos libera, desatándonos de los problemas, cambia nuestra imagen, nuestro rostro, deslumbrando vitalidad y alegría: la felicidad.

La felicidad es ese margen de la vida en el que deja de escribir nuestra cabeza y empieza a escribir nuestro corazón. Nos envuelve, nos transporta y nos convierte en otras personas. Es un camino de rosas y también de espinas.

La felicidad se crea y se comparte; se alcanza en función de buscar la felicidad del otro. Lo dijo enfática y tiernamente la Madre Teresa, cuando afirmó: “No te preguntes si eres feliz, pregúntate mejor si son felices quienes viven a tu alrededor”.

El tiempo es cuestionable… la salud y el dinero son cables de enganche a una felicidad ficticia. La verdadera felicidad está en esa chispa que salta de los ojos, en cada gesto grato, en la mirada de asombro ante las maravillas cotidianas de la creación.

Felicidad no es hacer lo que uno quiere… ¡sino querer lo que uno hace! La felicidad tiene mil secretos. Lo importante es descubrirlos día a día y, sobre todo, compartirlos.

La lección pendiente siempre es la felicidad. No es necesario complicarse tanto…un abrazo es felicidad: ¡la importancia de un abrazo!

Es innegable que todos experimentamos una sensación positiva al sentir el contacto físico de un ser querido. Cuando nos tocamos y nos abrazamos, llevamos vida a los propios sentidos y reafirmamos la confianza en nuestros sentimientos. Algunas veces resulta difícil encontrar la palabra adecuada para expresar lo que hay en nuestro interior; el abrazo es la mejor opción cuando no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea porque somos presas de la timidez o porque la situación nos abruma.

Los abrazos son terapia que alivia el dolor; contrarrestan la depresión y la ansiedad. Los abrazos promueven alteraciones fisiológicas positivas en quien toca y en quien es tocado; comprobado está que aumentan la voluntad de vivir en los enfermos, es la felicidad que se administra en raciones.

Ocurrentemente, alguien señala que una “dosis” de cuatro abrazos al día es necesaria para sobrevivir; ocho, para mantenerse y doce para vivir con plenitud.

Un abrazo genera seguridad fortaleciendo nuestro actuar y potenciando las relaciones interpersonales.

Un abrazo produce confianza, especialmente para confrontar el miedo que se impone a los deseos de participar con entusiasmo, en algún desafío de la vida.

El abrazo transmite energía vital y salud; es mensaje de reconocimiento al valor y a la excelencia de las personas.

Sabiendo del valor natural de esta noble expresión humana ¡abriguemos al corazón con la calidez de un abrazo!: pedazo de felicidad…

“El ser humano se olvida siempre que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”, señaló John Locke.

Los humanos no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra. La felicidad no se encuentra en unas monedas, ni en una posición, tampoco es una lotería.

Es algo que se construye paso a paso, como ladrillos que dan lugar a una casa. Cada quien y cada cual protagoniza su propio proceso para ser feliz. Alejandro Dumas afirmó: “La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta”

No existen recetas para la felicidad y es preciso asumir que experimentamos parcialidades de ésta, por eso vale la pena descubrir y disfrutar de todo lo bueno que sí tenemos, sin esperar a encontrarnos con un ciego para constatar lo hermoso que es poder ver; no precisar de conocer a un sordo para maravillarnos del sonido. Sacar jugo al gozo por la maravilla de nuestros músculos y huesos; de las cien mil millones de neuronas del cerebro interconectando información, sin confrontarnos necesariamente con la discapacidad de otros hermanos, pero sí contribuyendo a la cultura y solidaridad con esta realidad.

No encerrarnos masoquistamente en nuestros dolores. Resulta clave no magnificar las pequeñas cosas que nos faltan. Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad, expresó B. Russell. Y sonreír… con ganas o sin ellas, pero sonreír.

Es urgente transmitir esta lección junto a los jóvenes, ya que está en juego la asignatura más importante en la carrera de la vida: ¡la construcción de la felicidad!

Dr. J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector de la Universidad La Salle Morelia

jve@ulsamorelia.edu.mx


La felicidad generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días Benjamín Franklin

La felicidad suele ser como un pergamino… se abre ante todos, pero sólo unos pocos descifran su secreto. Desde tiempos antiguos, los egipcios escondían sus mitos y secretos en un el papiro sacado de las entrañas del Nilo.

