/ jueves 29 de noviembre de 2018

GOLPE DE TIMÓN

Durante mucho tiempo nuestro país ha sido uno en el que se ha estilado el centralismo como forma de gobierno, no se vislumbra en el pasado reciente otro esquema, uno tendiente a un paradigma netamente federalista, el Ejecutivo absorbió todo, digamos que en la forma se diseñó un modelo republicano aunque no pasó de la simulación.

Los tiempos de la presidencia imperial confeccionada por los gobiernos priistas aún están frescos, el jefe del Poder Ejecutivo mantenía a los otros poderes en la subordinación, fue una costumbre que adquirió la categoría de ley no escrita.

Esa tentación no ha fenecido, es tal vez un rasgo característico de la cultura política mexicana; así se ha interpretado la designación de los llamados superdelegados que fungirán como todopoderosos en las entidades federativas y ello les hará concentradores de poder.

Digamos que las especulaciones al futuro hecho tienen bases para ello si damos un vistazo a la historia de México, aunque aún falta tiempo para saber cuál y cómo habrá de ser la praxis de los futuros funcionarios que fueron designados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Aún no hay hechos consumados.

Inicia la presidencia de López Obrador con expectativas altas por lo que representa la alternancia en el tercer intento del mandatario, las promesas realizadas antes y después de los comicios del primero de julio se multiplicaron, con ello sus seguidores y detractores.

La polarización es ya una característica en el México de la posmodernidad, lapso en que han sucumbido las ideologías para dar paso a los esquemas pragmáticos en que se pierde la identidad, consistencia y congruencia. La descripción realista que hace Nicolás Maquiavelo del poder pasando por la condición humana es más vigente que nunca.

En el inicio de la administración del Presidente López Obrador lo que destaca son las expectativas, lo que podría suceder u omitirse, ya habrá tiempo para analizar las acciones no sólo los discursos que ya hacen que la opinión pública se asuma binaria.

El tema de la seguridad, por razones naturales, ocupa un lugar preponderante por el tratamiento que amerita, se anunció la creación de la Guardia Nacional y algunos observadores también señalan que es el principio de una mayor militarización.

Lo cierto es que la inseguridad creció exponencialmente en la saliente administración del Presidente Enrique Peña Nieto, los homicidios dolosos se multiplicaron, los testimonios y las cifras son temibles. Es tiempo de trabajar políticas públicas que vayan contra las causas de la criminalidad no sólo de incrementar tropas.

En las campañas electorales previas al proceso del primero de julio nadie de los aspirantes, en ese entonces, dedicaron tiempo y propuestas en el ámbito cultural que sería útil para restaurar el tejido social. La cultura no fue prioritaria en sus agendas.

López Obrador habla de la cuarta transformación aunque todavía no hay claridad, escuchamos a los gobernadores cuestionando el trabajo que harán los delegados que designó el mandatario federal, en sus argumentos hay razonable preocupación.

México ha vivido etapas de autoritarismo que ya resulta anacrónico, la demanda más sentida consiste en reclamar el estado de derecho, que se viva en un auténtico país de leyes para que se apliquen, con ello la democracia y la sociedad ganaría. Al tiempo. (M)


Durante mucho tiempo nuestro país ha sido uno en el que se ha estilado el centralismo como forma de gobierno, no se vislumbra en el pasado reciente otro esquema, uno tendiente a un paradigma netamente federalista, el Ejecutivo absorbió todo, digamos que en la forma se diseñó un modelo republicano aunque no pasó de la simulación.

Los tiempos de la presidencia imperial confeccionada por los gobiernos priistas aún están frescos, el jefe del Poder Ejecutivo mantenía a los otros poderes en la subordinación, fue una costumbre que adquirió la categoría de ley no escrita.

Esa tentación no ha fenecido, es tal vez un rasgo característico de la cultura política mexicana; así se ha interpretado la designación de los llamados superdelegados que fungirán como todopoderosos en las entidades federativas y ello les hará concentradores de poder.

Digamos que las especulaciones al futuro hecho tienen bases para ello si damos un vistazo a la historia de México, aunque aún falta tiempo para saber cuál y cómo habrá de ser la praxis de los futuros funcionarios que fueron designados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Aún no hay hechos consumados.

Inicia la presidencia de López Obrador con expectativas altas por lo que representa la alternancia en el tercer intento del mandatario, las promesas realizadas antes y después de los comicios del primero de julio se multiplicaron, con ello sus seguidores y detractores.

La polarización es ya una característica en el México de la posmodernidad, lapso en que han sucumbido las ideologías para dar paso a los esquemas pragmáticos en que se pierde la identidad, consistencia y congruencia. La descripción realista que hace Nicolás Maquiavelo del poder pasando por la condición humana es más vigente que nunca.

En el inicio de la administración del Presidente López Obrador lo que destaca son las expectativas, lo que podría suceder u omitirse, ya habrá tiempo para analizar las acciones no sólo los discursos que ya hacen que la opinión pública se asuma binaria.

El tema de la seguridad, por razones naturales, ocupa un lugar preponderante por el tratamiento que amerita, se anunció la creación de la Guardia Nacional y algunos observadores también señalan que es el principio de una mayor militarización.

Lo cierto es que la inseguridad creció exponencialmente en la saliente administración del Presidente Enrique Peña Nieto, los homicidios dolosos se multiplicaron, los testimonios y las cifras son temibles. Es tiempo de trabajar políticas públicas que vayan contra las causas de la criminalidad no sólo de incrementar tropas.

En las campañas electorales previas al proceso del primero de julio nadie de los aspirantes, en ese entonces, dedicaron tiempo y propuestas en el ámbito cultural que sería útil para restaurar el tejido social. La cultura no fue prioritaria en sus agendas.

López Obrador habla de la cuarta transformación aunque todavía no hay claridad, escuchamos a los gobernadores cuestionando el trabajo que harán los delegados que designó el mandatario federal, en sus argumentos hay razonable preocupación.

México ha vivido etapas de autoritarismo que ya resulta anacrónico, la demanda más sentida consiste en reclamar el estado de derecho, que se viva en un auténtico país de leyes para que se apliquen, con ello la democracia y la sociedad ganaría. Al tiempo. (M)


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