Todas las personas manifestamos preocupaciones vitales, existenciales y espirituales, que nos hacen racionales; pero hay una búsqueda que altera toda forma, norma o ley, un estado de satisfacción y de plenitud que nos libera, desatándonos de los problemas, cambia nuestra imagen, nuestro rostro, deslumbrando vitalidad y alegría: la felicidad.

La felicidad es ese margen de la vida en el que deja de escribir nuestra cabeza y empieza a escribir nuestro corazón. Nos envuelve, nos transporta y nos convierte en otras personas. Es un camino de rosas y también de espinas.

La felicidad se crea y se comparte; se alcanza en función de buscar la felicidad del otro. Lo dijo enfática y tiernamente la Madre Teresa, cuando afirmó: “No te preguntes si eres feliz, pregúntate mejor si son felices quienes viven a tu alrededor”.

El tiempo es cuestionable… la salud y el dinero son cables de enganche a una felicidad ficticia. La verdadera felicidad está en esa chispa que salta de los ojos, en cada gesto grato, en la mirada de asombro ante las maravillas cotidianas de la creación.

Felicidad no es hacer lo que uno quiere… ¡sino querer lo que uno hace! La felicidad tiene mil secretos. Lo importante es descubrirlos día a día y, sobre todo, compartirlos.

La lección pendiente siempre es la felicidad. No es necesario complicarse tanto…un abrazo es felicidad: ¡la importancia de un abrazo!

Es innegable que todos experimentamos una sensación positiva al sentir el contacto físico de un ser querido. Cuando nos tocamos y nos abrazamos, llevamos vida a los propios sentidos y reafirmamos la confianza en nuestros sentimientos. Algunas veces resulta difícil encontrar la palabra adecuada para expresar lo que hay en nuestro interior; el abrazo es la mejor opción cuando no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea porque somos presas de la timidez o porque la situación nos abruma.

Los abrazos son terapia que alivia el dolor; contrarrestan la depresión y la ansiedad. Los abrazos promueven alteraciones fisiológicas positivas en quien toca y en quien es tocado; comprobado está que aumentan la voluntad de vivir en los enfermos, es la felicidad que se administra en raciones.

Ocurrentemente, alguien señala que una “dosis” de cuatro abrazos al día es necesaria para sobrevivir; ocho, para mantenerse y doce para vivir con plenitud.

Un abrazo genera seguridad fortaleciendo nuestro actuar y potenciando las relaciones interpersonales.

Un abrazo produce confianza, especialmente para confrontar el miedo que se impone a los deseos de participar con entusiasmo, en algún desafío de la vida.

El abrazo transmite energía vital y salud; es mensaje de reconocimiento al valor y a la excelencia de las personas.

Sabiendo del valor natural de esta noble expresión humana ¡abriguemos al corazón con la calidez de un abrazo!: pedazo de felicidad…

“El ser humano se olvida siempre que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”, señaló John Locke.

Los humanos no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra. La felicidad no se encuentra en unas monedas, ni en una posición, tampoco es una lotería.

Es algo que se construye paso a paso, como ladrillos que dan lugar a una casa. Cada quien y cada cual protagoniza su propio proceso para ser feliz. Alejandro Dumas afirmó: “La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta”

No existen recetas para la felicidad y es preciso asumir que experimentamos parcialidades de ésta, por eso vale la pena descubrir y disfrutar de todo lo bueno que sí tenemos, sin esperar a encontrarnos con un ciego para constatar lo hermoso que es poder ver; no precisar de conocer a un sordo para maravillarnos del sonido. Sacar jugo al gozo por la maravilla de nuestros músculos y huesos; de las cien mil millones de neuronas del cerebro interconectando información, sin confrontarnos necesariamente con la discapacidad de otros hermanos, pero sí contribuyendo a la cultura y solidaridad con esta realidad.

No encerrarnos masoquistamente en nuestros dolores. Resulta clave no magnificar las pequeñas cosas que nos faltan. Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad, expresó B. Russell. Y sonreír… con ganas o sin ellas, pero sonreír.

Es urgente transmitir esta lección junto a los jóvenes, ya que está en juego la asignatura más importante en la carrera de la vida: ¡la construcción de la felicidad!

Dr. J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector de la Universidad La Salle Morelia

jve@ulsamorelia.edu.mx